Sexo consentido y amor sin romanticismo en el París que no enseñan las postales

Javier Zurro

6 de abril de 2022 22:36 h

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Las olimpiadas no son solo una competición deportiva que cada cuatro años tiene a millones de personas pegadas a la televisión. También es el nombre de un barrio parisino, exactamente del Distrito 13 de la ciudad francesa. No es el más popular, ni el más fotogénico. Los turistas no lo visitan cuando van. No se hacen fotos en sus bloques de pisos como se las hacen con la torre Eiffel o con los edificios de postal y tejados bohemios. Es un barrio multicultural donde todo es normal, y al cine no le suele interesar la normalidad. A quien le ha interesado es a Jacques Audiard, el director que saltó a la palestra del cine europeo gracias a Un profeta y que ya había mirado a las afueras de París a través del thriller en Dheepan, con la que ganó la Palma de Oro.

Con París, distrito 13 ofrece una película inusual en su carrera. Adapta la serie de cómics Les Intruders, de Adrian Tomine, para radiografiar a una generación y sus nuevas formas de relacionarse. Amor, sexo y nuevas tecnologías como reflejo de una sociedad. Una generación a la deriva, tratando de sobrevivir. Audiard ha escrito el guion junto a Céline Sciamma (las primeras versiones) y Lea Mysius, una de las grandes promesas del cine francés. Proponen un triángulo amoroso donde la voz cantante la lleva Noémie Merlant, una de las mejores actrices del cine europeo actual a la que descubrimos en Retrato de una mujer en llamas y a la que pronto veremos en Un día, una noche, la nueva película de Isaki Lacuesta.

Merlant trabajó con Sciamma y ahora lo hace por primera vez con Audiard, una experiencia que define como “un sueño” porque para ella es uno de los grandes directores del cine contemporáneo. Destaca que el trabajo con él es como un diálogo. “Estuve siempre en comunicación directa, compartí con él... para mí eso es la creación, y en esta película, desde los primeros ensayos, tuve la suerte de encontrar a alguien que se preocupa por liberar la palabra del actor y de todo el equipo. Quiere que todos se expresen, que aporten ideas. El rodaje es como un terreno de juego donde uno se divierte y donde todos se devuelven la pelota, pero aquí esa pelota es la verdad que hay que encontrar asumiendo riesgos”.

Para Merlant, el Distrito 13 no es un París desconocido, sino uno que conoce y en el que ha vivido. Allí viven todavía sus padres. “Me alegro de que se plasme otra realidad en la película. No ese París de postal, sino uno más cercano a mucha más gente que vive allí. Un París más sincero, incluso asombroso. Es un barrio muy diverso, con mucho arte callejero, un barrio muy libre y a mí me parece que eso es muy cinematográfico. Desde luego en esta película está muy bien retratado, y creo que este barrio es más romántico de los que se muestran habitualmente”, opina.

Ese es otro de los conceptos que el director y sus guionistas ponen en jaque: el del amor romántico, que aquí no existe, por eso Noémie Merlant cree que el filme “reinventa los códigos del amor y el romanticismo tal y como lo conocemos y, sobre todo, en las representaciones de las escenas de amor”. Es evidente que han sido dos mujeres las que han estado junto a Audiard al mando del guion, y para Merlant se nota ese “imaginario femenino en las escenas de amor, una female gaze en las escenas de sexo”. “Lo que me gusta de esta película es que es una reinvención del amor romántico, es un nuevo romanticismo que es más cercano a mi definición, porque estamos en un momento más respetuoso hacia la mujer”, analiza la actriz que el año pasado también debutó como directora con Mi iubita, mon amour.

Es una reinvención del amor romántico, es un nuevo romanticismo que es más cercano a mi definición, estamos en un momento más respetuoso hacia la mujer

También el retrato del sexo es diferente y acorde a una nueva generación y al movimiento feminista que ha puesto el foco en el consentimiento. Hasta hace poco las escenas de sexo eran patriarcales. Ahora está claro que “solo sí es sí”, y en París, distrito 13 el sexo también es diferente. Se ve en el personaje de Noémie Merlant, que “está liberado sexualmente”. “Ella decide, escoge con quién, cuándo y cómo hace el amor, y no hay juicio. Hay una escena que me parece muy necesaria y que se ve poco en el cine. Una escena donde vemos que a Nora, mi personaje, no le apetece realmente y no dice nada, pero el personaje masculino, Camille, escucha su reacción, la nota. Esto pasa mucho, que las mujeres no se atreven a decir que no quieren practicar sexo. Ese 'no', sale de su cuerpo, no de sus labios. Sale de su forma de comportarse, y él lo ve, le pregunta y ella dice que ese día no le apetece. Él lo entiende, no la culpa, no insiste y no la intenta hacer ceder. Mostar así una escena que no llega a nada me parece genial”, relata.

La película también cambia la posición de la mujer, y la coloca no como objeto del deseo, sino como objeto deseante. “Mi personaje se hace con su cuerpo y pasa de ser el instrumento de deseo de los hombres a ser su propio instrumento de deseo. Las escenas de sexo en esta película son novedosas y hay mucho erotismo, pero en escenas como los diálogos entre Nora y Amber, diálogos virtuales, pero ese erotismo está en su forma de mirarse y de comportarse a través de sus pantallas”. La actriz hace suyos muchos de los mantras de Céline Sciamma, que con Retrato de una mujer en llamas explicaba que el consentimiento era erótico, y que en un labio hay mucho más erotismo que en un pecho, solo que la mirada masculina había creado su imaginario. París, distrito 13, es un catálogo de nuevas formas de relacionarse donde conceptos como la clase, la raza y la diversidad son parte del día a día. Una refutación del cine de Hollywood en blanco y negro a las afueras de París.