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Scorsese pide perdón por el genocidio Osage: “Es una historia sobre el silencio cómplice, sobre pecar por omisión”

El cineasta Martin Scorsese en el Festival de Cine de Cannes (Francia), donde presenta su película 'Killers of the Flower Moon'. EFE/EPA/Sebastien Nogier

Javier Zurro

17 de octubre de 2023 22:35 h

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El cambio que ha sufrido Hollywood en los últimos años en cuestiones de diversidad ha sido radical. A pesar de los ataques de los ‘antiwoke’ y la derecha reaccionaria, en la industria del cine se dieron cuenta que tenían serios problemas. Sus historias las contaban hombres blancos y hablaban de hombres blancos y casi siempre heterosexuales. Había mucha gente que no se estaba viendo representada en las historias, o que cuando lo hacía notaba que su presencia era estereotipada y llena de tópicos denigrantes.

Mientras que muchos de ellos se han ido superando o están en proceso (la brecha de género es todavía bastante amplia), otros empiezan a ser alumbrados. Es el caso de la representación de las comunidades nativas, que durante décadas han visto cómo el cine ha perpetuado un imaginario que les mostraba como los villanos de la función, avariciosos, borrachos y salvajes. Los “indios”. Como dijo a este periódico el cineasta chileno Felipe Gálvez, director de Los colonos: “El wéstern fue cómplice de los genocidios que sufrieron dichas comunidades”.

Quizás por ello Martin Scorsese no se había atrevido hasta ahora con un género que adora desde niño pero que nunca ha abordado como cineasta. Lo hace con Los asesinos de la luna, la adaptación del libro de David Grann que estrena este viernes y que cuenta y documenta el genocidio de la comunidad Osage en los años 20 en Oklahoma, en EEUU.

Los Osage fueron movidos de sus tierras originales y les obligaron a establecerse en un nuevo lugar que contenía en su subsuelo una cantidad ingente de petróleo. Eso hizo que pasaran de la noche a la mañana a ser una de las comunidades más ricas de EEUU, lo que provocó que las autoridades obligaran a las mujeres a tener tutores legales blancos para manejar su dinero, una decisión que llevó a la matanza indiscriminada de nativos Osage para acumular su riqueza. 

Un capítulo desconocido de la historia de EEUU. Uno de los que nunca se contarían en un wéstern clásico y el único que ha hecho que Scorsese se atreva con el oeste. Aunque nunca lo hubiera hecho, de alguna forma el director siempre ha hablado de un tema que tiene en común con el wéstern, y es la fundación de América. Para Scorsese todo se basa en lo mismo, en la avaricia. El capitalismo crea monstruos y los perpetúa. Los mismos monstruos que estaban en Gangs of New York están en Los asesinos de la luna y repetirían en su cine de gánsteres hasta llegar al capitalismo desaforado de El lobo de Wall Street

El director explicó en una rueda de prensa que para él fue muy importante ser fiel a lo que viven esas comunidades. “Tan pronto como me dieron el libro dije que, si querían que me involucrara en ello, teníamos que hacerlo con los pueblos nativos”, comenzó diciendo y recordó que durante mucho tiempo fue “inconsciente sobre cuál era su situación”. Fue en los años 70 cuando empezó a tomar conciencia y durante años ha estado “fascinado”.

La pregunta que se hizo todo el tiempo fue: “¿Cómo tratar esta cultura siendo respetuoso pero sin ser hagiográfico?”. “No quería caer en Rousseau y mostrarlos solo como los nativos nobles, sino ser auténtico, hablar de ellos con respeto y dignidad y lidiar con la verdad de forma honesta y de la mejor manera que pudiéramos”. Esa forma fue “involucrándose en los Osage” y haciendo que ellos fueran parte del filme. 

No íbamos a caer en el cliché de victimizarlos, o en el cliché del indio borracho, o el del indio salvaje, todo este tipo de cosas… Queríamos contar la historia de la forma más directa posible

Martin Scorsese Director de cine

Los Osage fueron “cautelosos”. “Tuve que explicarles que iba a intentar tratarles de la forma más honesta y sincera posible. No íbamos a caer en la trampa. No íbamos a caer en el cliché de victimizarlos, o en el cliché del indio borracho, o el del indio salvaje, todo este tipo de cosas… Queríamos contar la historia de la forma más directa posible”, dijo Scorsese, que confesó que hubo algo que le costó entender, y es que todos esos temas no se habían hablado en la generación de descendientes de nativos actual ni en la anterior: “Las personas que vivieron lo que cuenta la película siguen ahí de alguna forma, porque son sus familiares, son sus descendientes”. Fue Margie Burkhart, pariente de Ernest (el personaje de Leonardo DiCaprio), quien señaló una de las claves para encontrar el punto de vista de la película: “Ernest amaba a Molly, y Molly amaba a Ernest. Es una historia de amor. En ese momento reelaboramos el guion y ya no iba sobre descubrir quién lo hizo, sino quién no lo hizo. Esta es una historia sobre el silencio cómplice, sobre pecar por omisión”.

El Oeste como un sitio en donde “no se necesita la ley”. “Estaba la ley, pero la ley no funciona de esa manera, porque puedes hacer que la ley funcione para ti si eres lo suficientemente inteligente, como sabemos ahora que mucha gente lo hace. Pero en aquel sitio, además, tienes un territorio abierto. Un lugar que, por muy hermoso que sea, puede volverse muy siniestro, y lo que quería capturar en última instancia era la naturaleza misma del virus, el cáncer que crea esta sensación en estas personas de que pueden realizar una especie de genocidio de forma sencilla”, explicó sobre Los asesinos de la luna.

Aunque los nombres más conocidos del cartel son los de Leonardo DiCaprio y Robert De Niro, dos sospechosos habituales del cine de Scorsese, quien se está llevando todos los elogios es Lily Gladstone, la actriz descubierta por Kelly Reichardt en Certain Women y descendiente de una comunidad nativa que impresionó al director por “su presencia, su inteligencia y la emoción que hay en su cara”, pero también “por su activismo”. “Su activismo estaba en el arte. Después de ver la película es posible que estés pensando más en ella que en una persona que te da un sermón. Teníamos la sensación de que la necesitábamos. Necesitábamos que ella nos ayudara a contar la historia de aquellas mujeres. Siempre consultábamos todo con ella y trabajamos con ella en el guion. Hubo escenas que se agregaron y escenas que se reescribían constantemente”, subrayó del trabajo de la actriz.

Para De Niro y DiCaprio tiene una palabra, “confianza”. La que han creado durante años y años de trabajo juntos. “En el caso de Robert De Niro pasamos la adolescencia juntos. Él es el único que realmente sabe de dónde vengo y la gente que conocí. Algunos de ellos todavía están vivos. Él los conoce, y yo conozco a sus amigos, a sus viejos amigos. Tuvimos un verdadero campo de pruebas juntos en los años 70, donde probamos todo y descubrimos que confiábamos el uno en el otro. Se trata de confianza y amor. Eso es lo que es. Eso puede ser también un gran problema, porque muy a menudo si un actor tiene mucho poder, y él tenía mucho poder en ese momento, puede hacerse cargo de tu película. Yo nunca sentí eso. Juntos había experimentación y no había miedo a nada. Nunca tuve miedo de hacer algo. Solo lo hice”, rememoró.

Robert De Niro y yo tuvimos un verdadero campo de pruebas juntos en los años 70, donde probamos todo y descubrimos que confiábamos el uno en el otro. Se trata de confianza y amor

Martin Scorsese Director de cine

En sus recuerdos aparece “ese niño”, como se refirió De Niro a DiCaprio. Así le llamó cuando se lo recomendó a Scorsese tras trabajar juntos en Vida de este chico. Llegó de forma casual y nunca se fue. A partir de El aviador desarrollaron una relación más estrecha, y fue ahí cuando el director vio “una madurez en él”. “Descubrí que, aunque había 30 años de diferencia, teníamos sensibilidades similares. Él está abierto siempre a ver partes de nuestra cultura más antiguas. Tiene curiosidad por otras personas y otras culturas”, dijo recordando cuando DiCaprio le contó que había descubierto el cine de Ozu. Socios que siempre están ahí y gracias a los cuales el cine de Scorsese se ha mantenido vivo todos estos años hasta convertirse, como dijo hace poco Coppola, en el mejor cineasta vivo.

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