En 1985 un suceso en los periódicos dejó a todo el mundo con la boca abierta. Ni el guionista más 'colocado' hubiera podido escribir semejante noticia. Un oso de 80 kilos de peso había sido encontrado muerto… por sobredosis. El animal había descubierto una de las 80 bolsas de cocaína (unos 135 kilos) que un narcotraficante había dejado caer en una zona boscosa de Georgia desde una avioneta. Él se había lanzado junto a la droga para recogerla posteriormente, pero su paracaídas no se abrió y murió en el acto. También dejó un reguero de cocaína que fue encontrado y devorado por el oso. La policía inició la búsqueda de las bolsas, y la autopsia del plantígrado confirmó que la cantidad ingerida e inhalada había sido suficiente para acabar con su vida.
La idea era tan sorprendente que parecía escrita para ser la sinopsis de una película. Y así fue. Pero en Hollywood decidieron que, para hacerla menos dramática y más delirante, el oso no moriría de sobredosis, sino que se 'colocaría' hasta convertirse en un animal sanguinario y despiadado que acabaría con todo lo que se cruza por delante. Con semejantes mimbres, la solución irremediable era hacer una comedia desenfrenada que no se tomara en serio y apostara por la mala leche y la irreverencia.
Eso es lo que ha intentado hacer el guion Jimmy Warden que ha dirigido Elizabeth Banks —que venía de dirigir la secuela de Dando la nota y la decepción de taquilla del remake de Los ángeles de Charlie—: tomar el suceso para hacer un filme que se ríe de su propia premisa y convertirse en un filme salvaje y divertido. El problema es que se cree más gamberra y provocadora de lo que realmente es. Lo más loco y provocador de Oso vicioso (divertida traducción del original Cocaine Bear, cuya traducción literal sería Oso ‘encocado’) es su propia sinopsis, y eso ya venía del suceso original. La película no es tan divertida como debiera, ni tiene la mala leche que apuntaba, ni es tan irónica ni negra como parecía. Finalmente, es una decepcionante comedia gore que se agota nada más empezar.
Acierta Elizabeth Banks en dejar claro el tono paródico de la propuesta, con una primera escena donde se ve cómo el oso ataca a dos montañistas tan asquerosos que el espectador desea que el animal los despedace sin piedad. También al mostrar ese mosaico de personajes idiotas (alguno demasiado) entre los que hay narcotraficantes sádicos (Ray Liotta en uno de sus últimos papeles), otros de buen corazón (Alden Ehnreich), guardabosques salidas (una Margo Matindale que es lo mejor del filme) y madres coraje que buscan a su hija perdida en el bosque (Keri Russell riéndose de sí misma). Por desgracia, no hay ninguno especialmente carismático, ni siquiera aquellos con los que el espectador debía empatizar. Al final, uno va en el equipo del oso y tampoco importaría si los come a todos.
Había material para hacer algo desenfrenado. Un oso 'enfarlopado' y muchos protagonistas perdidos por la montaña es suficiente para crear un buen despiporre, pero Oso vicioso peca de una estructura que no deja de repetirse. El espectador básicamente asiste a set pieces donde el oso va colocándose cada vez más y se va encontrando con diferentes personajes a los que ataca de forma brutal. Son sus escenas gore lo mejor de la película. Elizabeth Banks se las ha apañado para que un oso pueda matar de diferentes formas, todas sangrientas, pero sin tomarse en serio y tremendamente originales. Las risas vienen más por el exceso de hemoglobina que por el humor, como demuestra esa persecución del animal a una ambulancia que es tan delirante como divertida y uno de los mejores momentos del filme. También acierta Banks en el uso de la música, con muchos éxitos ochenteros que subrayan la estética y el tono paródico de la película.
No es suficiente cuando lo que no acompaña es el humor. Demasiado blanco, nada afinado, demasiado repetitivo. Una película que debería ser frenética y llena de ritmo, pero sin embargo llega ahogada a su final a pesar de su duración de hora y media. Hay momentos provocadores como ver a dos niños de 10 años probando cocaína y sintiendo sus efectos, y otros divertidos como las primeras ‘esnifadas’ del oso, que comienza reaccionando de forma divertida para acabar volviéndose violento e impredecible.
Demasiado poco. Una decepción, sobre todo teniendo en cuenta el potencial de la propuesta y quiénes se encuentran en la producción: la dupla creativa formada por Phil Lord y Christopher Miller, responsables de las mejores películas de animación recientes, como Los Mitchel contra las máquinas o Spider-Man, un nuevo universo; pero también directores de dos de las mejores comedias gamberras de los últimos años, Infiltrados en clase e Infiltrados en la universidad, donde sí supieron encontrar la mezcla perfecta entre humor soez e irreverente, algo que aquí solo apuntan en sus mejores y escasos momentos.
Uno esperaba que este Oso vicioso se pareciera más a Sharknado o incluso a la versión de Piraña que se sacó de la manga Alexander Aja en 2011, pero nunca sueltan el freno de mano: siempre va con miedo a despendolarse del todo y eso se termina notando. Si haces una película sobre un oso que se mete cocaína solo tienes una opción: ir a por todas, y aquí no lo han hecho.