Nueve momentazos de 'La vida de Brian' que nos recuerdan por qué es más actual que nunca
La mala suerte acompañó a Brian Cohen prácticamente desde su nacimiento. Tuvo la infortuna de hacerlo el mismo día que Jesucristo, algo que confundió incluso a los propios Reyes Magos de Oriente. Pero no, él no era el elegido. No se iba a llevar nada de oro ni de incienso. Ni siquiera de mirra. Aun así, al menos se convertiría en el protagonista de una de las comedias más destacables del cine británico. Una que sirve como sátira de la religión, de la política y, en general, de la sociedad que hemos creado. Es una burla de nuestra existencia casi desde el origen de los tiempos.
Los gags de La vida de Brian (1979) son atemporales. 40 años después, el clásico de los Monty Phyton regresa a la cartelera, donde podrá verse en varias ciudades españolas hasta el 25 de abril, para demostrar que todavía podemos reírnos de una película ambientada en el 33 d. C. que en realidad representa a la perfección las contradicciones del presente. Y son contradicciones de todo tipo, que van desde la política a la religión pasando por el “arte” de pedir limosnas.
De hecho, no es gratuito que en el momento de su lanzamiento fuera tachada como una cinta blasfema. Pero ¿sería posible para los cineastas utilizar la misma fórmula en la actualidad? “Probablemente no podríamos. Creo que el sentido del humor ha cambiado un poco. La hicimos en el momento oportuno, logramos ser irreverentes y un poco idiotas al mismo tiempo. Tengo la sensación de que ahora la gente se lo toma mucho más en serio”, dijo a Efe Michael Palin, uno de los componentes del grupo cómico, en una conversación junto con su compañero Terry Gilliam.
Sin embargo, Brian Cohen no ha envejecido, y menos en un contexto como el actual marcado por la agenda política, las promesas y las verdades a medias que se quedan sobre la mesa. Justo como ocurre con quienes no saben si defender al Frente del Pueblo de Judea o al Frente Popular Judío. Por eso, como nunca sobran razones para recordar sus escenas, recopilamos algunos de los chistes que todavía hoy nos siguen despertando carcajadas porque, en parte, se ríen de como somos.
1. ¿Barba, señora?
Vender barbas de contrabando parece ridículo, pero se trata de un oficio con bastante sentido en el año 37 d. C. Son muchas las mujeres que, poniendo voz grave y armadas con piedras puntiagudas, se ocultan bajo pelo postizo para lapidar a un hombre condenado por decirle a su esposa que “ese pescado era digno de Jehová”. Es decir, por blasfemar en nombre de Dios. “¡Ella! ¡Ella! ¡Ella!”, responden en grupo al ser preguntadas por quién lanzó una piedra antes de tiempo, olvidándose de poner voz grave. “¡Él! ¡Él! ¡Él!”, corrigen inmediatamente. Como era de esperar, al final las piedras encuentran otro objetivo más apropiado.
2. ¿Una moneda para un exleproso?
El arte de pedir limosnas tampoco pasa desapercibido para los Phyton. No obstante, esta vez quien aparece es un exleproso arrepentido por haber dejado de padecer lo que hasta entonces le daba trabajo. Lo que Jesús veía como un milagro en realidad lo que hizo fue acabar con su vida laboral. “De ser un leproso con un oficio pasé a perder mi sustento”, lamenta. Además, sueña con pedir al hijo de Dios otro tipo de problema “menos molesto que la lepra”. ¿La finalidad? No ser discriminado por pedir dinero sin tener ningún tipo de dolencia.
3. “Quiero ser mujer. Es mi derecho como hombre”
“Desde ahora quiero que me llamen Loretta. Es mi derecho como hombre”, expresa uno de los miembros del Frente del Pueblo de Judea después de debatir sobre la importancia de recalcar el valor de la presencia femenina, tanto en el vocabulario como en la sociedad. No es la única incongruencia del personaje. También pretende quedarse embarazado, algo imposible por razones obvias. Aun así, no desiste de ello porque, más que el objetivo en sí, lo que importa es comenzar una batalla que sirva “como símbolo” de la lucha contra la opresión. Lo relevante es el activismo, aunque sea descafeinado y no consiga nada. Que choque con la realidad es otro tema a parte.
4. Frente Judaico Popular, Frente Popular de Judea y Unión Popular
El único requisito para unirse al Frente del Pueblo de Judea es el odio común hacia los romanos. Pero también hay otro enemigo: el Frente del Pueblo Judaico. Ni ellos mismos tienen claras las diferencias entre los diferentes colectivos e incluso acaban por arremeter contra ellos mismos, reflejando la compleja ensalada de nombres y valores que a veces suelen delimitar los partidos políticos. Antes que unirse ante un enemigo común, como son los romanos, prefieren crear secciones y luchar entre ellos.
5. ¿Y qué hicieron los romanos por nosotros?
Otra burla cargada de tintes políticos: ridiculizar el gobierno presente haciendo ver que no aportó nada a la sociedad. “¿Y qué nos dieron a cambio los romanos?”, comienzan preguntando los del Frente Popular de Judea. Señalan los acueductos, la sanidad, los caminos, la medicina, la educación, el vino, los baños públicos… Y vuelven a preguntar: pero, a parte de los acueductos, la sanidad, los caminos, la medicina, la educación, el vino y los baños públicos, ¿qué hicieron?
6. No hay que comprar, hay que regatear
En otra escena, Brian escapa de los romanos e intenta comprar una barba postiza para pasar desapercibido. Ante la urgencia acepta el primer precio que le ofrecen sin dudarlo, algo que ofende enormemente al tendero: “Devuélvemelo. Hay que regatear”. Empiezan a debatir sobre el precio y, no solo eso, sino que el vendedor le da lecciones de cómo hacerlo. Lo importante en este trato no es el objeto en sí, ni siquiera lo que se paga, sino la sensación de superar al otro en un juego de compra-venta que parece ser requisito fundamental para satisfacer el ego.
7. Venerad la sandalia, pues este es vuestro Dios
Es el momento en el que Brian pasa de ser un simple mortal para convertirse en un mesías. Y, además, lo hace por puro azar: cayendo en el puesto de un predicador mientras huía de los romanos. Allí empieza a improvisar diciendo lo que quiere escuchar un pueblo alienado, al que solo hace falta regalarle el oído con ideas vagas y carentes de sentido. Aun así, la gente le cree y comienzan a perseguirle en masa.
Todo lo que hace Brian ahora es milagroso, incluso la sandalia que se le perdió durante la huida. Las casualidades ya no son fruto del azar, sino de un acto divino. Ni siquiera las palabras del protagonista sirven para bajarles de la nube: “No tienen que seguir a nadie, piensen por sí mismos. ¡Son individuos!”. Pero la voluntad del líder es lo que manda.
8. La charlatanería como solución
“Necesitamos hacer algo más que hablar”, “necesitamos acción ahora mismo”, “podemos pasarnos el día hablando, pero eso no echará ni a un solo soldado”, debaten sobra una mesa el Frente Popular de Judea. Deciden que hay que dejarse de charlatanería y pasar a las decisiones, pero lo que hacen es justo lo contrario: quedarse sentados debatiendo qué tienen que hacer en lugar de hacerlo. Ni siquiera toman partido cuando irrumpe Judith afirmando que arrestaron a Brian para crucificarlo. “Otra muestra de egolatría feminista”, sentencia el grupo.
9. No te quejes, mejor silba
Nada puede salvar a Brian de la crucifixión. Ni Frente Popular de Judea, ni El escuadrón suicida del Frente del Pueblo Judaico, ni Judith, ni su propia madre. Entonces, cuando todo parece que está podrido, ¿qué queda? “Reír y sonreír”. La única solución es no ser un idiota adolorido y silbar para ver el lado bueno de la vida. Porque, como la de Brian, esta se encuentra llena de estupideces.