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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Las incógnitas tras las balas que acabaron con Víctor Jara, pero no con su música

Víctor Jara escribió su último poema dos horas antes de ser asesinado. Cogió una libreta, un lápiz y empezó a garabatear con rapidez: “La sangre para ellos son medallas. La matanza es un acto de heroísmo ¿Es este el mundo que creaste, dios mío?”. Tras el punto final, un soldado del ejército de Pinochet le agarró del brazo con violencia y se lo llevó al que fue su último destino. Finalmente, después de torturarle durante horas, el cuerpo del cantante fue encontrado el 16 de septiembre de 1973 con 44 balazos, varios dedos rotos, la lengua cortada y quemaduras de cigarrillos. La “voz del pueblo” fue silenciada para siempre.

El cantautor chileno fue militante del Partido Comunista de Chile y, a su vez, un referente internacional reconocido por apoyar la causa de Salvador Allende, que en 1970 se convirtió en el primer presidente marxista elegido democráticamente. Su mandato, sin embargo, solo duraría tres años: terminó con el golpe de Estado de Augusto Pinochet, el cual también fue apoyado por el gobierno de Estados Unidos, por entonces presidido por Richard Nixon.

Pero la sangre y la barbarie del ejército golpista continúa despertando interrogantes casi medio siglo después. ¿Quién apretó el gatillo contra Víctor Jara? ¿A quién hay que señalar por las atrocidades realizadas en aquel recinto? Es precisamente lo que responde el cuarto episodio de la serie documental de Netflix ReMastered: masacre en el estadio, que indaga sobre las causas de la muerte del músico que se atrevió a utilizar sus canciones para desafiar a las balas.

“Ya basta de música que no nos dice nada, que nos entretiene un momento y nos deja tan huecos como siempre”, decía el músico. Apostaba entonces por temas que resumieran el estado que atravesaba Chile en aquellos momentos. Que reflejaran los problemas de clase, el sudor y los sueños de los trabajadores que cada día se soñaban con un país exento de desigualdad.

Es justo lo que se puede escuchar en el tema Plegaria a un labrador: “Líbranos de aquel que nos domina en la miseria. Tráenos tu reino de justicia e igualdad. Sopla como el viento la flor de la quebrada, limpia como el fuego el cañón de mi fusil”. De esta manera, Jara se convirtió en uno de los pilares fundamentales que acabaron con la elección de Allende como presidente. “El mundo se había vuelto del revés. Se produjo un cambio radical en las relaciones humanas, y hubo cambio porque por primera vez la clase obrera de Chile se hacía notar”, afirma en el documental Joan Jara, esposa del cantautor.

La ofensiva de la derecha: un golpe de Estado

No obstante, el nuevo régimen no trajo la calma. Chile se convirtió en una región dividida entre los simpatizantes del gobierno socialista y aquellos a los que atemorizaba la creación de lo que llamaban “otra Cuba”. “La mitad de la población que apoyábamos a Allende fuimos considerados delincuentes, sospechosos. Tenías que demostrar tu inocencia”, recuerda en el reportaje José Seves, integrante del popular grupo musical chileno Inti-Illimani.

De hecho, Eduardo Carrasco, otro compositor local, rememora cómo Víctor Jara fue a un colegio para tocar una canción que criticaba a un ministro culpable de permitir la muerte de muchas personas en el país. Sin embargo, todo se torció: entre los niños se encontraba el hijo del político, el cual empezó a gritar y a lanzar piedras al cantautor. Es solo una anécdota, pero evidencia el tenso clima que se vivía y que terminó de estallar el 11 de septiembre de 1973.

Ese día, el general Pinochet decidió poner fin al gobierno elegido en las urnas bombardeando con aviones y tanques el Palacio de La Moneda, sede de la presidencia. Pero no fue el único frente. También irrumpieron en la Universidad, donde Víctor Jara se encargaba del departamento de comunicaciones y extensiones. “Llegaron con los cañones, con los fusiles y sin decir absolutamente nada comenzaron a ametrallar la casa central”, denuncian Boris Navia Pérez y Osiel Nunez Quevedo, ambos presos políticos.

Posteriormente, sacaron a todos los profesores y alumnos con las manos en la nuca y decidieron llevarlos en autobuses hasta el Estadio Chile. “Me revisaron y me toquetearon todo. Allí pasaron muchas cosas. Mataron a un joven que tendría entre 12 o 13 años”, lamenta Erica Osorio, una de las supervivientes del secuestro. No tuvo la misma suerte Víctor Jara, al que rápidamente detectaron entre las filas para someterlo a toda clase de horrores. “Víctor no fue fusilado. A Víctor no se le colocó una pistola en la sien y se le disparó. No, fue asesinado de la peor manera: bajo tortura”, recrimina Nunez.

Un genocidio sin perdón

Pinochet fue detenido el 16 de octubre de 1998 en Londres gracias a una orden internacional emitida por el juez español Baltasar Garzón. Se le acusaba de tortura y genocidio, siendo este un punto de inflexión en la historia de Chile para romper con la impunidad y empezar a reabrir investigaciones sobre las víctimas. Entre ellas, Víctor Jara. En este punto, el documental deja el contexto sobre lo sucedido en el Estadio Chile y avanza hasta el presente, con una Joan Jara que lucha por hacer justicia de los crímenes pasados.

La Junta Militar chilena acabó asesinando a más de 3.000 personas, pero no se quedaron ahí: más de 27.000 fueron torturadas. Sin embargo, muchos culpables permanecían (y permanecen) impunes, ya que cuando comprobaron que la dictadura se acababa decidieron escapar a EEUU y hacerse con la nacionalidad norteamericana.

Es el caso de Pedro Pablo Barrientos, declarado culpable por el asesinato de Víctor Jara y condenado a pagar 28 millones de dólares a la familia. A pesar de ello, sigue defendiendo su inocencia: “Mi hermana me dijo: 'Estás saliendo en televisión porque dicen que tú mataste a Víctor Jara'. Y mi pregunta fue: '¿Y quién es Víctor Jara?' Todo lo que dicen es mentira, me quieren en Chile como un trofeo político”, recrimina el exoficial en el reportaje.

Llegados a la parte final, Barrientos confiesa que aceptó participar en el documental con la condición de someterse al polígrafo para, de esta manera, verificar su inocencia ante todo el mundo. ¿Los resultados? Mejor que lo descubra el propio espectador.

Así, mientras Barrientos pasea como un hombre libre por Florida, cada año en Santiago de Chile se celebra el festival Mil Guitarras para Victor Jara para conmemorar su vida y su música. Además, en 2003 el Estadio Chile cambió de nombre por otro radicalmente diferente: Estadio Víctor Jara.