Durante casi tres años, de 2012 a 2015, Juan Diego Botto subió al escenario cada noche para hablar de exilio e inmigración. La obra se llamaba Un trozo invisible de este mundo, y en ella, Botto se desgarraba para contar, entre otras, la historia real de Samba Martine, una mujer congoleña que murió tras pasar 40 días en el Centro de Internamiento para Extranjeros de Aluche. Miles de personas pasaron por las butacas de las Naves del Español en Madrid y se emocionaron con unos testimonios que ponían el foco en las terribles políticas migratorias españolas y sus consecuencias en personas que los telediarios trataban como simples números.
Una de esas personas que se conmovió con el trabajo de Botto fue Penélope Cruz, amiga del actor desde que rodaron La celestina en 1996. Desde entonces no habían vuelto a coincidir en una película. Cuando terminó la función, Cruz se acercó y le pidió que escribiera algo para “hacer juntos”. Le propuso una historia sobre “los celos”, y Juan Diego Botto le prometió que lo haría. “Intenté escribirla, pero no me salió. Lo que sí me salió fue una escena en la que una pareja discutía por celos la noche antes de su desahucio. Eso sí me gustó. Había algo en la angustia de esa pareja”, recuerda el actor y director en conversación con elDiario.es.
Aquella petición, en caliente tras una obra de teatro, se materializó en el guion de En los márgenes, su debut en la dirección cinematográfica que se estrena en cines el 30 de septiembre tras lo que será su paso a competición por la sección Horizontes del Festival de Venecia y en Perlas en San Sebastián. Juan Diego Botto escribió el libreto junto a la periodista de elDiario.es Olga Rodríguez. Fue ella quien le llevó a conocer a “un montón de gente de movimientos sociales afectados por el tema de la vivienda”. De una historia de celos a una mirada poliédrica que no solo habla de desahucios, sino de las consecuencias personales y emocionales de una crisis que arrasó con todo y que todavía sigue dejando a cientos de personas sin un hogar.
Tuvieron claro que ese guion debían escribirlo juntos y que la materia prima del que debía nutrirse era la realidad y el periodismo. “Hubo un reportaje que publiqué en elDiario.es en el que hablaba con dos educadoras sociales y contaban cosas alucinantes, y en un momento dado una de ellas decía, 'esto es una guerra sin balas'. Contaban la situación de gente precaria que ya ni pedían dinero para tener luz, sino que directamente pedían velas. Ese reportaje a Juan también le inspiró y hubo un momento en el que dijimos, vamos a escribir este guion juntos”, recuerda la periodista, que explica que el personaje de Penélope Cruz, una mujer con un hijo que afronta las 24 horas antes de que sean desahuciados, es un compendio de “20 o 30 mujeres” que han conocido en el proceso de investigación y documentación del filme.
“Gran parte, o la mayor parte del trabajo fue de alguna manera periodístico. Yo me dejé llevar al terreno de Olga, porque pasamos mucho tiempo con los afectados y con las afectadas, conociendo sus historias, y esas historias me iban llevando a otras historias. Olga me decía, 'tienes que conocer a Fulanito, debes conocer a menganito', y eso nos llevaba a otro tema. Toda esa inmersión de años, de empaparnos de esas historias, fue haciendo que naciera la colaboración de forma natural”, apunta Botto sobre este libreto escrito a cuatro manos.
Gran parte del trabajo fue periodístico. Pasamos mucho tiempo con los afectados y con las afectadas de desahucios, conociendo sus historias
Su homenaje a todas esas historias que conocieron está presente en la película, que incluye a personas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, periodistas como Juan Carlos Mohr, que siempre acude “con su cámara de fotos y vídeo a documentar los desahucios”. “Aparece medio segundo, nadie se va a dar cuenta de que es él o de que quienes están en determinadas escenas son personas afectadas de verdad, pero creíamos que tenía un componente simbólico que era importante. O que aparezca Mercedes Revuelta, una activista que lleva muchos años comprometida con esto y que aparece como secretaria judicial que viene a desahuciar a una familia”, desvela el director.
Las cicatrices emocionales
Los dos guionistas de En los márgenes subrayan que es una película de los desahucios en cuyo corazón habita una idea más amplia: “Cómo una crisis económica afecta a las relaciones personales”. “Una situación de estrés económico violenta las relaciones afectivas, y eso es inevitable y lo hemos visto en todos los casos que hemos conocido que tienen problemas de vivienda, porque en el núcleo de todo, está el tema de la vivienda”. Ese sería un primer pilar. El segundo: las mujeres.
Aunque hay tres historias principales, protagonizadas por Penélope Cruz, Luis Tosar y Adelfa Calvo, “en el corazón es una historia de mujeres y sobre todo, una historia de madres”. Olga Rodríguez subraya que “son las mujeres las que se encargan de mantener viva la llama de lo afectivo”, y que cuando uno se acerca a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, se da cuenta de que “son, fundamentalmente, mujeres”. “Los afectados también son hombres, pero lo suelen encarar de otra manera. A los hombres se les exige, teóricamente, tener una vida de éxito, ser los que sostienen a la familia, y cuando no pueden hacer eso porque las dificultades de la vida se lo impiden, pues muchas veces se derrumban por completo, y ahí es cuando emergen ellas. Sosteniendo a la familia, luchando, creando tejido social, creando comunidad y no rindiéndose, intentándolo hasta el final”.
En estas situaciones es cuando las mujeres emergen. Sosteniendo a la familia, luchando, creando tejido social, creando comunidad y no rindiéndose
El maestro del cine social, Ken Loach, siempre responde a las acusaciones de hacer un cine tremendista y excesivamente dramático que si escucharan algunas de las historias reales que hay en la calle no dirían lo mismo, y que incluso rebaja sus guiones para resultar verosímil, algo que confirman Juan Diego Botto y Olga Rodríguez. “Si hubiéramos reflejado las historias que nos relataban no hubiera sido creíble. La realidad muchas veces no resulta verosímil porque supera tanto los parámetros de lo que consideramos posible…”, asegura el director, que confiesa que también se vieron “obligados a rebajar el guion”.
Ponen el ejemplo de una de las historias que les inspiraron, la de Richard, que ha llevado su caso a las Naciones Unidas, que le ha dado la razón, y que participa en una escena. El mismo día que rodaron con él, le llegó una nueva notificación para desahuciarlo. Era la novena. “De repente se paró todo y todos los compañeros le abrazaron. Fue un momento muy brutal y muy emotivo, donde aquello que estábamos contando se cristalizó en la persona de Richard”, recuerdan ambos.
Un proyecto difícil
Las consecuencias de la crisis y los desahucios no es algo que suela centrar la ficción realizada en España. Por eso fue crucial que Penélope Cruz se involucrara desde el principio. No solo como actriz e iniciadora del proyecto, sino como productora junto a Álvaro Longoria, que también se apuntó pronto a esta aventura. Pero no fue fácil. “Costó mucho”, reconoce Juan Diego Botto. “Primero tuvimos un periodo muy largo de construcción del guion, que además fue más largo por todo este tiempo de inmersión e investigación. Luego, una vez que tuvimos un guion aceptable, estuvimos haciendo versiones y versiones y, evidentemente, hubo gente que no la quiso. Hubo productoras y televisiones que no la quisieron. Cuando Penélope se involucró más y encontramos a Longoria, que se volcó con el proyecto, a partir de ahí fue todo más fluido”.
El material de En los márgenes parecía susceptible de acabar siendo un documental, y de hecho ambos reconocen que se han quedado con las ganas de hacerlo y que tienen material suficiente para ello, pero que primero toca parar. Además, “una ficción puede llegar a lugares más amplios y mover otras cosas”. Al descanso le tocará, irónicamente, esperar. A Juan Diego Botto le queda una temporada promocional que arranca en Venecia, pasa por San Sebastián y, puede que también por los próximos Goya. Todo sin renunciar al teatro, donde sigue representando ese Lorca que le ha dado todos los premios posibles en Una noche sin luna, otro trabajo donde demuestra que solo entiende el arte desde el compromiso político.