Durante décadas la gente habló de El último tango en París como la película con ‘la escena de la mantequilla’. Se hacía referencia al momento más polémico de la película, en el que Marlon Brando viola a su amante, interpretada por Maria Schneider, usando dicho alimento como lubricante para tener sexo anal sin consentimiento. El momento se convirtió en uno de esos que pasan de generación en generación, pero ya en su momento provocó una gran convulsión, aunque principalmente a los estamentos religiosos, que quisieron prohibir el filme.
Tras su estreno en Italia a finales de 1972, un espectador denunció la película y se abrió un proceso judicial que provocó que se secuestrara la cinta y se pidiera que se destruyeran las copias, aunque el filme ya se había estrenado en salas y Bertolucci logró que, al menos una copia, se resguardara en la filmoteca italiana. No se quedó ahí, tanto el director, Bernardo Bertolucci; como su productor, Bernardo Grimaldo; así como Marlon Brando fueron condenados a dos meses de prisión con libertad condicional por el delito de obscenidad. Tuvieron que pasar 15 años para que la censura permitiera su exhibición en cines.
Lo sorprendente es que nadie preguntó a Maria Schneider por aquella escena. La persona que había vivido aquel momento no tuvo durante años voz para contar las terribles bambalinas de lo ocurrido, el por qué del realismo de aquel momento, la veracidad de aquellas lágrimas desgarradoras. Fue 30 años después de su estreno (y cinco antes de su fallecimiento en 2011) cuando en una entrevista la actriz contó que aquella escena se hizo sin su consentimiento. Antes de filmarla le dijeron que se había cambiado y cuando sonó la claqueta Marlon Brando le bajó los pantalones, cogió la mantequilla ante la sorpresa de la actriz, que nunca supo qué iba a ocurrir. La violación fue simulada, pero el abuso fue real.
“Me informaron justo antes de filmarla. Debí llamar a mi agente o tener un abogado en el set de rodaje, porque no puedes forzar a alguien a hacer algo que no está en el guion, pero yo no lo sabía. Marlon me dijo que no me preocupara, que solo era una película, pero yo estaba llorando de verdad. Me sentí muy mal, porque me habían tratado como a una sex symbol y yo quería que se me reconociera como actriz. Para ser honesta, me sentí humillada. Me sentí un poco violada por ambos”, dijo en aquella entrevista. La violación simulada también fue una violación del consentimiento de una mujer que nunca aprobó que aquello ocurriera en esos términos. Maria Schneider lloró de forma real, y más tarde repetiría ese sentimiento de haber sido doblemente violada, tanto por el actor como por el director.
Ni siquiera así se le dio toda la importancia que debía. Solo cuando en 2016 un colectivo feminista publicó una entrevista de 2013 donde el propio Bertolucci reconocía que engañó a la actriz, la gente fue consciente de la magnitud de todo aquello. “Me sentí fatal con Maria porque no le dije lo que sucedería, porque yo quería su reacción como una chica, no como una actriz. Yo quería que reaccionara, que se sintiera humillada. No le dije nada de que íbamos a usar la mantequilla como lubricante. Todavía me siento muy culpable. No me arrepiento, pero me siento culpable. Para hacer cine y obtener algo uno tiene que ser libre. No quería que Maria actuara su humillación y su rabia; quería que Maria sufriera la rabia y la humillación. Y ella me odió para toda la vida”, decía el director.
Para ser honesta, me sentí humillada. Me sentí un poco violada por ambos
Han tenido que pasar otros ocho años para que alguien cuente finalmente la historia de Maria Schneider. No solo aquella violación, sino las consecuencias de aquel abuso. Ha sido la directora Jessica Palud la que ha dirigido Maria, una película sobre la actriz, y que se ha presentado en el Festival de Cannes. Palud le dedica el filme en una cartela al inicio, reivindica su figura y muestra sin cortapisas lo que ocurrió en aquella escena. No es un biopic al uso, sino que comienza poco antes de que ella consiga este papel. Schneider recupera la voz que le quitaron y Palud la muestra como icono feminista y pionera a la hora de decir 'no' a ser usada como un objeto sexual en el cine.
Aquel era su primer protagonista importante, con un cineasta de reconocido prestigio internacional y en la película que tenía a una estrella como Marlon Brando como actor principal. Vivió los prejuicios desde antes, ¿por qué la elegían a ella si no tenía experiencia? Bertolucci le explicó el filme subrayando que era una relación violenta, pero nunca le contó lo que iba a ocurrir en esa escena que, como muestra el filme, se ensayó previamente sin la violación ni la mantequilla.
El momento traumático ocurre pronto en el filme. En 40 minutos ya se ha contado y ha removido al espectador gracias a la interpretación de Anamaria Vartolomei, el descubrimiento de El acontecimiento que vuelve a brillar aquí. Palud rueda esta escena con elegancia, centrándose en el rostro y las lágrimas de Vartolomei. También enseña lo que ocurrió después, la reacción de ella sintiéndose vejada y gritando que la habían engañado. Tuvo solo cinco minutos para reponerse. Bertolucci le concedió esa pausa antes de volver a llamarla para continuar rodando donde lo habían dejado. Es decir, tuvieron que volver a colocarla con sus pantalones bajados, en la misma posición en la que había sufrido aquel abuso para no romper la continuidad.
Muchos se preguntaron por qué Schneider no había logrado una carrera sólida y continua tras El último tango en París. No la tuvo porque, por supuesto, volvió a vivir en sus carnes el machismo de la industria del cine. Los únicos papeles que le llegaban eran de mujeres sexys, que se desnudaban o donde había escenas de sexo bastante explícitas. Ella tuvo claro que no quería ser un objeto, ni una sex symbol ni una mujer sexualizada. El peaje a su coherencia fue la falta de trabajo.
Aquella violación cinematográfica también le afectó mentalmente, y Schneider, como muestra el filme, acabó sumida en una adicción a las drogas, incluida la heroína. Intentó suicidarse y nunca logró trascender aquella etiqueta de ‘la chica de la escena de la mantequilla’. Palud la dignifica. Muestra su lucha, sus valores, sus ‘noes’. Las veces que acusó de machista a productores que querían que se quitara el sujetador sin venir en el guion. También cómo mantuvo esa coherencia hasta el final. Nunca volvió a hablar con Bertolucci. Ni siquiera cuando coincidieron dando una entrevista en el mismo hotel. “No conozco a ese hombre”, dijo la actriz que no quería volver a ver a aquella persona que la engañó y dejó en ella una herida que nunca se cerraría.