La historia la han contado los hombres. En el cine también. Por eso, durante demasiado tiempo, las madres han estado encarnadas por personajes celestiales, que se entregaban a los cuidados. Secundarios llenos de clichés que perpetuaban una imagen de la maternidad idealizada y alejada de lo que se vivía de puertas para adentro. Las madres que sufrían, que no eran perfectas, que querían gritar y escapar no tenían su hueco en la ficción, y por tanto sentían que su realidad no era compartida. Que eran bichos raros en una comunidad de madres perfectas que el cine mostraba sin imperfecciones una y otra vez.
La llegada de las mujeres al cine cambió parte del relato, y desde entonces se han contado otras historias. Con ellas ha cambiado la imagen de la maternidad, que ahora es compleja y contradictoria, llena de aristas y con personajes que hasta ahora no se habían visto. Sin embargo, sigue habiendo un tema del que casi no se habla, que permanece silenciado. Se trata de aquellas mujeres que no quieren ser madres. Esas que sufren cuando todo el mundo les pregunta si no tienen hijos, que se sienten extraterrestres porque no sienten eso que se ha definido como instinto maternal.
De esa sensación ante “la presión ambiental, social y cultural”, nace Mamífera, la inteligente y emocionante película de Liliana Torres que parte de su propia experiencia como alguien que “nunca ha deseado ser madre”. “Se da por hecho que es algo que todo el mundo busca, y se vende el relato de que la maternidad es un instinto, así es como se trata en la esfera pública. Entonces, si tú no deseas ser madre y los instintos son consustanciales al ser humano y son inevitables, piensas que es que te pasa algo, que algo falla”, analiza.
Para contar esta historia tan personal ha recurrido a dos actores soberbios, María Rodríguez Soto y Enric Auquer que dan vida a la pareja protagonista. Moderna, precaria y realista. Ambos han tenido claro siempre que no querían ser padres hasta que ella se queda embarazada sin buscarlo. La presión social llega a sus máximas expresiones y lo que hasta entonces estaba tan claro para los dos se tambalea. Es en la relación íntima y preciosa, en los gestos de ambos intérpretes, donde Mamífera va construyendo su historia y calando para romper ese tabú en torno a la no maternidad.
Liliana Torres solo encontraba “fatalismo en los relatos”, y subraya “la ausencia de referentes positivos de mujeres que no quieren ser madres”, lo que convierte una decisión personal en “un camino solitario y muchas veces marginalizado”. Los referentes tampoco están en el arte. “No hay referentes cinematográficos de mujeres protagonistas que no quieran ser madre. Literarios hay alguno más pero tampoco es que abunden. Eso ya te da una idea de la poca importancia que se le ha dado y de lo fácil que ha sido para el cine imperante, dirigido sobre todo por hombres, poner a estas mujeres en un papel secundario y siempre bajo el cliché de mujeres amargadas que no les gusta la compañía de los niños. Las brujas de Disney siempre son mujeres sin hijos, por ejemplo”, reflexiona la cineasta.
Cree que esta ausencia de mujeres que no quieren ser madres también se debe a “una cuestión de visión política y de visión del sistema”. “La maternidad se ha utilizado mucho para beneficiar a un sistema conservador y capitalista. Muchas veces se nos ha utilizado para el simple hecho de transmitir la propiedad privada, el linaje, la herencia… para contribuir a la maternidad. Se ha sacralizado y se ha llevado a un lugar tan extremo que creo que en cierta manera es para contribuir a que las mujeres no tengan tan fácil abandonar la esfera doméstica. Por ejemplo, esta nueva crianza que está muy presente ahora, que demanda estar disponible para los hijos y las hijas todo el tiempo durante varios años. Veo una cierta voluntad de imponer a las mujeres un modelo de maternidad que de nuevo las vuelve a anclar en lo doméstico”.
La maternidad se ha utilizado mucho para beneficiar a un sistema conservador y capitalista. Muchas veces se nos ha utilizado para el simple hecho de transmitir la propiedad privada
También, incluso, cree que hay hasta una consideración nacionalista en ello. “Está también el tema de la fuerza de trabajo a través de la mujer. Solo hay que ver cómo se sustenta el sistema de pensiones, que es una cosa totalmente arcaica el hecho de que lo haga en que la pirámide poblacional tenga una base más amplia, de alguna manera poniendo ese peso en el cuerpo de las mujeres. Muchas veces también hay en ello una cuestión nacionalista, porque yo no creo que sea cierto que el sistema no se puede cambiar. Tenemos a toda la inmigración que desea entrar y vivir aquí. Pagar sus impuestos aquí y contribuir”, apunta.
De todas las presiones, la película muestra la más complicada, la que puede incluso realizar la propia pareja. Para Liliana Torres fue fundamental retratar esto, y por ello decidió que sus protagonistas estuvieran en torno a los 40. “Muchas veces la paternidad a los hombres les llega a través de la maternidad, es decir, a través de las mujeres que tienen cerca y que quieren ser madres. No hay un cuestionamiento previo y se dejan llevar. De alguna manera es un poco lo que pasa entre Bruno y Lola. Él se ha dejado llevar por ese deseo tan consciente de Lola de no ser madre, pero cuando llega el momento real de que eso está ahí, él aterriza y empieza a imaginar esa posibilidad. Pero yo no quería describirlo como que él impone. Él siempre sabe que la decisión final es de ella, pero también tiene derecho a preguntar y a hablar. Teníamos claro que queríamos mostrar una relación de pareja sana”.
Ese retrato positivo del personaje masculino es algo que le han destacado mucho. Ella cree que “simplemente es una persona con responsabilidad afectiva, ni más ni menos”. Esto le lleva a otra falta de referentes de “la masculinidad positiva en cuanto a los cuidados”. “Hay una responsabilidad aquí de los hombres, directores y escritores, de empezar a buscarla y transmitirla”, zanja.
Mamífera también tiende puentes entre generaciones de mujeres. La de la protagonista y su madre, que ni siquiera tuvo la opción de elegir serlo o no, uno de los temas que más emociona a Liliana Torres. “Yo provengo de una familia de clase obrera. Mis padres trabajaron desde los 11 y los 14 años en una fábrica textil más de 12 horas al día. Lo que vi en mi madre siempre me pareció un contraste muy inmenso frente a lo que yo escuchaba de la maternidad y de las madres, o incluso de lo que veía en películas. Vi una madre superada, superada por el trabajo, por la obligación con las hijas, por el dinero, por el ámbito doméstico. Me parece que no tuvieron esa oportunidad de cuestionárselo y que las que se lo cuestionaban seguramente lo hacían en silencio”, dice Torres, que les da a esas mujeres la posibilidad de verse en pantalla como nunca antes se había mostrado.