El sexo sigue siendo algo incómodo. Para algunos, incluso sucio o pecaminoso. Todo lo relacionado con el cuerpo y con lo que le rodea parece condenado a ser escondido, hablado entre susurros. Lo que genera ese tabú es frustración, incomprensión. De lo que no se habla no existe, y por tanto parece la excepción. A los niños se les castiga cuando empiezan a dar los primeros síntomas instintivos de interés. Ese ‘no te frotes’, o ‘no te toques’ que los padres dicen a sus hijos. Nunca se acercan a esa situación desde la naturalidad, o lo didáctico, sino desde lo prohibitivo.
Esos traumas sobre la sexualidad femenina contados con inteligencia, brillantez y mucho riesgo, son los que pone en el centro de su relato la directora Elena Martín, que tras sorprender con Julia Ist ha estrenado su segunda película, Creatura, en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, mismo sitio donde comenzó el año pasado el fenómeno El agua, de Elena López Riera. La propuesta de Martín, que protagoniza y escribe el guion junto a Clara Roquet -autora de Libertad- es hablar de esa sexualidad reprimida en una mujer en tres etapas diferentes. La adulta, donde todo lo anterior le ha provocado un rechazo al sexo con su pareja; la adolescencia, donde las presionas hacia lo que debe hacer una joven en esa edad marcan sus relaciones; y la infancia.
Es en esta parte donde la película da un salto sin red que coloca sobre la mesa temas y enfoques de los que nunca se hablan. Esa sexualidad en una niña que comienza a descubrir su cuerpo y que recibe las primeras órdenes castradoras. Una niña que aprende por imitación gestos que luego repite con su padre. Una relación paterno filial marcada por dinámicas de género que siempre se obvian. Un guion maduro, complejo y muy arriesgado que ha hecho que Cannes se vea arrollado por la claridad y la valentía. La sexualidad femenina ha conquistado el festival por unas horas.
Una película de nace de una idea que Elena Martín tuvo “hace más de cinco años” en un guion que ha costado mucho tiempo, porque siempre tuvieron la máxima de “huir de estructuras más convencionales y buscar la amplitud que tiene la película”. Una idea que nació de una performance que realizaba con unas amigas. Allí empezaron a “compartir experiencias en relación al deseo y al cuerpo”. Un tema que ya le interesaba y que le llevó a “investigar sobre la sexualidad infantil”. Un proceso de documentación muy fuerte que desembocó en una ficción que “pudiera abrir debate”. “En ese proceso con mis amigas me di cuenta de que era algo muy poco hablado. Era un reto, pero yo estoy muy contenta de cómo ha salido. Creo que hemos sido muy exigentes en el camino para no caer en buscar un conflicto, un desenlace y un momento que fuera muy climático o efectista, sino que hemos intentado realmente ser fieles a a la búsqueda”, dice la directora sobre su filme.
Unas represiones que Elena Martín ha descubierto, en las primeras proyecciones, que es intergeneracional. “Uno de los últimos pases fue con gente que no se dedicaba al cine, o no directamente, y había una mujer de 70 años y había unos chavales de 15. Y yo les hice la pregunta de si se habían sentido representados por la película y contestaron todos que sí. Y la mujer de 70 años dijo ’es que es tal cual’. El retrato de esta adolescencia es la de mi adolescencia, y pensé, qué fuerte que esto no haya cambiado”, apunta.
Lo que intentamos contar en la película es que esta represión viene de que tú has vivido una represión y tú tienes unos miedos y unos tabús, y una manera de leer el contacto físico
En la parte de la infancia aborda esas relaciones con el padre, un tema del que tenía muchas ganas de hablar, ya que durante el proceso de entrevistas para construir el guion, muchas mujeres “hablaban de de la relación extraña que tenían con sus padres, como un relación de atracción y rechazo. Nosotras estuvimos investigando mucho sobre esto y al final es esta cosa tan fuerte de que es difícil relacionarse cuando los hijos crecen por el miedo a que se pueda malinterpretar una situación. Esto genera un elefante en la habitación muy fuerte”.
Martín cree que las generaciones de madres y padres actuales son las primeras en verbalizar preguntas en torno a las primeras etapas de sexualidad de sus hijos, y lo considera clave. “Lo que intentamos contar en la película es que esta represión viene de que tú has vivido una represión y tú tienes unos miedos y unos tabús, y tú tienes una manera de leer el contacto físico que tiene unas connotaciones que un niño no pone, sino que nos han enseñado que proteger a los niños es asustarlos. Como sociedad no queremos pasarnos de la raya, pero tampoco queremos cohibir, ¿entonces qué hay entre medias?, ¿cómo podemos reeducarnos para poder acompañar mejor todo esto y a la vez proteger? Porque una cosa no quita la otra”, zanja.
Creatura es, una vez más, la confirmación de una nueva generación de directoras que se atreven a mirar a otros temas y a hacerlo de otra forma. Una generación que, además, se ayuda en los procesos creativos formando una red de apoyo que hace crecer los proyectos: “Para mí es muy bonito que esto pase y me emociona mucho. Tengo hasta ganas de llorar cada vez que pienso en esto, porque en el proceso de esta película todas las compañeras me han ayudado muchísimo desde Belén Funes. Irene Morey leyéndose el guión, Celia Giraldo, Leticia Dolera, que también estuvo muy presente… Por temas de casting y ensayo con los niños consulté cosas con Carla Simón, vino Pilar Palomero a un pase, y pudo dar su opinión… y estoy hablando de directoras, pero están también las montadoras que nos han ayudado en el proceso. Seguro que me dejo a gente ahora aquí, pero tengo una sensación de comunidad y de que si a una le va bien, a las otras les va bien también, dentro de lo cruel que es esta industria, porque lo es y no siempre funciona”.