Por qué Pere Portabella es el cineasta español más importante junto a Buñuel y Almodóvar
Si paran a alguien por la calle y le preguntan por los tres cineastas más importantes de la historia del cine español, los dos primeros se repetirían sin ninguna duda: Luis Buñuel y Pedro Almodóvar. Para concluir la terna habría más dispersión. Seguramente muchos apostarían por Luis García Berlanga, otros por Carlos Saura, incluso alguno mencionaría el nombre de cineastas que no pudieron desarrollar su carrera plenamente por su muerte prematura como Iván Zulueta; o cuya carrera se limita a unas cuantas películas, como Víctor Erice. Por desgracia pocos se acordarían de Pere Portabella, productor y cineasta sin el que el cine español (y la historia reciente del país) no sería el mismo.
Por hacer un resumen, Portabella fue el primer productor que apostó por Saura, con el que hizo Los golfos, y fue una de las personas que levantó Viridiana, única Palma de Oro del cine español. Una obra que cabreó tanto al Vaticano y al franquismo que Silvia Pinal y los productores mexicanos tuvieron que huir con la copia para que no fueran todas quemadas y una de las obras maestras de la historia del cine acabara reducida a cenizas.
Solo por esos dos hitos su carrera debería ser reconocida, pero aun hay más. Fue el segundo cineasta español en tener una retrospectiva en el MoMa de Nueva York, y sus trabajos rompieron cualquier norma establecida. Él trajo las vanguardias al cine español en filmes como Nocturno 29, Umbracle o Cuadecuc vampir. Cine sin normas, libre y a contracorriente. Siendo reduccionistas, Pere Portabella podría ser el Godard español. Y como el francés, a su labor como cineasta es imposible quitarle su compromiso político: fue uno de los responsables del regreso de Tarradellas a Cataluña tras la dictadura, senador en la Legislatura Constituyente y diputado en el parlamento catalán.
Portabella ―que pertenece a una familia a la que llegó una herencia millonaria con origen en Danone― produjo el cine más arriesgado durante el franquismo, dirigió el cine más libre en la Transición, y creó dos de las películas más importantes del cine político en España: El sopar, sobre los presos políticos del franquismo; e Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública, donde juntaba en torno a una mesa a figuras importantes de la recién estrenada democracia para que hablaran de los asuntos más importantes del momento. Méritos suficientes para que su nombre se estudiara en los colegios, y que sin embargo no tiene ni el Premio Nacional de Cinematografía ni el Goya de Honor.
Para dar a conocer su figura, para reivindicarla y para proyectarla, se ha presentado en el Festival de Venecia Constel·lació Portabella, un documental dirigido por Claudio Zulian y producido por Lluís Miñarro. Un trabajo donde se abarcan todas las facetas del artista y donde expertos en cine y arte valoran su trabajo y lo dejan claro: “Es canon del cine español. Una de las tres figuras más importantes junto a Buñuel y Almodóvar”. Este documental llega el mismo año de la publicación de su libro Impugnar las normas (Galaxia Gutenberg), un volumen que reúne decenas de textos escritos por el autor durante 60 años y que se presentó este verano.
Los motivos, fílmicos, de compromiso político y de coherencia, quedan claros en el filme, que ha tardado seis años en rodarse por un motivo claro. “Bueno, hasta ahora Pere siempre se había negado a hacer un documental sobre su figura, así que ha sido cuando le he convencido. Han sido seis años de producción, de los que un par han sido para convencerle”, cuenta entre risas Claudio Zulian al lado de Lluís Miñarro, uno de los productores que han apostado por un cine radical como el de Portabella.
Es su pensamiento lo que ha trascendido, su coherencia y su manera de libertad, de enfocarse al hecho cinematográfico. Su postura ético-política
Ambos recuerdan esa frase de la película, y creen que quizás la figura del director es “un poco confidencial”. “No es de gran público, pero creo que toda la gente del mundo del cine le conoce y aprecia justamente porque abre el panorama, abre la materia fílmica, abre las posibilidades del cine y se atreve allí donde otros, por lo que sea, no se atreven. Está directamente fuera de lo convencional. Y claro, todos nosotros, como cineastas, apreciamos profundamente el que alguien nos enseñe posibilidades de la materia con la que trabajamos todos los días”, apunta Zulian.
Miñarro señala que Portabella tampoco fomentó “el estar conectado con la industria porque ha ido por libre, es autodidacta y ha hecho su obra al margen de lo que la gente pueda comentar”. “Incluso te diré que él tiene la suficiente, digamos, personalidad como para permitirse eso. Es una persona a la que no le ha faltado de nada, entonces ha podido trabajar con absoluta libertad, ha hecho su legado y ahí está. Y el que quiera, que lo vea y el que no, pues también”, subraya Miñarro.
Él es, sin duda, parte de ese legado, pero cuando se les pregunta por quiénes podrían pertenecer a esa estirpe que ha abrazado el espíritu de Portabella aclaran que “nunca ha tenido seguidores, y tampoco le gustaría”. Luego salen algunos nombres como los de José Luis Guerin, a quien produjo, o Albert Serra, a quien ayudó en varias exposiciones.
“Su posición es tan heterodoxa, tan libre y tan creativa, que sí ha tenido impacto en filmografías de varias personas. En la mía, para empezar”, completa Zulian. Para Miñarro más que influir en algún cineasta, cree que “es su pensamiento lo que ha trascendido, su coherencia y su manera de libertad, de enfocarse al hecho cinematográfico sin tener que escuchar determinadas cosas que le puedan venir de otros campos como las televisiones, los institutos del cine”. En definitiva, “una postura ético-política”.
El cine de Portabella, y volviendo de nuevo a Godard, unió la estética con la política y entendió que hasta un travelling es una cuestión moral. “Había una especie de ecosistema cultural donde se identificaba lo atrevido formalmente y lo experimental con una resistencia antifranquista”. En el documental se le oye decir que no hizo un cine político como tal, ya que nunca ha militado en un partido, pero también que él se alimenta del compromiso político, y que por tanto no tiene que justificarlo, pero también que nunca ha separado su actividad política del cine que hace. Hay política en su fragmentación de la imagen, en cómo juega con ellas; igual que la hay en los filmes más eminentemente activistas de una figura fundamental para entender el cine y la historia reciente.
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