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Crítica

Cannes se cubre de litros de sangre con 'The Substance', su película más gore y salvaje

Margaret Qualley en 'The Substance'

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Hollywood es una trituradora de carne, especialmente femenina. La industria del cine y el entretenimiento coge los cuerpos de las mujeres, los utiliza, se aprovecha de ellos cuando son jóvenes y bellos y luego los deja en la cuneta condenados al ostracismo. El número de actrices que han pasado del estrellato al olvido es innumerable. Pasa, sobre todo, cuando llegan a una determinada edad. La maquinaria capitalista busca sustitutas tersas para llevarse los flashes y las promociones de moda. Esto ha provocado que muchas actrices hayan recurrido de forma compulsiva a las operaciones estéticas para intentar mantenerse jóvenes de forma eterna. 

Si Dorian Gray hubiera sido mujer seguro que trabajaría en el cine y se hubiera puesto bótox. De alguna forma, The Substance ―la película que ha revolucionado Cannes― actúa como revisión moderna, feminista y gore del relato de Oscar Wilde. La directora Coralie Fargeat ha presentado en sección oficial la propuesta más salvaje, violenta y llena de sangre que se ha visto… desde Titane. De hecho, es inevitable la referencia al filme porque pocas veces se cuelan en competición por la Palma de Oro películas tan extremas. Además, ambas dirigidas por dos mujeres que le dan la vuelta al género para llevarlo a otros lugares.

Es cierto que The Substance no está tan intelectualizada en su discurso como Titane, que estaba llena de guiños para completar su destrucción del género. Aquí la idea es simple: Hollywood machaca a las mujeres cuando dejan de ser jóvenes y hace que odien su cuerpo. A partir de ahí, Fargeat se dedica a desplegar un arsenal de ideas visuales para concebir un body horror disfrutón, lleno de mala leche y muy divertido. No es nada sutil, pero tampoco lo pretende. The Substance es la película de la que todo el mundo habla en Cannes, tanto que hasta el propio Kevin Costner ha quedado deslucido por el festín de fluidos y carne abierta del filme de la directora francesa.

A que se convierta en ese must see festivalero ha contribuido el misterio que rodeaba al filme. En el dossier de prensa que el certamen entrega a los periodistas apenas había una fotografía y ni siquiera una sinopsis. Esta apareció pocos días antes de la proyección oficial y apuntaba lo siguiente: “¿Has soñado alguna vez con una mejor versión de ti mismo? Tú, solo que mejor en todos los sentidos. Deberías probar este nuevo producto, se llama 'La sustancia'. Cambió mi vida. Con 'La sustancia' puedes generar otro tú: más joven, más bello, más perfecto. Solo tenéis que compartir el tiempo: una semana para uno, una semana para el otro. Un equilibrio perfecto de siete días cada uno… Fácil ¿verdad? Si respetas el equilibrio… ¿qué podría salir mal?”.

Evidentemente todo sale mal. Y esa es la gracia. Básicamente lo que propone Fageat es el tratamiento al que recurre una actriz en horas bajas que a pesar de haber ganado un Oscar sobrevive haciendo vídeos de aeróbic. Cuando escucha por azar que la quieren sustituir por una más joven recurre a este tratamiento experimental al que accede de forma misteriosa y comienza el despiporre. Una vuelta de tuerca al clásico doppelganger (el doble malvado) mezclado con La mosca, curiosamente el año en el que David Cronenberg también está en Sección Oficial de Cannes.

Quizás el gran acierto de The Substance está en la grandísima elección de su actriz principal. Demi Moore no solo está perfecta en el papel más desquiciado de su carrera, sino que le aporta una capa metacinematográfica hasta dolorosa. Ella ha sido una de esas actrices apaleadas por la industria. Pasó de la cima al semiolvido y encima fue atacada por su aspecto físico tanto de joven como cuando recurrió a la cirugía. Ella ejemplifica todo lo que es esta película y lo sabe. Por eso se entrega en este papel suicida donde, además, tiene un desnudo frontal muy valiente que recuerda, en un tono absolutamente distinto, al que hizo Emma Thompson en Buena suerte, Leo Grande.

Si el desnudo de Moore en Striptease acaparó titulares por el morbo de ver a la estrella del momento sin ropa, este lo hará por todo lo contrario. Se mira al espejo. Vemos como la edad ha hecho mella. Tiene el trasero de una persona a la que le empiezan a pesar sus 62 años a pesar de haber luchado contra ellos toda su vida. The Substance no solo critica esa sustitución de las mujeres por otras más jóvenes, sino que apunta a otro tema más importante, cómo Hollywood ha hecho que esas mismas mujeres odien su propio cuerpo, algo que aquí está en una de las mejores escenas del filme cuando Moore decide no salir de casa a una cita porque nunca se ve lo suficientemente joven.

Fargeat es efectista ―y debería plantearse si su forma de rodar los cuerpos no perpetúa la mirada masculina―, y sabe lo que tiene que hacer con este material entre manos, por ello se saca de la manga una escena gore de creación de esa versión mejorada (que es una Margaret Qualley que se confirma como una de las actrices jóvenes del momento). Luego la película, sin perder el ritmo y siempre utilizando ese montaje frenético, ese sonido que hace que succionar una gamba sea algo desagradable y la banda sonora para nunca soltarte hasta llegar al tercer y desmelenado acto final que también recuerda a Carrie. 

Para calentar el ambiente, Thierry Fremaux dijo en la rueda de prensa cuando anunció el filme que la gente se preparara porque había “muchísima sangre”. Tenía razón. El clímax final baña la pantalla en una escena catártica, divertida, alocada y excéntrica que es puro goce gore. Eso se notó en la proyección de la sala Debussy, que convirtió a Cannes por dos horas en Sitges, y eso siempre está bien para quitar el acartonamiento de mucho cine de autor y demostrar que con géneros que siempre han estado más denostados se puede hablar de temas importantes desde otros códigos. Apunten The Substance en la libreta, porque puede cazar premio (qué bonito sería que Demi Moore lo lograra) y porque apunta a título de culto.

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