Michel Franco es uno de esos cineastas que parece que disfrutan viendo cómo el espectador se retuerce en su butaca. Sus filmes tienen esa ambigüedad moral, esa falta de asideros de empatía que los convierten en experiencias duras, a veces rayando lo cruel. Quizás el ejemplo más explícito fuera Nuevo Orden, su distopía política que quería denunciar la polarización y la desigualdad en México (y en el mundo), pero que terminaba jugando a un extraño equilibrio demasiado perturbador. No había esperanza para Franco.
Dos películas después (su ritmo de producción va a casi una película por año), llega Memory, y obliga a replantearse todo lo anterior. El director mexicano consigue su película más luminosa y hasta optimista. Quién lo hubiera dicho al leer una sinopsis que habla del encuentro entre una mujer de la que abusaron en su infancia, y un hombre que presenta un Alzheimer temprano. Ella quisiera olvidar, y él, recordar.
Pero la sensibilidad con la que Franco va construyendo la relación entre ambos, basada más en miradas y silencios que en frases vacías, hace que su película emocione y transmita verdad. Algo a lo que colaboran las enormes interpretaciones de sus dos protagonistas, Jessica Chastain y un Peter Sarsgaard que por este papel ganó la copa Volpi al Mejor actor en el paseo festival de Venecia.
Al director no le molesta que le digan que esta es su película más luminosa. “Me entusiasma de una manera diferente”, dice sonriente y subraya cuál es, para él, el objetivo del cine: “Me gusta provocar reacciones fuertes. Creo que una película que no consigue eso es un despropósito”. En un largometraje que acaba tornando en historia de amor entre dos series heridos, esas reacciones parten de intentar emocionar “sin usar los artificios convencionales, que es la manera más fácil y la vía corta para detonar emociones que suelen ser también superficiales y falsas”. “Al no haber hecho eso me siento halagado al ver que la película funciona y entiendo que la gente encuentre algo de paz o esperanza en la ella”, añade.
No había en él la intención de ofrecer “una mirada simplista y condescendiente con el espectador”. Al revés, de alguna forma seguían esas ganas de ser, de alguna forma, transgresor y dar la vuelta al daño provocado por cómo se ha contado el romance en la ficción. “El cine, los medios, y los libros en menos medida, porque la gente lee menos, han hecho mucho daño a cuáles son las expectativas que la gente tiene respecto al amor”, opina.
Nunca vi el cine como un medio para contar historias. El cine es algo mucho más elevado, y por eso no trabajo para estudios o plataformas
“Yo nunca me senté a escribir una historia de amor, del mismo modo que no me senté a escribir una película sobre demencia o sobre los otros temas que terminan conviviendo en la película. La historia de amor se fue revelando por sí sola, y también me sorprendí al encontrarme con esa historia y con esa posibilidad que los personajes se encuentran para relacionarse idealmente casi como adolescentes, con un amor que ya difícilmente se encuentra en la etapa adulta y sobre todo en dos personajes muy rotos. Pero yo nunca tengo una meta ni en cuanto a género cinematográfico ni en cuanto a mensaje”, deja claro el cineasta.
Ahí otra de sus máximas, no pensar en términos políticos o de mensaje. “Veo más hacia adentro que hacia afuera como escritor y director de cine”, aclara, aunque luego puntualiza que por supuesto que es “sensible al mundo”. “Por eso hice Nuevo Orden, porque tenía desde hacía años la inquietud sobre el rumbo que veía que el mundo iba tomando. Hay películas más introspectivas y otras que reaccionan más al exterior, pero en la mayoría de los casos creo que veo hacia adentro, y también tengo claro que hacer una buena película, con lo subjetivo que eso es, ya es una tarea mayúscula como para encima tratar de contribuir a cambiar al mundo o pasar algún mensaje. Eso nunca ha sido mi intención”, zanja.
Hace poco, Michel Franco decía en una entrevista que le aconsejaron no rodar con Jessica Chastain, y aclara que lo que le dijeron fue que quizás no era el momento concreto, ya que este iba a ser el primer papel de la actriz tras ganar el Oscar y que podía “ser una locura”. Dice que nunca le preocupó, porque aplicó su propia experiencia cuando ha ganado premios en festivales como Cannes o Venecia y lo que generaron en él, un estado de alegría y agradecimiento que hacen más fácil el trabajo: “Fue tal cual. Jessica venía completamente satisfecha, contenta, orgullosa. Y aunque no hubiera ganado el Oscar hubiera sido lo mismo. Desde que platiqué con ella la primera vez me di cuenta de que había una persona íntegra, que entendía bien el cine, que no solo es una actriz, sino que entiende todos los aspectos en cuanto a cámara y y guion. Ella entiende que solo es una parte en el proceso. Es maravillosa”.
Su cine va a contracorriente del que producen en masa las plataformas, Michel Franco lo sabe pero piensa que esto “no es nuevo”, sino que “simplemente se ha agudizado”. Cree que el ciclo de una película cada vez es mas breve, pero que esto ya pasaba hace mucho, y recuerda como con 15 años Forrest Gump le aburrió muchísimo y sin embargo le encantó Pulp Fiction: “Las dos las vi a los 14 años cuando salieron al cine y me acuerdo muy bien de compararlas y entender qué es lo que a mí me interesaba, y de fascinarme por el cine de Buñuel, o por El cielo sobre Berlín, de Wim Wenders. Nunca vi el cine como un medio para contar historias. El cine es algo mucho más elevado, y por eso no trabajo para estudios o plataformas y he luchado siempre por mantener mi independencia como productor”.