“Ningún artista de verdad podría ser feliz.” Son palabras de Maria Callas pero no sabemos si de la diva o de la civil. Maria by Callas, como su título indica, pretende revelar la persona al trasluz de la artista. Lo hace con bártulos de documental, lejos de la hagiografía y trazando someramente la novela de una vida que tal vez no fue una tragedia griega, pero que empezó en una infancia sometida y terminó en la soledad de la cumbre.
Tiempo era tiempo
Para los legos, las sorpresas empiezan pronto, cuando se nos recuerda que Ana Maria Anna Cecilia Sophia Kalogeropoulos, más conocida como Maria Callas, nació en Nueva York. Años después renunciaría a la nacionalidad norteamericana para acogerse a la griega, que invalidaba su matrimonio anterior, y casarse así con Aristóteles Onassis, el único y tan doloroso amor de su vida. “Haz conmigo lo que quieras”, le escribirá en algún momento.
Por lo demás, Maria by Callas es un documental embelesado que no somete a su personaje a ningún grado, que trae la pasión puesta de casa y que no se distrae sobre la marcha en hallazgos o revisiones que valgan. Aquí el motor es el fetichismo y las piezas cobradas son imágenes de archivo, muchas de ellas inéditas, en las que podemos ver a Visconti dirigiendo a la soprano en La vestale en 1954, a Pasolini haciendo lo propio durante el rodaje de Medea en 1969, el primer y último largometraje de la cantante, y a multitud de ilustres acudiendo a estrenos, de Jean Cocteau a Grace Kelly pasando por Catherine Deneuve, Silvana Mangano o la reina de Inglaterra.
El documental da la época en su capitulado, que consiste en la imagen recurrente del astro apeándose de aviones en aeropuertos de todo el mundo. El resto son fotografías y fragmentos recuperados de metraje, pasajes en ocasiones tintados, con ese aspecto de sueño que cobra el celuloide coloreado, así como putrefactas grabaciones magnetoscópicas en estudios de televisión. Es el caso de una inspirada entrevista que la artista mantuvo en 1970 con David Frost y que hilvana la película.
El retrato de Maria Callas podría desprenderse de su mirada parlante a través de todas esas imágenes, pero Fanny Ardant, que en 2002 la había interpretado en la película de Franco Zeffirelli Callas Forever, retoma la leyenda y le pone voz para leer pasajes de su correspondencia privada.
El amor es un pájaro rebelde
El primer problema de la ópera son sus exégetas, para los que no hay justificación posible. El segundo es la ópera misma, que a los no iniciados nos parece un enclave donde el arte se emparenta al deporte. Una disciplina del canto que parece fundarse en lo atlético y donde cualquier posibilidad de acercamiento se ve abrumada por el colosalismo del artificio. El problema último, sobra decirlo, es nuestro.
El cometido de Maria by Callas está muy lejos del proselitismo, pero la película es también un musical melancólico que elige ilustrar cada episodio y reposar cada reflexión de la diva en uno de sus grandes éxitos. Arias de Madame Butterfly, de Norma, de la Traviata o de Carmen, piezas que en boca de Maria Callas ayudan a los profanos a vislumbrar el enorme talento y nos sitúan cerca de intuir el prodigio inexplicable.
Los iniciados al bel canto, esos sí, tienen frente a sí dos horas de festival, un banquete de proporciones épicas, mientras los mitómanos y afectos al papel cuché gozarán el melodrama de una mujer cuyo deseo era tener hijos y fundar una familia, pero que se sintió obligada por su madre y luego por su marido a seguir otro camino. “Yo creía que cuando conociera a un hombre al que amara no necesitaría cantar”, dice en algún momento no sabemos si Maria o la Callas, en ambos casos un personaje tan íntegro como conmovedor en sus convicciones.