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'Madre', el corto de Sorogoyen se convierte en largo para jugar a la ambivalencia y el drama intimista

Marta Nieto es Elena en 'Madre'

Francesc Miró

Solo un año después del éxito de crítica y público que supuso Que Dios nos perdone, Rodrigo Sorogoyen competía de nuevo en los Goya, pero en otra categoría. Esta vez se proponía ganar en la categoría de Mejor Cortometraje con Madre, y así fue: se hizo con el cabezón y no paró de acumular galardones en una carrera que le llevaría hasta la nominación del Oscar.

El cortometraje había competido en el Festival de Toronto, ganado el premio del público y el de actriz del Festival de Málaga y el de Mejor Cortometraje en los premios Forqué. Pero nos olvidamos pronto de él porque luego pronto llegó El Reino, thriller político que se alzó con siete de los trece premios a los que aspiraba en los Goya del año pasado.

Ahora llega a nuestras pantallas un largometraje que podría ser una secuela, aunque no lo es del todo. Y su principal valedora es de nuevo Marta Nieto, actriz protagonista de ambas producciones que ahora, sin embargo, se enfrenta a un papel mucho más complejo. Sobre ella reposan los 129 minutos de drama psicológico intenso y frágil. Extraño, hipnótico e incómodo. Una actuación que le valió el premio a la mejor actriz de la sección Horizontes de la pasada Mostra Internacional de Cine de Venecia.

Diez años después de una desaparición

El corto original se desarrollaba en un solo espacio y una sola escena: Elena recibe una llamada de teléfono de Iván, su hijo. Se supone que el chaval está de viaje con su padre en una playa de Francia. Pero Iván le cuenta que ha perdido de vista a su padre y se encuentra solo. Esa será la última vez que Elena escuche la voz de su hijo, que desaparecerá sin dejar rastro.

El grueso del metraje de la película que nos ocupa se desarrolla diez años después de los hechos narrados en aquel. Pero resulta que la Madre que ahora se estrena en cines contiene el corto: los veinte primeros minutos son la película que ganó el Goya en 2017. Están intactos y abren el filme. Por eso no estamos ante una 'secuela' propiamente dicha.

“En realidad Rodrigo siempre había pensado que el cortometraje era muy buena primera escena para una película”, explica Marta Nieto en una entrevista concedida a eldiario.es. “Así lo vendió cuando buscaba financiación. Aunque cuando rodamos el corto en ningún momento se habló de eso. Y cuando Madre empezó a funcionar él se puso de acuerdo con Isabel Peña para escribir el guion del largo”, cuenta. “El material era muy bueno y se veía el tránsito de Elena, aquello por lo que pasaba tras la desaparición de su hijo”.

En el largometraje actual Elena vive en una pequeña localidad cercana a la playa en la que su hijo desapareció. Algo la retiene ahí desde entonces. Trabaja en un bar, tiene pocos amigo, y lleva una vida bastante anodina. Hasta que conoce a un joven llamado Jean, que tiene cierto parecido con su hijo, y con el que establece una extraña relación.

“Interpretar de nuevo a Elena ha sido muy exigente pero muy gratificante porque no se trataba de ejecutar una acción sino de vivir un estado”, explica Nieto. “Todo está relacionado con su estado mental. Lo que ocurre a partir de que se encuentra con Jean es algo orgánico, es como un encuentro con alguien que sin poder ella evitarlo empieza a cambiar la estructura de su personalidad tras un trauma que la ha afectado profundamente”.

Elena y Jean son amigos. O tal vez algo más que amigos. Pero Madre decide no explicitar qué es lo que cada uno siente por el otro, jugar con la ambivalencia y la incomodidad de ver tal proximidad afectiva entre una mujer adulta y un chaval jovencísimo. Y esa incomodidad, esa indefinición, es algo que el espectador puede leer en los términos que desee.

“Mi personaje no sabe si lo que siente es amor maternal o romántico. No entiende nada y en realidad no necesita entender. Solo sabe que está mejor cuando está con Jean. Es una relación sanadora”, reflexiona la actriz sobre su laureado papel.

Justamente esto último se convierte en una eficaz herramienta de diálogo con el espectador. Como todos los personajes secundarios de Madre, el espectador también juzga la relación que tienen Elena y Jean. Y extrae conclusiones sobre ella, en ocasiones precipitadamente. “Es lógico, porque necesitamos entender qué está pasando. Y resulta que cada uno lo entiende a su manera. Es una película que tiene que ver con hacer preguntas más que con contestarlas”.

Del thriller al drama intimista

En Madre, Rodrigo Sorogoyen plantea un salto entre géneros dentro y fuera del cine. En parte porque el realizador madrileño nos tenía acostumbrados a sólidos thrillers como Que Dios nos perdone o El Reino, y en Madre propone algo alejado de aquello en forma y fondo. En parte, porque el corto con el que se inicia este filme también maneja otro tono: pasa de la tensión absoluta a la calma chicha de los 'diez años después'. 

“Siempre tuvimos claro que no queríamos hacer un thriller”, cuenta Marta Nieto. “El paso de un registro al otro tiene que ver con que queríamos empezar con puñetazo en el estómago”, sostiene, “pero el salto temporal nos permitió trabajar con un material distinto. No queríamos repetirnos: queríamos explorar el mundo interior de Elena”.

Ponerse en la piel de una mujer que ha perdido a su hijo, y durante diez años ha vivido su ausencia en el mismo lugar en el que se le vio por última vez, ha sido lo más complejo de tratar según Nieto. “Esos diez años que no vemos en la película han sido el terreno de casi todo mi trabajo, porque tenía que llenar ese vacío y sentirlo”, cuenta.

“He leído mucho y he hablado con personas que han vivido una desaparición. Entender cómo opera esa tensión y habitar esa ausencia ha sido difícil pero me ha ayudado a entender el estado de Elena”, reflexiona la actriz. “Tienes que habitar ese estado confusión. La realidad es que el terror que significa una desaparición tiene que ver con gestionar lo que sientes, con haber sobrevivido a eso”.

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