“La monarquía puso límites a la democracia que empujó con sacrificio el pueblo”
2 de junio de 2014. Casi 39 años después de llegar al trono, el rey Juan Carlos dejó la corona en manos de su heredero. Según Mariano Rajoy, por entonces presidente de España, se inició un proceso sucesorio con “absoluta normalidad institucional”. Sin embargo, aquel tránsito no estuvo exento de convocatorias y protestas que todavía hoy, a las puertas del 40 aniversario de la Constitución, continúan presentes. Y que, según parece, continuarán.
La obra El Rey, que ya fue representada en Teatro del Barrio de Madrid un año después de la abdicación de Juan Carlos, vuelve ahora en forma de película después de obtener más de 50.000 euros para la realización del largo. ¿La intención? Reflexionar sobre la historia reciente de España a través de los “fantasmas” del monarca: Franco, Adolfo Suárez, Felipe González o Juan Luis Cebrián, entre muchos otros personajes clave para la Transición y para la España actual.
De esta forma, el director y actor Alberto San Juan se une a Luis Bermejo y Willy Toledo para crear un largometraje que, según este, tiene dos pretensiones: entretener y participar en un debate político permanente. No sentando ninguna cátedra sobre el asunto, sino compartiendo interrogantes.
Por ahora no está funcionado mal. El Rey, que el próximo sábado se proyecta en la Cineteca de Madrid en el marco del festival Márgenes, agotó sus entradas en 10 minutos. Pero no será la única oportunidad, de ver la película. El miércoles 28 se podrá ver en los cines Golem de la capital y también llegará a las salas de Barcelona, Bilbao y Pamplona.
Ya sea a través de asambleas o consultas simbólicas, vemos que la monarquía no está viviendo su mejor etapa. ¿Para qué sirve actualmente?
La monarquía española actual tiene una enorme responsabilidad en los graves déficits que vivimos: la ausencia de la participación popular, más allá de votar cada cuatro años, la borrosa separación de poderes o los privilegios de los grandes propietarios que fueron la razón de ser de la dictadura y en gran parte se han mantenido como el factor determinante en la democracia posfranquista. Lejos del relato oficial, que afirma que Juan Carlos trajo la democracia a España, lo que hizo fue ponerle límites a la democracia que venía empujada con enorme sacrificio por el pueblo español.
El fin de la dictadura se debe a una movilización popular antifranquista sostenida en el tiempo a lo largo de 20 años, y esa movilización popular tenía unas aspiraciones democráticas mucho más profundas de lo que luego hemos conocido.
De hecho, en el CIS ni siquiera pregunta por la valoración de la monarquía. ¿Cuál cree que sería el resultado si se realizara un referéndum oficial?
Está censurada desde que la opinión de la monarquía ha caído en picado. Yo en esta cuestión de qué pasará con la monarquía me ciño a las palabras de un experto como es Jaime Peñafiel, que hace poco en una entrevista dijo que no le daba más de seis u ocho años al reinado de Felipe VI y afirmaba que Leonor nunca reinaría.
La obra teatral se estrenó en teatros en 2015, un año después de la abdicación del Juan Carlos I. El tema sigue dando de qué hablar, pero por otra figura: su hijo. Parece que ni los vídeos del “rey en la intimidad” han logrado restaurar la simpatía por la corona.
Bueno, eso lo ha empeorado todo [risas]. Cada paso que dan lo empeoran. El sistema que las élites de referencia del momento acuerdan en el 78 hace aguas por todos lados y es insostenible hoy. Agoniza lentamente como en su día lo hizo la restauración de Cánovas. Su cadáver puede caminar durante un largo tiempo, pero el problema es que no tenemos ninguna garantía de que lo que le vaya a suceder sea un sistema más progresista ni una democracia más avanzada
Hay señales peligrosísimas de cómo se están extremando los partidos de derecha en España. De cómo se está extremando el PP con Pablo Casado al frente o cómo Ciudadanos, que quiso aparecer como partido de centro, está también extremándose a la derecha, ambos acompañados de VOX. Son señales muy preocupantes.
En la obra también se ataca a la supuesta democracia que vino después del franquismo. “Partidos políticos, pero más de dos pueden ser muchos”, dice Juan Carlos. ¿Se ha solucionado en nuestros días?
Eso lo ha repetido Casado hace poco. Argumentó que lo ideal en una democracia para la gobernabilidad y la estabilidad es que haya dos grandes partidos y ya está. El sistema que se inventó Cánovas les gusta mucho.
Eso se ha roto, lo que pasa es que sigue habiendo dos grandes bloques. La pluralidad no ha aumentado demasiado, la verdad. Ahora la derecha en vez de ser solo el PP es PP, Ciudadanos y Vox. También está el PSOE, que siempre enarbola el discurso de la izquierda, pero luego ha hecho políticas neoliberales durante todo el tiempo. Está en un terreno que nunca se define pero que a la hora de la verdad siempre defiende al capital.
Luego tenemos a Unidos Podemos, que ocupa el espacio que antes representaba Izquierda Unida con una fuerza muy superior. Creo que con todos sus defectos es, desde el punto de vista democrático, hoy en día es una irresponsabilidad no apoyar a Unidos Podemos. Y yo soy muy crítico con Unidos Podemos, sobre todo con su organización interna. Se parece demasiado al resto de partidos en la ausencia de democracia interna y en la organización vertical, pero con todo creo que si se defiende la democracia es una irresponsabilidad no apoyar a Unidos Podemos sin pensar que ellos por sí solos vayan a solucionar nada. Sin una sociedad civil bien organizada por sí misma al margen de las instituciones no ha democracia ni cambio posible.
En la película no solo vemos la influencia de la política, también de personas procedentes del catolicismo, de los bancos y de las empresas privadas. ¿Seguimos bajo el dominio de estos?
Hay un poder que ha mutado muy poco en su esencia desde el franquismo, y es el de los principales núcleos del poder económico. En la España de los años 40, mientras el país se moría de hambre, los bancos más fuertes que hoy forman parte del grupo BBVA y del Santander multiplicaron sus beneficios. Y yo creo que este es el verdadero problema de la memoria histórica, que toca los intereses de los más poderosos de este país. La riqueza concentrada hoy en el entorno de la banca, de las eléctricas o de las constructoras tienen una relación directa con el genocidio franquista. Parece una afirmación muy salvaje, pero creo que es objetiva.
Entonces, ¿fue la Transición una oportunidad perdida para cambiar la España actual?
Los acontecimientos se desarrollaron así porque hubo una serie de estructuras de poder que hicieron que así fuera. La posibilidad de elegir la forma de Estado se nos fue negada al pueblo español al incluir la figura del rey en la Constitución, o lo tomas o lo dejas.
Las cosas podían haber sucedido de otra manera, por supuesto, y se dieron así porque quienes querían que así sucediera ganaron. Cualquier democracia por pobre e injusta que sea es mejor que una dictadura sanguinaria, pero eso no la hace buena. Por eso, no entiendo a quienes por comparación por el franquismo defienden esta democracia como si no hubiera que tocarla.
Se supone que es una pesadilla de Juan Carlos I, pero en realidad, tal y como se desarrollaron los acontecimientos, ¿no es esta la pesadilla de otros?
No creo que el epílogo de la vida de Juan Carlos I esté siendo precisamente feliz, porque ha pasado de ser un héroe nacional a ser una especie de proscrito. No saben muy bien qué hacer con él en las celebraciones ni dónde colocarlo. Supongo que eso es duro para un hombre que ha estado acostumbrado a ocupar la cima de la montaña y de repente se encuentra en el sótano de la historia, por muchos esfuerzos que hagan para reivindicar su imagen.
En una escena, Juan Carlos se traga una bandera franquista para “reinar según los principios del régimen”. Como demostró la polémica con Dani Mateo, hoy tampoco se pueden hacer muchas bromas con la Rojigualda.
La minoría social privilegiada en España, la de los grandes propietarios y sus servidores en las instituciones, han encontrado en el independentismo catalán la excusa para poner freno a la caída del régimen. Han visto en la defensa de la unidad nacional y de la bandera española la forma de ocultar la realidad social conflictiva de este país, que es la desigualdad social, la pobreza, la precariedad, la falta de democracia… etc. No sé por qué nos emociona tanto un trozo de tela con unos colores y estamos dispuestos a pegarnos por eso, y no a pegar a los banqueros porque nos roben. Este es un problema que quizá algún psicólogo social podría explicar.
El caso Nóos, las matanzas de elefantes, las supuestas amantes… Después de todo, ¿qué cree que provocó la abdicación del rey Juan Carlos?
Creo que fue el 15M, la reacción social del pueblo español a la crisis económica. De pronto se dijo 'no nos representan', y ahí estaba incluida la clase política, pero también el jefe de estado, que es el máximo representante institucional. Entonces, a ese contexto se le suma Botsuana, Nóos y la aparición de Podemos y su entrada en las elecciones europeas. Eso provocó que pusieran un cortafuegos consistente en quitar a Juan Carlos y poner a Felipe, pero yo creo que no está funcionando muy bien.