Nadie podía imaginar en Chile que una subida de 30 pesos en el precio del metro iba a provocar una revuelta que dejaría el panorama político y social patas arriba. Lo que no entendieron es que no eran solo 30 pesos, sino que, como gritarían posteriormente en las manifestaciones, se trataba de mucho más, exactamente de 30 años. 30 años de maltrato de los diferentes gobiernos, 30 años de desigualdades, de leyes injustas, machistas y clasistas. Aquellas manifestaciones de 2019 fueron la chispa de una revolución que nadie esperaba, ni siquiera Patricio Guzmán, uno de los grandes documentalistas del cine de las últimas décadas, y cronista de su país.
Guzmán retrató, en su imprescindible trilogía La batalla de Chile, los acontecimientos que llevaron de la victoria de Allende al golpe de Estado de Pinochet. El propio director fue detenido y tuvo que huir de allí, llevando consigo la copia de una obra capital del cine documental y del país. En el mismo estadio donde él estuvo apresado fue donde se votó la Asamblea Constituyente que llegó gracias a esa revolución nacida en 2019 y que culminó con la victoria de Boric. Una revolución que nunca pensó que viviría y que ahora ha retratado en Mi país imaginario, que ya se puede ver en cines. “Realmente no, porque pensábamos que la dictadura de Pinochet iba a durar mucho más aún. Digamos que el territorio chileno sigue siendo un campo de batalla entre derecha e izquierda que ha durado eternamente, por ahora”, cuenta el realizador de 81 años por teléfono.
Él mismo creía que “el fenómeno del metro era otra manifestación más, pero no que llegara hasta el punto de suspender todo el aparato del metro en Santiago, que es una ciudad enorme, ni de arrasar con las instalaciones y que una semana más tarde el fenómeno arrastrara a 1.200.000 personas a la calle”. “Fue espectacular. Sin líderes, sin jefe, sin programa, sin perspectiva. Simplemente la gente salió porque estaba cansada de soportar un Gobierno que no satisfacía sus más elementales necesidades. Y esto generalmente se produce con un movimiento, con dirigentes y con partidos de masas. Aquí se produjo de masas, pero sin nadie detrás. Este fenómeno en único”, dice emocionado.
En Mi país imaginario todos los testimonios son de ellas. De las mujeres que salieron a la calle, que revolucionaron el país, que pidieron tomar la decisión sobre sus cuerpos y sus elecciones. No hay ningún hombre que hable a cámara. “Hace tiempo que en Chile las mujeres se organizaron muy bien políticamente. Empezando por las mujeres que protestaron contra los desaparecidos, y a partir de ahí el papel de la mujer nunca dejó de estar presente. Y bueno, ahora estamos con la cuestión de volver a reconstruir Chile, de volver a hacer que las dos grandes corrientes se unan o al menos se toleren o que trabajen juntas para construir en el futuro de Chile”, dice Guzmán, que cree que ese futuro pasa por las mujeres y que confía en que “se va a conseguir”.
Es curioso que varias de esas jóvenes digan que no tienen ideología, algo que Guzmán notó en estas manifestaciones. Una ausencia de ideología que puede ser aprovechada por la extrema derecha si la izquierda no convence con medidas, ahora que ha alcanzado el poder. Una opción que Guzmán cree que “es probable” y que califica como un “peligro latente de esta revuelta”. “Vamos a ver qué pasa. Hay que tener confianza en que el movimiento encuentre una salida más, con más futuro. La derecha siempre va a remar para su costado y realmente no tiene soluciones claras. Ellos hacen mucho ruido y ahora tienen influencia en la opinión pública. Pero se les van a acabar los argumentos y nuevamente la ola de protesta, que es una ola real de problemas que no se han solucionado durante años, volverá a tomar fuerza”.
El cine documental es una especie de caja de resonancia del pasado más reciente para proyectarlo hacia el futuro. El cine documental nos coloca frente a nuestros problemas
El documental termina con la victoria de Boric, al que Guzmán califica como “una persona competente que está acompañada por un gran grupo de juventud dispuesta a llegar hasta el final, es decir, seguir trabajando para construir un futuro más interesante para un país como Chile, que es un país espléndido”. “Yo creo que, con suerte, va a conseguir lo que quiere. Naturalmente, puede pasar cualquier cosa. Estaremos siempre dispuestos a asumir el presente como venga. Pero yo creo que es una persona que sabe distinguir, que tiene más matices”, opina.
Hay un testimonio en Mi país imaginario que ahora suena premonitorio, el de una jugadora de ajedrez que dice que no cambiar la Constitución sería un palo enorme para el cambio. Parece que leía el futuro. A Guzmán le preocupa mucho “que la opinión pública haya cambiado tanto en tan poco tiempo” y califica la votación como “un pequeño desastre políticamente”. “Pero por otra parte, si Boric continúa, trata de hacer lo posible por sortear esta dificultad y sigue adelante buscando soluciones en común con los otros, vamos a ver cómo le va”, apunta con un rayo de optimismo.
Un cine que muestra la importancia del género documental, que “trata, justamente, de la memoria”. “El cine documental es una especie de caja de resonancia del pasado más reciente para proyectarlo hacia el futuro. El cine documental nos coloca frente a nuestros problemas grandes que tenemos como país, como personas, como grupo. El documental es una opinión muy personal de cada uno de nosotros y queda guardado para siempre en la memoria chilena. La gente se olvida de las películas de ficción, pero los documentales quedan ahí, machacando siempre”.