Cuando en 1936 sus libros fueron prohibidos en Alemania, Stefan Zweig ya había escrito la mayor parte de su obra y contaba con una reputación de pensador pacifista, comprometido contra los nacionalismos e impulsor de ideas europeístas. En aquel entonces, su conocimiento del alma humana empezaba a señalarle los síntomas de un advenimiento impensable, el del nazismo. Una abominación que ni el escritor austríaco ni ningún otro intelectual iba a poder atajar de un plumazo.
El huevo de la serpiente
Stefan Zweig, adiós a Europa, pretende recoger los últimos cuatro años del escritor en su exilio americano, mientras la Segunda Guerra Mundial destruía Europa. Eso es todo. Pero dicho esto es justo anotar que se trata de una de esas películas cuya sinopsis no colabora, no sugiere ni abre el apetito como merece el plato.
El biopic es el género menos apetecible que existe y los de escritores suelen ser los que se llevan la palma en cuanto a vergüenza turística, pero de ningún modo es el caso de esta película que sorprende por sus decisiones de estructura. La directora Maria Schrader, actriz alemana de largo recorrido con incursiones eventuales tras la cámara, desecha aquí la opción del melodrama, aplica la oreja a un vaso sobre el muro que separa a su protagonista del viejo continente y desde la primera escena pone a latir la idea de un monstruo gestándose fuera del cuadro.
Stefan Zweig, adiós a Europa es una película de diálogo constante, si bien las disquisiciones de sus personajes tienen más de extravío intelectual que de agua fresca. El desasosiego, la perplejidad, la desesperanza, cierta ignominia y un deseo físico de cooperación se convocan frente a lo que está sucediendo allá lejos, en una Europa a la que no podrán volver. Esa atmósfera reconcentrada da lugar a una película ominosa que habla no solo de la inteligencia frustrada y del corazón impaciente, sino que dispone la muerte del pensamiento a ojos vista.
La tierra del futuro
Stefan Zweig, a quien interpreta el actor austríaco Josef Hader, irá experimentando su cálido exilio en Brasil como una constatación de que la inteligencia se queda en blanco frente a la perversidad, cuyos tentáculos siempre han sido más rápidos y poderosos que los de cualquier idealismo.
Maria Schrader escucha las dudas y los remordimientos del escritor pero lo protege en su exilio. Lo hace enmarcando la película en dos virtuosos planos secuencia que recogen la recepción de bienvenida a su llegada a Brasil y la muerte voluntaria del escritor en aquel país. El resto son cuatro intensas secuencias que se buscan la densidad en las palabras, pero que ante la dimensión de los acontecimientos no acaban de encontrarla y prefieren contenerla en el peso y la convicción visual que Schrader sabe otorgar a su película.
Coproducida entre Austria, Alemania y Francia, este adiós a Europa es la crónica de un fracaso que Stefan Zweig atendió en la distancia, desorientado en su propia ética. El título hace referencia al desplazamiento del escritor fuera del continente pero también señala la pérdida para todos, y advierte de un lugar donde en los últimos tiempos han vuelto a germinar las aberraciones.
El autor de Carta de una desconocida y Momentos estelares de la humanidad dejaría la vida por voluntad propia con el convencimiento de que el nazismo iba a propagarse por todo el mundo y en la creencia de que Europa y su patrimonio intelectual habían sido aniquilados. Ahora, esta película toma su figura y se sirve de ella para señalar las diversas crisis que tienen temblando a la Unión Europea contemporánea y la inopia de quienes la habitamos, instalados en otro siglo pero pisando el mismo barbecho.