El 80% de las personas confiesa no conocer a una persona trans. El revelador dato lo ofrecía hace unos años el documental Disclosure, que se puede ver en Netflix y que mostraba cómo, ante la falta de referentes en la vida diaria, la mayor parte de las personas construyen su imaginario gracias a lo que dice el cine, el arte o los medios. Por tanto, si la representación de las personas trans ha recaído en cineastas que, por probabilidad, no conocen esa realidad, esta se hace llena de estereotipos, clichés o incluso bromas de mal gusto. Ha ocurrido durante décadas.
Para Hollywood la transexualidad era motivo de mofa y asco, como se veía claramente en una película como Ace Ventura. Un filme que arrasó en taquilla, que se ha proyectado en la sobremesa durante años y que mostraba que la respuesta de todo el mundo ante la revelación de que un personaje era trans era la arcada o el vómito. Eso es lo que ha dicho el cine, y es por eso que hay mucho trabajo por hacer en la representación del colectivo. Es por ello que la llegada de nuevas miradas al respecto siempre se celebra.
Ahí estaba 20.000 especies de abejas, que contó la intimidad de una niña trans y emocionó al público y a la crítica. Que una película como la de Estíbaliz Urresola triunfara es un éxito para todos, especialmente para España, un país siempre un paso por delante en derechos LGTBIQ+, pero que ante la ley trans vivió una amenaza de retroceso y muchos insultos tránsfobos.
Lo que suele ocurrir también, es que cuando una película sobre un tema triunfa, todas las que vienen por detrás quedan opacadas por ese éxito, algo que no afecta a géneros como la comedia familiar o al thriller, pero sí a otras temáticas más indies o políticas. El boom de las directoras españolas reciente ha hecho que se critique que hay muchas películas sobre la maternidad, a pesar de que todas ellas ofrezcan miradas que no se parecen y que dibujan una realidad hasta ahora no explorada o siempre hecha desde los ojos de un hombre.
Por eso hay que brindar que apenas un año después de 20.000 especies de abejas llegue otra película sobre la infancia trans, y subrayar ese ‘otra película’ como algo positivo, porque ambas películas son diferentes y complementarias. La mitad de Ana, el debut de Marta Nieto que se ha presentado en Seminci, se centra en cómo una madre afronta esa transición de género, pero sobre todo en cómo vive las presiones y las violencias que la sociedad ejerce sobre ese menor cuando no quieren llamarle por el nombre que ha elegido o dejarle entrar en el baño en el que se siente identificado. ¿Cómo afecta eso al niño, cómo afecta a la relación con su madre?
La mitad de Ana muestra la importancia del entorno, del colegio público como red de seguridad para los menores trans y lo fundamental de que haya una sensibilización en todos los colectivos, como deja claro una de las escenas más duras del filme, la visita al médico de Son, y cómo el doctor le trata calificándolo solo por sus genitales. Un debut lleno de inteligencia y sensibilidad que llega tras un cortometraje Son âel nombre del niño protagonistaâ, que sirve como preámbulo a esta historia que ella misma protagoniza junto a Nahuel Pérez Biscayart y Noa Álvarez. De hecho el punto de vista es diferente, ya que el filme también indaga en la identidad de la madre, y cómo la transición de su hijo también sirve para que ella salga de sus esquemas preestablecidos.
parece que con las películas que son muy concretas sobre un tema vale con una cada diez años. Sin embargo yo creo que son temas que interesan, sobre todo porque no hay respuestas
Cuando se anunció el casting para escoger al niño protagonista, Marta Nieto sufrió ataques tránsfobos por buscar chavales trans o no binarios. Aquellas reacciones furibundas sorprendieron a la directora. “No me lo esperaba. Yo no soy beligerante en redes ni en ningún sitio y la cantidad de barbaridades que se llegaron a decir no te las cuento. No me atrevía a seguir leyendo. Era tanta la mierda que la gente volcó ahí, que me ha hecho reflexionar mucho sobre cuánto miedo crea este tema. No creo que todo el mundo que responda a eso sea mala persona, ni mucho menos, pero tienen un susto muy grande y una manera de pensar muy opaca”, recuerda de aquel momento.
También se dio cuenta de que debía proteger la película, porque para ella “era algo muy sensible”. “Me afianzó en mi decisión de hablar de los lugares de acuerdo, de los espacios de diálogo, de no quedarnos solamente con el razonamiento de ciertos temas, sino bajarlo al corazón y crear empatía, que ese es el poder del cine. Si algo te emociona lo vas a entender. Y este es el objetivo de la peli”, apunta.
Ese odio también hizo que “se repensara todo muchísimo porque es un tema delicado, y después de esta experiencia en redes había que ser muy precisos, porque luego también hay que defenderlo”. Aun así no le dio miedo introducir escenas que rompen esquemas conservadores, como cuando el niño dice que tendrá la regla: “Es que esto me pasó a mí con un niño trans. Entonces hay algo de la libertad de pensamientos que ellos tienen, que va muchísimo más allá de lo que el adulto y el sistema está capacitado ahora mismo para entender. Por eso es importante que la conversación continúe, y por eso la identidad no es un lugar estanco, es un lugar de exploración y de expresión que cambia con el tiempo, y más en un niño que está creciendo”.
El desarrollo de La mitad de Ana ha ido evolucionando paralelamente al debate en la calle y legislativamente, con la ley trans ya aprobada cuando se va a estrenar el filme, lo que hizo que fueran “actualizando todo el tiempo el guion en función de lo que estaba pasando en la sociedad”. También les afectó de alguna forma, y no lo esconden, la llegada de 20.000 especies de abejas, y las inevitables e injustas comparaciones que pueden surgir, algo que no vive “con fricción”.
Aquella fue “la primera peli que ha habido sobre el tema y ha tenido mucho éxito, por lo que ha abierto una puerta y ha creado un imaginario, pero la conversación sigue y hay más cosas que decir y La mitad de Ana tiene su espacio ahí”. “Es cierto que parece que con las películas que son muy concretas sobre un tema vale con una cada diez años. Sin embargo, yo creo que son temas que interesan, sobre todo porque no hay respuestas, porque el asunto es explorar y vivir cada día mejor, aprender a vivir y aprender a criar”, zanja la directora, que tiene la confianza de que su película aporta matices y puntos de vista diferentes de una realidad a la que el cine todavía no ha mirado demasiado.