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Otra 'Terminator 3', dieciséis años después, y más secuelas que pensamos que nunca verían la luz

Linda Hamilton vuelve a la acción para proteger a un nuevo salvador de la humanidad

Ignasi Franch

La existencia de Doctor Sueño sugiere que no hay nada sagrado en lo que se refiere a secuelas cinematográficas. Continuar El resplandor tenía algo de tabú, aunque la luz verde (en forma de secuela literaria) de Stephen King pueda neutralizar el culto al filme de Kubrick y a su mismo realizador. Las recientes La noche de Halloween y Terminator: Destino Oscuro marcan otro camino: continuaciones que ignoran filmes previos (la saga Halloween ya tenía precedentes en este aspecto) y recuperan a actores históricos asumiendo el riesgo de que las canas puedan espantar a espectadores juveniles... o a veteranos que no quieran visualizar el paso del tiempo.

Son años de auges de la ficción seriada, sea en la pantalla de televisión, en las salas de cine o en las plataformas digitales. Los grandes estudios, deseosos de amortizar sus catálogos de propiedades intelectuales, han asumido la lógica de la industria del cómic de superhéroes: toda obra puede continuar indefinidamente y, a la vez, es susceptible de rehacerse o relanzarse para volverla a presentar a una audiencia rejuvenecida. El estallido de audiovisual superheroico en el cine y la televisión es un ejemplo de esta tendencia y marca grandes diferencias con épocas previas.

Si la primera gran película de cine sobre Spider-man tardó años en concebirse, el personaje ha liderado siete filmes de imagen real en los últimos dieciocho años (sin contar su participación en otros títulos de Marvel Studios). El cine de terror, normalmente apegado a los presupuestos bajos y a la aspiración de conectar con un nicho de público específico, estaba mucho más acostumbrado a esta serialización. Solo hay que recordar las casi infinitas continuaciones de Viernes 13, Saw o La matanza de Texas y su laberinto de secuelas, remakes, precuelas y reboots.

Ahora hay que estar preparados para una secuela o relanzamiento de cualquier película, de la misma manera que el inspector Closeau de La pantera rosa (otra saga interminable) debía estar siempre preparado para repeler los ataques de su marcial mayordomo Cato. Pero el fenómeno de las secuelas tardías o inesperadas no es nuevo. Antes de que Warner tuviese el atrevimiento de hacer una secuela de un filme de Kubrick, Universal hizo lo propio con Hitchcock.

Terminator: Destino oscuro (2019)

Terminator: Destino oscuro

Han pasado muchas cosas desde que el realizador James Cameron (Titanic) se desentendió de la saga que creó. Terminator III respetaba en parte el esquema de secuela-remake de la entrega precedente, pero nació carente de su aliento épico. Para Terminator: Salvation, filmada en plena fascinación por las imágenes del reporterismo incrustrado en las invasiones de Afganistán e Irak, se optó por una ambientación futurista y postapocalíptica. Y Terminator: Genisys llevó al extremo el juego con las lineas temporales.

Esa última apuesta tenía algo de callejón sin salida creativo pero también comercial: los responsables de Terminator: Genisys parecían muy preocupados de seducir a nuevos públicos que quizá no podían entender la aureola mítica de la saga, y los veteranos podían caer en una cierta contemplación melancólica de un blockbuster al entender que esa película les guiñaba el ojo, pero ya no estaba hecha para ellos. Terminator: Destino oscuro refuerza la gratificación del viejo fan recuperando a la actriz Linda Hamilton y conectando directamente con la icónica Terminator 2, ignorando las tres secuelas previas.

La película no solo incluye regalos para los nostálgicos. También se incluye algún sacrificio con sentido comercial y también conceptual: se rejuvenece la saga con nuevos y jóvenes rostros femeninos, y estos encarnan a personajes también claves en el futuro de una raza humana que ya no solo depende de salvadores masculinos. El heroísmo de las mujeres de Terminator: Destino oscuro ya no está ligado a su capacidad reproductiva o al destino de su familia sanguínea.

Por el camino, se lanzan algunos dardos a la fobia mexicana de un Trump convertido en presa fácil para Hollywood. Tim Miller (Deadpool) y compañía puede presumir de una cierta intensidad en las escenas de acción, pero el digno conjunto quizá no puede competir con uno de los mejores ejemplos de secuela tardía: Mad Max: furia en la carretera.

Psicosis II (1982)

Psicosis II

Uno de los grandes éxitos de Alfred Hitchcock se concibió como un experimento de bajo presupuesto y bajo riesgo económico. Aún así, la película había acabado considerándose un clásico del cine, además de contribuir a resquebrajar el modelo de censura vigente en Hollywood hasta 1968. Lo que había nacido como una probatura, basada además en la novela de un Robert Bloch que provenía de las revistas de pulp fiction, había adquirido un aura de clásico intocable.

Y llegó Psicosis II, una potencial herejía que enviaba algunas señales de ambición: contaba con el intérprete original, Anthony Perkins, y con la música de Jerry Goldsmith (La profecía, Alien) o la fotografía de un Dean Cundey que estaba consolidando su prestigio. Décadas después de su internamiento, el asesino en serie Norman Bates volvía a casa aparentemente recuperado... hasta que comienza a recibir llamadas telefónicas de alguien que dice ser su madre muerta. El resultado fue una digna secuela que ponía en común la tradición de la intriga whodunit (¿quién es el asesino?) y las tramas de sospecha y posible acoso al estilo de Luz de gas, beneficiándose de las dudas sobre la salud mental del personaje principal.

John Rambo: Vuelta al infierno (2008)

John Rambo: Vuelta al infierno

En pleno apogeo de secuelas de Rocky y Rambo se bromeaba con la cantidad de veces que Sylvester Stallone podía llegar a encarnar a sus personajes más conocidos. En realidad, tanto el boxeador como el antiguo soldado pasaron mucho tiempo alejados de la gran pantalla. El veterano de la guerra del Vietnam se ausentó por más tiempo: transcurrieron veinte años entre la tercera y la cuarta entrega de sus aventuras. En ese tiempo, las tornas políticas habían cambiado.

En 2008, el héroe que había matado por el neoimperialismo estadounidense pasaba a rechazar cualquier intervención en el extranjero, incluido la de unos cooperantes que se adentran en una Birmania en conflicto. De alguna manera, John Rambo reflejó tanto un momento político (un aislacionismo escaldado por los costes humanos y económicos de la guerra de Irak) como el punto de vista del soldado: si hay que intervenir en el extranjero, hay que hacerlo armado hasta los dientes. Y Stallone filmó una misión de rescate violentísima, por momentos trepidante en sus escenas de acción, aunque algo deshumanizada. Más de uno puede echar en falta ese toque sentimental (o sentimentaloide) de los primeros éxitos de su actor y director.

TRON: Legacy (2010)

TRON: Legacy

Décadas atrás, los clásicos de Disney eran cuidados por su productora como acontecimientos fílmicos irrepetibles. La producción de secuelas low cost para el mercado videográfico, tanto de obras entonces recientes (como El rey león) como de la icónica Bambi, debilitó esa imagen. Fantasía 2000 supuso un cambio de modelo, una continuación de elevado coste y diseñada para su estreno en cines. El experimento no salió bien económicamente, ni tampoco lo hizo esta continuación de la ochentera TRON que anticipaba la voluntad de Disney de competir a lo grande (unos 170 millones de dólares de presupuesto) y en todos los frentes (como el cine fantástico de imagen real) del entretenimiento audiovisual.

TRON: Legacy recogió el subtexto anticomunismo de la primera entrega y lo redirigió hacia la advertencia sobre el posible reverso de lo utópico: la tentación de querer excluir a quienes se considere imperfectos. En plena resaca del crack financiero, también tocaba algún guiño a la avaricia empresarial incrustada en una historia de rebeldía: Sam Flynn, un joven en desacuerdo con la política de los continuadores de la empresa tecnológica de su padre desaparecido, viaja involuntariamente al mundo virtual en el que tenía lugar la obra original. Allí descubre una distopía totalitaria de diseño minimalista y estridentes neones que brillan en una oscuridad casi omnipresente. El resultado, con ecos de Matrix, puede resultar vistoso y monótono.

La cosa (2011)

El maestro de la acción fantástica John Carpenter (Están vivos) no ha tenido mucha suerte con las continuaciones de sus filmes. Muchas se realizaron contra contra su voluntad o sin su intervención (hasta cinco secuelas de Halloween, junto con un remake y su correspondiente segunda parte); otras fueron planeadas pero no se llevaron a cabo (como una tercera entrega de 1997: Rescate en Nueva York). La única secuela que ha dirigido, 2013: Rescate en Los Angeles, fracasó comercialmente.

La versión carpenteriana de La cosa, seguía generando productos asociados dos décadas después de su estreno: varios cómics, un videojuego, un proyecto de miniserie... El retorno a la gran pantalla era una cuestión de tiempo y tomó la forma de una precuela sólida y algo rutinaria. Sus realizadores debían desarrollar una narración que no podía sorprender a los conocedores de la obra previa, y no consiguieron amenizar el camino mediante personajes dotados de un cierto carisma. A pesar de intentar seguir los pasos del original, o precisamente por ese motivo, La cosa de 2011 puede parecer tan gélida y árida como su ambientación antártica.

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