Hay recuerdos que con el paso del tiempo parecen inventados. En la recreación de la adolescencia de Paolo Sorrentino, su gran familia napolitana es estridente y está llena de personajes caricaturizados, él está enamorado de la voluptuosa tía Patrizia y un partido de Maradona le salvó de morir en el escape de gas que acabó con la vida de sus dos padres. La diferencia es que nada de esto es ficción. El Sorrentino de 51 años desnuda a su yo de 16 en The Hand of God, la nueva película del director de La gran belleza y The Young Pope.
Decía Fellini que el cine no sirve para nada. Tan solo nos distrae de la realidad. Quizá por eso el italiano ha relatado el año más traumático de su vida con mucho humor y exceso. La figura del padre revive de la mano de Toni Servillo, su compañero inseparable. “Ha sido un acto de amor recíproco”, desvela Sorrentino en la habitación de un hotel de San Sebastián. Pero también de confianza, porque el actor no recibió nada de información sobre el hombre al que iba a interpretar. “Yo no era capaz de explicarle quién era mi padre, así que se lo ha inventado y el resultado es estupendo”, admite el cineasta.
“Corro el riesgo de que a la gente no le importe un comino mi vida ni lo que le estoy contando. Pero sigo pensando que soy valiente en mi cine”, dice, aunque reconoce que es la película que menos le ha costado escribir. “A diferencia de otras en las que no sabía qué inventarme, esta ha sido fácil, porque hasta cierto punto me estaba estancando en mi propio estilo”, cuenta. Respecto a enfrentarse a su propio dolor, lo define como “necesario”: “Llevo 35 años hablando de mi pérdida y necesitaba dejar de hacerlo”.
Mientras que el recuerdo de su madre es vívido y en la cinta aparece como la típica mamma italiana, que gasta bromas a todo el mundo y se pasa el día en la cocina, la figura del padre “es misteriosa”. Pero ni uno ni la otra son los protagonistas del filme. Ese papel está reservado para Maradona, el Dios al que rezaron todos los napolitanos en los años 80. El documental de Asif Kapadia ya narró esta etapa de forma brillante desde el punto de vista del futbolista argentino. Ahora Sorrentino lo cuenta desde la grada como uno de esos chavales a los que la llegada de su ídolo les cambió la vida. E incluso se la salvó (de manera literal).
Las referencias religiosas no son casuales. Es la temática que atraviesa la obra del director y la figura de Maradona es perfecta para incluirla en ese imaginario. “No llegó a Nápoles, se apareció. Se materializó. No había fotos de Maradona aterrizando en el avión como del resto de jugadores. La primera vez que lo vi con mis propios ojos surgió de una gruta en el estado San Paulo, como Jesús. No habíamos visto nada así. Cuando Maradona quería escapar de la presión de los hinchas napolitanos, daba vueltas por la ciudad en un coche muy pequeño, en un Panda, cuando podría haberlo hecho en un Mercedes. Él también murió y resurgió. Hay muchas similitudes entre Maradona y el Divino”, recuerda.
No es solamente una cuestión deportiva, sino política. “Nápoles era una ciudad con muchos problemas y con enormes dificultades: había sufrido un enorme terremoto y la Camorra y la mafia dominaban la ciudad. Era una metrópoli muy peligrosa”, explica Sorrentino. “La llegada de Maradona nos devolvió la alegría de vivir, la esperanza y la libertad. Hizo saltar por los aires esa capa de asfixia que rodeaba la ciudad. El momento histórico de la llegada de Maradona fue como la de los norteamericanos después de la Segunda Guerra Mundial: liberador para el pueblo”, compara el director.
Como el Sol, Maradona es el único astro capaz de ponerse tras su ocaso y de eclipsar su pasado más oscuro, que en este caso coincide con su etapa en el equipo del sur de la bota. Al “mejor futbolista de la historia” se le perdonaba todo en Italia, incluida su relación con la mafia napolitana, sus adulterios y su gusto por la droga. “Es algo casi religioso. Jesucristo vivió con todas sus debilidades y Maradona también. El Dios que yo amo es cercano y tiene imperfecciones porque se parece a todos nosotros. Y Maradona es muy parecido a ese dios”, vuelve a justificar.
Desvela que su muerte le afectó bastante porque hizo “esta película para que él la viera”. “Me pesa mucho no haber llegado a tiempo”. Al fin y al cabo, ver a Maradona fue la única razón por la que aquel año no acompañó a sus padres al fatal viaje del que no regresaron. “Ha sido la mano de Dios”, le dice su abuelo en el filme. Esa frase y ese gesto se han convertido en el germen de la película y la razón por la que sus amigos le insistían en que debía contarlo.
La polémica con el cuerpo femenino
Pero la película no gira entorno a Maradona sino a Fabietto, el adolescente que Paolo fue algún día. No ha necesitado imprimirle ningún rasgo especial porque es un chaval de clase media de Nápoles como cualquier otro y porque lo interesante es que vemos todo a través de sus ojos. “¿Por qué te quedas ahí mirando? Porque es lo único que sé hacer”, resume el personaje.
Fabietto adora a Maradona, escucha a su madre, juega al fútbol, está siempre pegado a su walkman y se queda embobado con las mujeres atractivas. Y este último ha sido el punto controvertido de la película.
El cuerpo femenino es mostrado y analizado en circunstancias atípicas, en especial a través del personaje de la tía Patrizia, voluptuosa y espectacular como una suerte de Sofía Loren. En una escena la mujer está sentada al borde de la cama y se le cae el tirante del vestido por debajo del pecho frente a la mirada lasciva de Fabietto y su padre. En otra, se pone a tomar el sol desnuda completamente en la cubierta del barco en el que viaja toda la familia napolitana, que reacciona patidifusa. En el relato de Sorrentino es la figura intocable que despierta por primera vez el deseo sexual del adolescente.
“Esta película está ambientada en los años 80 y esa era la cultura que había respecto al cuerpo femenino. Me he sentido libre de representar lo que estaba aceptado en aquellos años”, responde el director. Respecto a la polémica, cree que “la sociedad está condicionando mucho la libertad del artista” y que el feminismo “como pasa siempre con todos los grandes movimientos sociales, aportan cosas muy positivas pero luego tienen pequeños detalles que pueden limitar la libertad”.
Fue la mano de Dios llegará a Netflix las próximas navidades. Es la primera toma de contacto del cineasta con su Nápoles natal, pero promete que no será la última.