Cuando a finales de noviembre se anunciaron las nominaciones a los Goya, el titular más evidente tenía que ver con Fernando León de Aranoa y El buen patrón. Las 20 categorías en las que este filme aparecía, batiendo su propio récord, no daban la impresión de una cosecha cinematográfica precisamente heterogénea, algo a lo que contribuía la presencia de los sospechosos habituales como candidatos a Mejor actor —Bardem, Gutiérrez, Tosar, Fernández— o, en la terna de Mejor película, figuras tan veteranas como Icíar Bollaín y Pedro Almodóvar compitiendo con Aranoa. Hablar de un posible relevo generacional se antoja difícil pero al menos, en esta última categoría, encontramos un título como Libertad.
Libertad es el debut al largometraje de Clara Roquet. En la gala a celebrarse este 11 de febrero en Valencia parte con seis nominaciones incluyendo Mejor película: Mejor actriz de reparto para Nora Navas, Mejor actriz revelación para Nicolle García, Mejor fotografía para Gris Jordana, Mejor guion original para la propia Roquet… y, claro, Mejor dirección novel. La directora y guionista barcelonesa irrumpe con fuerza en una categoría que este año destaca por la distinción y personalidad de los trabajos candidatos. Todos ellos se revelan como feroces expresiones de lo que sus artífices llevan cultivando desde hace años en formato corto (o documental). Todos ellos certifican un futuro luminoso para el cine español.
Clara Roquet, directora de 'Libertad'
Puestos a hablar de una renovación en nuestra cinematografía, resulta inexcusable detenerse en lo que viene ocurriendo desde hace unos años en Barcelona e inmediaciones. De ahí ha surgido un batallón de directoras que busca su voz entre el costumbrismo y los ribetes autobiográficos: figuras como Carla Simón, Elena Martín, Belén Funes o la mencionada Roquet. En este último caso, el apellido de Roquet se halla estrechamente vinculado al de un nombre propio del cine catalán como es Carlos Marqués-Marcet, con quien coescribió la primera película de ambos (10.000 KM) y Los días que vendrán.
Roquet también colaboró con otra eminencia del cine patrio como Jaime Rosales en Petra, y entre guion y guion se animó a dirigir con su primer corto, El adiós. Hay una línea directa que conecta El adiós con Libertad. Ambos comparten un personaje llamado Rosana, inicialmente una cuidadora boliviana (Jenny Ríos) que ansía cumplir los últimos deseos de su jefa fallecida, en contra de las injerencias de su familia. La historia ya mostraba un gran interés por ahondar en la problemática de clase cuando entra en conflicto con los afectos, y su origen se adscribía a lo que la propia Roquet presenció, de niña, cuando murió su abuela.
Durante el casting de Rosana, descubrió asimismo que muchas de las candidatas habían dejado a sus hijos en sus países de origen para venirse a trabajar a España, y ese fue el germen de Libertad. Su primera y deslumbrante película supone, pues, el final de un largo camino que busca desafiar las convenciones de las historias de autodescubrimiento en la adolescencia. Efectivamente, el personaje de María Morera empieza a comprender el mundo a raíz de su relación con la hija de la cuidadora de su abuela, llamada Libertad (Nicolle García), pero sus descubrimientos acaban teniendo que ver más con Parásitos que con Boyhood.
Javier Marco, director de 'Josefina'
Desde La soledad de la luna, cortometraje de 2011 que describía el día a día de una viuda desconsolada, Javier Marco ha acostumbrado a trabajar con la guionista (que también es su pareja) Belén Sánchez-Arévalo. En los más de diez años transcurridos tras el debut, ambos han puesto en pie múltiples cortos de variados intereses, normalmente impregnados de una actualidad urgente que prestaba contexto a sus narraciones. La crisis económica, por ejemplo, latía en la tragicomedia Tú o yo, donde un matrimonio formado por Pepe Viyuela y Rosario Pardo tenía que competir entre sí por un mismo puesto de trabajo.
Marco y Sánchez-Arévalo se especializaron pronto en el desarrollo de pequeñas viñetas que canalizaran asuntos sociopolíticos de alcance global, como cuando la crisis de los refugiados ejercía de telón de fondo para el muy aplaudido Uno, protagonizado únicamente por Pedro Casablanc y un teléfono móvil. Al mismo tiempo, la polarización de las redes sociales y la doctrina del insulto espolearon A la cara en 2020, y les hizo ganar un Goya a Mejor cortometraje de ficción. Habiendo abrazado el triunfo máximo en su campo, a director y guionista no les quedaba otra que dar el siguiente paso. El resultado es Josefina.
Josefina se levanta sobre un equilibrio complicado. A grandes rasgos, la trama nos presenta a un funcionario de prisiones (Roberto Álamo) que hace todo lo posible, mediando engaño y acoso, por acercarse románticamente a la madre de un interno (Emma Suárez). Marco y Sánchez-Arévalo no buscan tanto denunciar la conducta del protagonista como sostener sobre sus hombros un ambiguo paisaje ético, pleno en silencios y elipsis, que acentúa un interés por la introspección y la masculinidad trágica que ya veníamos rastreando en sus cortos y que aquí se topa con una encarnación tan sugestiva como en absoluto complaciente.
Carol Rodríguez Colás, directora de 'Chavalas'
La niñez y adolescencia de Carol Rodríguez Colás han marcado de forma indeleble su trayectoria audiovisual, y especialmente el lugar donde se desarrollaron: Cornellà de Llobregat, extrarradio de Barcelona. Más allá de que su primer corto, Una comedia romántica, abordara el choque de lo cotidiano con las expectativas amorosas que genera el cine, Carol no tardó en indagar en sus raíces a través de Vella Rosario, donde redescubríamos la capital catalana a través de los ojos de un estudiante extranjero y su carismática casera.
Los orígenes, los cambios a los que te somete el proceso vital y la necesidad de alcanzar un equilibrio entre ambos alcanzaron condición de tesis en el cortometraje que más fácilmente puede entenderse como germen de Chavalas: precisamente uno llamado Superchavalas, de 2017. Tres niñas ejercían de superheroínas en la plaza de su barrio, intentando mantener el crimen a raya poco antes de comprender que dicho crimen no era sino la infancia que llegaba a su fin. La idea de que pocos años después esto también supondría la separación de las amigas cimenta el debut de Colás con el largo, basándose en un guion de su hermana Marina.
El forzado regreso de Marta (Vicky Luengo) a su barrio natal parece atestiguar un fracaso vital y profesional que provoca una mirada condescendiente a las calles, a sus padres e incluso a sus amigas. No obstante, Chavalas promulga la aceptación de lo que nos ha hecho ser como somos, y lo defiende con tanta convicción como frescura transmite el reencuentro de Marta con su pandilla. La química de las actrices es la gran responsable de la experiencia tan encantadora que ofrece Chavalas, y de una de las secuencias más bellas que nos ha dado la cosecha reciente del cine español: aquella en la que todas se van de fiesta por el barrio.
David Martín de los Santos, director de 'La vida era eso'
En una escena de La vida era eso los personajes de Petra Martínez y Anna Castillo —inmigrantes españolas que han coincidido en un hospital belga— se enteran por la televisión de que varios jóvenes han decidido acampar en la Puerta del Sol a modo de protesta. Evidentemente se trata del 15M, y el posible capricho de acotar tan específicamente el periodo en el que transcurre la historia termina no siendo tal. No solo por las inquietudes temáticas de La vida era eso, consagradas a los nuevos comienzos y a los sucesos que lo cambian todo, sino gracias también a un somero vistazo a la trayectoria de su director.
El nombre de David Martín de los Santos empezó a hacerse conocido cuando en 2011, a pocos meses del 15M, estrenó en TVE el documental ¿Generación perdida? examinando las vivencias de una juventud marcada por la precariedad. Este realizador se especializaría en un documental comprometido con las realidades silenciadas, fuera el pueblo cubano en La isla durmiente o las personas desaparecidas en Ni vivos ni muertos. Siendo comunes, pues, los retratos personales determinados por una angustiosa coyuntura económica y social, que alcanzaron su plenitud en la joven pareja protagonista del corto Mañana no es otro día.
Estos retratos también se distinguían por una empatía militante, que entregaba espacios enormes y pacientes para que los sujetos se expresaran. Es, ante todo, lo que caracteriza a La vida era eso y a las peripecias de la María de Petra Martínez (candidata al Goya por una interpretación simple y llanamente descomunal). En el relato de estas subyace un vistazo a la vejez ajeno a paternalismos, y por extensión una panorámica de vidas diversas que terminan, se entrelazan y, ante todo, buscan un lugar en sus propios y valientes términos.
1