Sol Carnicero, la mujer que ponía orden a las películas de Berlanga y es historia del cine español
Un rodaje es un rompecabezas. Cuadrar agendas, técnicos, gestionar presupuestos, organizar las jornadas, tener un plan B por si llueve, que todo esté en su sitio cuando toca… Muchas piezas que alguien se tiene que encargar de que encajen. Esa labor la realiza el director de producción, una de las figuras más desconocidas del cine y una de las más importantes. Sin ellos, los rodajes podrían ser un caos donde nada funciona. España es el único sitio donde la dirección de producción tiene su propio premio académico. Reconocen un trabajo necesario, silencioso y fundamental.
Sol Carnicero es una de las directoras de producción más importantes de nuestro país. Hace años que no trabaja, pero su nombre está en los libros de historia del cine español. Ella fue la primera mujer que realizó este trabajo en 1978, cuando hasta entonces había sido monopolizado por hombres. Ha sido la encargada de levantar y cuadrar los rodajes de Luis García Berlanga y hasta ha trabajado con Nicole Kidman en unas escenas de Moulin Rouge rodadas en España. Es una leyenda viva llena de anécdotas que recoge en este Festival de Málaga el premio Ricardo Franco.
Reconoce que el premio la ha pillado “desprevenida”, en un momento de su vida en el que ya ni espera nada. “El reconocimiento yo ya lo he tenido, y es gracias a las películas en las que he trabajado y han gustado, han sido buenas, y en las que espero haber tenido algo que ver, porque lo habré organizado más o menos bien. Hace diez años que casi no hago producción, pero no por mí, a mí me gustaría levantar proyectos, porque yo no me he despedido de la producción. Digamos que la producción me ha dejado en la reserva, no me ha abandonado, pero hay unas generaciones estupendas de gente maravillosa en plena juventud o madurez, de los que muchos son alumnos míos, y son ellos los que tienen que hacer películas ahora. Me queda ese rescoldo de que todavía puedo hacer algunas cosas”, cuenta horas antes de recoger su galardón.
En palabras de Sol Carnicero, una película siempre nace de un deseo, que es del productor. Debe ser “un deseo factible”, es decir, que pueda ser financiado. Un deseo que, además, se tiene que poder escribir y que tiene que poder ser llevado a imágenes. “El proyecto no es ya de una persona, sino que es de todos los que se van incorporando. Ahí es donde entra el director de producción, que tiene que poner de acuerdo a todos y que el proyecto no se vaya por la alcantarilla”, explica sobre una profesión que para ella tiene una norma clave: “Si no te gusta o no se puede llevar a cabo lo tienes que dejar. Hay que tener la valentía de dejarlo. Cuando tú ves que sí es posible lo que tienes que hacer es que no se desborde, contenerlo”.
Todavía hoy mucha gente, incluso estudiantes de cine, que no saben qué es un director de producción. Entonces, ¿cómo acabó Sol Carnicero convertida en la primera mujer de la historia del cine español en ser directora de producción y trabajando con los mejores? “Pues caí ahí. Yo soy una niña de barrio y tenía que trabajar. Lo único que podíamos hacer entonces es ir al cine, y por mi zona estaba el Doré, el monumental… Tenía 16 años, y unos amigos me dijeron que había una plaza de secretaria en televisión y entré de secretaria”.
Cuando terminaba sus jornadas de trabajo, se iba por los platós y se iba presentando a todo el mundo y comenzó a trabajar con Óscar Banegas. “Me acerqué a los grandes, porque yo era muy insolente”, dice Sol Carnicero con mucho humor antes de contar el primer punto de inflexión de su carrera, conocer a Chicho Ibáñez Serrador. Con él trabajó en Historias para no dormir y en La residencia, pero sus carreras se separan: “Hay un momento en el que a Chicho le dan a elegir entre hacer más películas y hacer cosas más fáciles y que le den dinero, y coge el camino del dinero y del 1,2,3. Eso para mí no era”.
Hay un momento en el que a Chicho le dan a elegir entre hacer más películas y hacer cosas que le den dinero, y coge el camino del dinero. Eso para mí no era
Otra vez vuelta a empezar, pero pronto recae en la productora de Alfredo Matas, donde realiza tareas de auxiliar de producción, script, ayudante de dirección… Hasta que llega un proyecto que parece perfecto para ella. Se llama Vámonos, Bárbara, y detrás estaba Cecilia Bartolomé en una de las pocas películas que pudo hacer tras ser vetada por el franquismo. Una película feminista, moderna y libre sobre el divorcio con la que debuta como directora de producción. Ahí pone su nombre en la historia.
A Bartolomé le pasó factura los temas de sus películas, y a Sol Carnicero su franqueza. “Me pasó factura mi forma de ser, sí, porque yo dije muchas veces 'Por aquí no paso, por aquí no trago'. Cuando he visto que no cuadraba, he dicho 'Lo siento, pero no'. Yo he sido así de soberbia, pero hay muchos productores que no han querido trabajar conmigo porque decían que iba a decirles que no a muchas cosas, y hay productores a los que no les gusta que les digan que no, pero peor para ellos. A las cosas que he dicho que no, casi todas o no se han hecho o se han hecho mal”, dice sin tapujos.
Tras Chicho Ibáñez Serrador y Cecilia Bartolomé hay un tercer nombre clave en su carrera, el de Luis García Berlanga, al que conoce antes incluso de su debut como directora de producción. “Estaba en la oficina de Alfredo Matas, que lo último que había hecho con Luis era Tamaño Natural y quería hacer otra. Esto era el año 75, con Franco muriéndose, y Berlanga empezó a escribir un disparate con Perico Beltrán, y como eran dos locos de atar, Matas quería que yo les metiera orden. Me pidió que me encerrara hasta que ese guion estuviera escrito. Teníamos un plan de trabajo, tres paginas al día, yo tomaba notas…”. Spoiler: ese proyecto no salió adelante, pero después repetiría con Berlanga en La escopeta nacional, su primera colaboración juntos.
Me pasó factura mi forma de ser, sí, porque yo dije muchas veces 'por aquí no paso, por aquí no trago'
Aunque su trabajo fuera poner en orden, deja claro que esa leyenda urbana de que Berlanga tendía al desbarre y al desorden es falsa, incluso creada por el propio director. “Berlanga presumía de lo que no era, como todos. Él presume de destartalado, pero es un juego y como es muy divertido pues tú acababas entrando en su ritmo y en su forma de hacer, y eso daba un resultado, porque los que estamos alrededor entrábamos a fondo porque parecía que estábamos jugando aunque nos exprimía y nos exigía más que nadie. Pero dentro de su locura, era ordenada”, cuenta.
Berlanga no dejaba improvisar, pero si alguien sugería algo y le gustaba no dudaba en incorporarlo. Sol Carnicero le define como “un vampiro”, porque siempre “estaba observando, que es lo que tiene que hacer un buen director”. Ella parece que se quitara mérito, pero tantas obras maestras no serían posibles sin una gran directora de producción. Aunque se lo pregunten intenta esquivar la bala: “A ver… Sí… Pero mi trabajo sólo consistía en que no se descarrilara. El talento no lo he puesto yo, ese talento estaba ya. Yo lo que quería era que la película llegara bien a su final”.
Sol Carnicero es una máquina de anécdotas, y hasta rodó con Baz Luhrmann unas escenas de Moulin Rouge que se tuvieron que hacer en España por la lesión durante el rodaje en Australia de Nicole Kidman, que tuvo que terminar mientras rodaba Los otros en España. Llegaron incluso a construir parte de los decorados en unos platós a las afueras de Madrid para poder finalizar el musical Allí se dio cuenta de uno de los secretos del cine, y es que en Hollywood no es que sean mejores, es que tienen más dinero.
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