En la pasada gala de los Globos de Oro, una actriz se coló en el habitual escaparte de estrellas habituales de Hollywood. Al lado de Emma Stone, Natalie Portman o Margot Robbie se encontraba Sandra Hüller. Una intérprete alemana a la que los cinéfilos tenían bien localizada gracias a Toni Erdmann (la comedia de Maren Ade), pero que hasta ahora era una absoluta desconocida para ellos por haberse centrado en un cine europeo y de autor.
De repente está en todas las conversaciones, revistas y quinielas para los premios a la mejor actriz. Lo ha conseguido gracias a dos de las mejores películas del año. La primera, Anatomía de una caída, ganó la Palma de Oro en Cannes y es un fenómeno del boca a boca. La segunda, La zona de interés, obtuvo el segundo premio de Cannes y es el retrato más preciso y diferente al Holocausto que se haya visto en el cine desde hace décadas. La primera, dirigida por Justine Triet, es una radiografía a la verdad y a la pareja bajo el cascarón de un thriller judicial. La segunda, realizada por Jonathan Glazer, presenta un artefacto para sugerir más que mostrar y donde se coloca el punto de vista en el perpetrador y no en la víctima. Con ambas está en todas las quinielas de los Oscar.
Su trabajo en Anatomía de una caída es de esos que podrían ponerse en las escuelas de interpretación. La importancia de cada gesto, de cada titubeo. Cada palabra dicha en uno u otro idioma. Un personaje ambiguo en una película que nunca juega a desvelar el misterio sobre si lo hizo o no lo hizo. Desde Berlín, poco antes de ganar el premio a la Mejor actriz europea del año, Huller contaba que nunca le preocupó saber si su personaje cometió el crimen del que se la acusa o no, porque ella intentaba “pensar no solo en el personaje, sino en un todo”. “Puede que sea deformación profesional, pero intento no quedarme en eso, me parece demasiado reduccionista. Lo que queríamos contar es otra cosa. Era hablar sobre la verdad y si es posible encontrarla”, decía ante un reducido grupo de periodistas.
Lo que tenía claro es que Anatomía de una caída es un filme eminentemente feminista. A su personaje se le juzga por ser bisexual, por no ser amable… por no ser la pareja perfecta. Vive en sus carnes la misoginia del sistema judicial. “Es una película auténticamente feminista, aunque no lo vaya subrayando”, explicaba y afirmaba que, para ella, “cada elección de un papel es una elección política”. “Es que siempre lo es. Incluso cuando dices que no quieres hacer algo político, que necesitas un descanso y hacer algo fácil, ahí hay una decisión política. Siempre ha sido así para mí. Necesitamos películas que se arriesguen y directoras que tengan una voz fuerte, que no tengan miedo a expresarse”, sostenía con contundencia.
Su otro papel es aún más peliagudo, el de Hedwig Höss, esposa del oficial de las SS Rudolf Höss. La zona de interés es la obra más dura del Holocausto sin mostrar una sola muerte, poniendo el foco en la vida de ensueño de los nazis que vivían justo al lado, en una casa con piscina mientras los hornos crematorios asesinaban a miles de judíos. Un papel duro en un largometraje que no solo es un recordatorio de lo que pasó, sino que nos señala a todos. De alguna forma el eco de aquello resuena siempre que se mira hacia otro lado, cuando la banalidad del mal sigue presente en el día a día en pleno siglo XXI.
Es importante que la gente vea lo fácil que es ir hacia ese lugar donde estaba la familia Hös. Simplemente hay que cerrar los ojos a lo que sucede a tu lado
Hüller confirmaba que “de eso trataba el guion y eso es lo que queríamos contar”. “Quería mostrar lo delgada que es la línea entre nosotros y ellos. Todos decimos que no sabemos o nos hacemos los ignorantes en nuestras vidas para poder vivir según nos conviene. Tendemos a mirar hacia otro lado. Cuando veo una película como Green Border pienso que deberíamos pensar en esto todos los días. Por eso en la película era importante mostrar todo lo que tenemos en común con estos personajes. Para que cuando veamos lo que se hizo establezcamos una conexión con nosotros mismos. Algunas personas con las que hablé para el personaje se sentían… no diría que culpables, pero eran conscientes de que se esforzaron para mirar hacia otro lado. Por eso es importante que hayan hecho esta película”, relataba.
La zona de interés todavía la incomoda. “Era muy consciente de que nunca habría un momento de tranquilidad en este rodaje, e incluso ahora, cuando pienso en las ceremonias de premios, me siento intranquila, porque es importante mostrar y contar lo que cuenta esta película. Hacer que la gente sienta el horror y vea lo fácil que es ir hacia ese lugar donde estaba la familia Höss. Simplemente hay que cerrar los ojos a lo que sucede a tu lado. Y es lo que está pasando en las fronteras europeas o en nuestros países”, explicaba del filme.
Para decir que sí fue clave cómo decidió Jonathan Glazer contar la historia, y cómo evitó realizar una “historia dramática sobre una pareja fascista”. “No usó el Holocausto como lienzo para contar algo emocional sobre una familia, que eso es algo que me repugna. Eligió otro camino. Mostró las vidas más aburridas, más básicas y más banales que puedas imaginar. Gente que solo quería un poco más. Solo querían tener un bonito jardín sin importarles lo que pasaba al lado”, zanjaba.
Ahora recoge los éxitos de dos de las películas del año, pero parece no prestarle excesiva atención. Solo se siente orgullosa de esos papeles. De dos películas para el recuerdo. ¿Y los Oscar? “No sé ni qué decir, está fuera de mi control. Me parece muy excitante, pero no sé cómo gestionar esto en mi cabeza, de verdad que es demasiado”.