Un año más, la categoría de Mejor Película de Animación en los Goya se queda coja. De las cuatro películas que podrían optar al cabezón solo tres competirán el sábado. Una de ellas, secuela de un auténtico taquillazo, ha vuelto a sacudir al sector de forma espectacular. Al cierre del ejercicio de 2017, y según los datos del ICAA y Comscore, Tadeo Jones 2 se ha convertido en la película española más taquillera del año con 17 millones de euros. Para que nos hagamos una idea: si la película con más nominaciones a los premios, Handia, quisiera hacer estos números tendría que multiplicar por 25 la taquilla que tenía hecha en diciembre.
Pero no solo hablamos del albañil aventurero; Deep, otra de las películas animadas que optan al Goya, fue todo un éxito el fin de semana de su estreno y recaudó más que Verano 1993 estrenándose en noviembre, seis meses después que la película catalana que parte como una de las favoritas de esta edición.
Claro está que son películas diferentes y su target objetivo es distinto. No pasaría nada si los cines se llenaran de niñas y niños viendo Handia o Verano 1993, pero esto no sucede. El cine español de animación triunfa porque triunfa el cine de animación. Es decir, el público familiar sigue optando mayoritariamente por películas animadas. Este sector de población es la punta de lanza de una industria compleja -que no acomplejada-, que vive con miedo a arrinconarse, a tener que infantilizar sus proyectos por rendir en taquilla. Mientras, muchos profesionales que han contribuido a éxitos probados se enfrentan a la intermitencia de los proyectos, al paro y al exilio profesional.
Llenar el hueco del cine infantil español
El nicho de mercado que suponen el público infantil y el cine 'para todos los públicos' es amplio y agradecido... pero, como casi todos, se encuentra dominado por títulos norteamericanos. Hablar de cine familiar español es hablar de ausencias y, por eso, películas como Tadeo Jones sientan a nuestra industria como agua de mayo. “Copar este hueco es una baza importante pero que no funciona por sí sola para explicar el éxito”, explica Enrique Gato, creador del popular albañil y codirector de su segunda entrega.
“El público no es tonto, necesita saber que está viendo algo de calidad que cumple con lo que esperan. Tadeo tiene mucha fuerza, se diría que ya es un icono cultural dentro del país, pero eso no es suficiente si la película no es buena”, cuenta sobre el personaje que le ha granjeado ya cinco Goyas entre cortometrajes y largometrajes. “Para mí era algo obsesivo hacer entender que no estábamos tirando del éxito de la primera parte, sino haciendo algo distinto. Todo tenía que crecer, los personajes, la aventura y la calidad técnica”, opina Gato. Su optimismo no limita el éxito a haber ofrecido una película al target que la deseaba, sino en haber hecho un trabajo redondo y ambicioso.
Julio Soto Gurpide, director de la también nominada Deep, obra del estudio español The Thinklab, cree que hay algo más: “Si alguien te va a financiar una película, ese alguien no quiere sorpresas. En general, el cine es una industria de altísimo riesgo así que es lógico que quien pone la pasta lo haga con algo que crea que va a funcionar… y lo que funciona siempre es el cine familiar”, reflexiona el realizador.
“El cine de animación para adultos sigue siendo muy reducido en nuestro país, aunque se haya dado algún caso. Creo que el debate sobre la viabilidad va más por preguntarse qué target está consumiendo el mercado”, describe. De ahí que el éxito dependa de hacer una película infantil. “Pero incluso a esto parece que no hay una sola respuesta: en Inglaterra o Alemania quieren películas adultas, en Países del Este de Europa quieren películas de animación para un público de entre tres y siete años… El mercado está pasando por un momento esquizofrénico en el que nadie sabe para donde tirar. Como productor tienes que decidirte por un tarjet de audiencia en un país concreto, así que si te equivocas estás vendido”, describe Soto.
El cine de animación puede ser cualquier cosa y si produce mayoritariamente obras de corte infantil es porque este público responde con entradas a los enormes esfuerzos que conlleva una película animada. Algo normal y comprensible. Sin embargo, ni funcionando más que bien a la hora de llenar butacas, ni haciendo buenas películas, la industria se ve capaz celebrar su salud, porque no solo del público vive el arte.
Una industria intermitente
“Probablemente nunca se haya producido tanta animación como ahora, no solo en España sino en todo el mundo”, reflexiona el crítico cinematográfico Jordi Costa. “El problema que tiene la animación en España es que necesita un soporte industrial muy potente y aquí ha habido intentos pero nunca conseguimos que haya una especie de continuidad entre ellos”, explica sobre las constantes subidas y bajadas de la animación española.
En la misma línea apunta Julio Soto cuando habla de sus compañeros de trabajo, del sector al que ha dedicado su esfuerzo y talento para crear Deep: “Que este año hayan coincidido dos películas de animación taquilleras no implica que podamos hablar de un 'buen momento para la industria', entre otras cosas porque no hay una industria como tal”, opina el animador. “Si la hubiera, después de acabar una película no tendríamos que echar a los animadores que contratamos para hacerla. Podríamos mantenerlos en plantilla para trabajar en una nueva producción, pero tenemos que dejar que se vayan. Eso produce una fuga de cerebros muy importante que se está yendo a países que son más competitivos a nivel de tejido e industria”, describe el director de Deep.
David Alonso, codirector de Tadeo Jones 2, el secreto del rey Midas, coincide: “nosotros estamos en las mismas. Ahora queremos reagrupar a todo el equipo para avanzar pero estos parones son bastante conflictivos”, explica. Un estudio de animación potente como Litghbox Entertainment, responsables de Tadeo y Atrapa la bandera, vive también los problemas de la intermitencia. “Trabajamos proyecto a proyecto. Es un drama porque cuando terminas uno y quieres montar el equipo para el siguiente, han pasado meses y hay gente que no puedes recuperar porque se han ido al extranjero”, describe Alonso.
“Ese es el hándicap real que hay que superar: la intermitencia de las empresas que se dedican a hacer películas de animación”, opina Enrique Gato. “Es una constante esto de ver como los estudios nacen y mueren con cada película que desarrollan. Hace falta esa parte más industrial que consiga mover suficientes proyectos como para anular estos impases”.
Gato, que ha visto crecer sus proyectos y cree en un futuro mejor, mantiene siempre el buen humor: “Lo que podemos hacer es mirar lo que teníamos hace diez años y lo que tenemos ahora. Cada vez que se estrenaba una película moría un empresa y nunca más volvías a saber de ella. Ahora hay estudios que se mantienen, con sus dificultades. Así que antes o después esas empresas conseguirán estabilizarse de forma óptima”, dice convencido.
Talento va, talento viene
“Nuestras películas, casi por pura definición, se tienen que construir mirando al mercado internacional. No nos vale solo con hacerlas para el público español”, opina Enrique Gato. “Son proyectos carísimos y autoimponernos ese chip de hacer películas para todo el mundo nos aprieta las tuercas en el buen sentido. Nos hace intentar construir historias más universales y atractivas para cualquier público en cualquier país del mundo”, reflexiona el creador de Tadeo Jones.
El problema es que no son nuestras películas lo único que se va fuera del país a probar suerte: también gran parte de nuestros animadores. “Hay muchísimos talentos que se han ido a trabajar al extranjero en los grandes estudios porque no han podido desarrollar su carrera profesional aquí”, cuenta su compañero a los mandos de Tadeo Jones. “Pero también hay animadores y animadoras que están ahora en formación. Hace unos años era casi imposible encontrar a alguien tan preparado como un joven que se presente a la industria actual. La formación en España ha avanzado mucho. Cada vez hay más interés por la formación en este sector y eso quiere decir que cada vez hay más interés por la animación. Y eso es una buena noticia”, opina David Alonso.
“Siempre ha habido fuga de cerebros. Si te fijas en los títulos de crédito de cualquier gran producción siempre te salen varios nombres españoles. Están en Disney, en Pixar, en Dreamworks, en animación televisiva… Es evidente que aún hoy, en España no hay un tejido suficiente como para subsistir quedándote. El talento no ha sido nunca el problema”, opina Jordi Costa.
Él, que no es animador sino informador cinematográfico, ve el conflicto desde la distancia: “Hace falta dinero, confianza y un mercado que lo sustente. Talento sobra y proyectos en la cabeza de nuestros animadores también, pero la animación en España no cuenta con una industria cultural que lo ate todo. Sin eso puedes te llevarte chascos: en animación puedes invertir años de esfuerzo e ilusión que de repente estrenas la misma semana que una de Pixar y su onda expansiva hace que tu esfuerzo parezca pequeño. Es muy injusto”.
Sin embargo, a veces también se estrena una película de animación que conecta con el público, que no coincide con ninguna gran major, que llena la salas y que se convierte en la película más taquillera del año. Así, la animación española se apunta otro tanto mientras sobrevive a base de una de cal y otra de arena.