Jane Campion llevaba 12 años sin dirigir una película. Una eternidad para una mujer que abrió puertas y rompió barreras en el cine de las últimas décadas. Fue la primera en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes con El piano, y hasta este año, cuando la logró Julia Ducournau por Titane, era la única. Hollywood no le perdonó que no se plegara a ningún molde, y tras estrenar una película tan provocadora y revolucionaria como En carne viva (2003), la industria le dio la espalda. Aquella obra —que reformulaba un género hipermasculinizado como el thriller erótico desde el punto de vista del placer femenino— fue machacada por una crítica machista que solo habló del desnudo integral de su protagonista, una Meg Ryan que hasta entonces era la princesa de Hollywood y que sacrificó su carrera.
Una industria que permite que una autora fundamental del cine reciente esté más de una década sin rodar —con excepción de una serie— debería replantearse muchas cosas. Ha sido Netflix quien ha dado a Campion un cheque en blanco para que regrese. Lo ha hecho a lo grande. El poder del perro —adaptación de la novela de Thomas Savage— es su mejor película desde El piano. Un filme que desde que pasó por el Festival de Venecia, donde logró el León de Plata a la Mejor dirección, ha logrado todos los premios posibles. Es la película que ha recibido más galardones en la carrera previa al Oscar y es la película que debería arrasar en los premios de la Academia de Hollywood del próximo 27 de marzo.
El poder del perro es, de lejos, la mejor película de las diez nominadas al Oscar. Los gurús de los premios en EEUU hablan de un posible sorpasso de CODA, el clásico filme bienintencionado que consigue que la Academia acabe votando con el corazón en vez de con la cabeza. Lo hemos vivido en los últimos años. Green Book ganó a Roma, y La forma del agua se impuso a El hilo invisible y Call me by your name. Sería una injusticia. El filme de Campion es una obra destinada a perdurar.
A través de esta historia de dos hermanos (vaqueros en la Montana de 1925) cuya relación se ve tambaleada con la llegada de una mujer y, sobre todo, del hijo de esta, Campion construye una revisión del wéstern. La mirada de Campion siempre ha buscado deconstruir géneros y tópicos, pero normalmente se había centrado en el deseo femenino. En El poder del perro es la primera vez que focaliza su historia en los hombres. Lo hace para derribar la masculinidad tóxica, pero también para poner patas arriba un género —el wéstern— construido a partir de un imaginario heteropatriarcal.
En las películas del Oeste solo hay un tipo de hombre. Apuesto, valiente, y muy, muy masculino. Es el tipo de hombre que ha aprendido a ser Phil Burbank, el personaje que interpreta Benedict Cumberbatch en una actuación compleja, contenida y llena de detalles que debería ganar el Oscar a Will Smith. Phil ha ocultado su deseo, su forma de ser y de comportarse para cumplir con lo que se espera de un vaquero. También ha aprendido a oprimir a las mujeres. Una misoginia heredada, incrustada en la sociedad y que despliega con la nueva mujer de su hermano. Es cuando conoce al hijo de esta cuando todo estalla. Es en él donde ve el reflejo de lo que fue, de quien no le dejaron ser. Un chico andrógino, con una sexualidad diferente. Un adolescente sensible, que no anda como un cowboy y que ni siquiera lleva botas de vaquero, sino unas impolutas zapatillas blancas impropias para caminar por la tierra.
Campion se fija en la relación de ellos dos. Una relación que viaja entre lo enfermizo, lo sensual y lo estratégico. Una relación en la que el poder no está siempre donde el espectador piensa. El poder del perro podría haber sido una obra obvia, subrayada. Hasta una historia de amor, un simple remedo de Brokeback Mountain, pero Jane Campion va construyendo su relato con una tensión in crescendo, fijándose en los detalles, evitando lo explícito y envolviéndolo todo con una estética que va de lo homoerótico al thriller sórdido.
El poder del perro vuelve a demostrar que nadie en Hollywood rueda los cuerpos como Jane Campion. Un acercamiento a lo físico que la emparenta con otra autora como Claire Denis, cuya forma de captar el cuerpo masculino en Beau Travail marcó un antes y un después en 1999. La llegada de Benedict Cumberbatch a su escondite secreto, al que accede a través de un árbol, como una Alicia que entra a su país de las maravillas, da rienda suelta a una de las mejores escenas del año. Campion adopta la mirada de Phil Burbank y rueda los cuerpos de los hombres desnudos en el lago con una belleza apabullante. Luego muestra a su personaje masturbándose, pensando en esos hombres. Es la escena donde por primera vez vemos a Phil mostrándose cómo es realmente, y Campion lo hace con una inteligencia y sutileza magistral.
En este juego de poder y contrapoder es fundamental el uso de Campion de todos los elementos narrativos. Desde la excelente banda sonora de Jonny Greenwood, que es capaz de crear tensión con apenas cuatro acordes, hasta la inmensa fotografía de Ari Wegner. Wegner debería convertirse en la primera mujer que gane el Oscar. Nunca una mujer ha ganado en esta categoría, como nunca antes una mujer había logrado ser nominada en dos ocasiones en la de Mejor dirección. Es otro logro de Campion, que no solo ha dejado al wéstern tiritando, sino que no tiene miedo a enfrentarse a quienes la acusan de intrusa.
Es el caso del actor Sam Elliot, que hace unas semanas decía que le parecía que Campion no tenía ni idea sobre “el oeste americano”. “Todos van por ahí con zahones y sin camisa. Hay un montón de alusiones a la homosexualidad a lo largo de la puta película”, añadía. Hace 15 años, Jane Campion seguramente se hubiera callado. No ahora. La industria ha cambiado, y ella ha respondido con contundencia. “Lo siento, ha sido un poco cabrón. No es un cowboy, es actor. El oeste es un espacio mítico y hay mucho espacio en el rancho. Creo que ha sido un poquito sexista”, dijo antes de ganar el premio del sindicato de directores por su trabajo en la película. Las palabras de Elliot demuestran por qué es importante una película como El poder del perro, que le dice a todos esos vaqueros de Texas que su masculinidad es de otra era. Por eso debe ganar todo Jane Campion, porque no nos podemos permitir otros 12 años sin una película de una autora fundamental para entender el cine reciente.