“Renunciar a tu país no es fácil. Renunciar al hogar, al buen clima, la comida, los amigos y por supuesto, a la familia. Supone abandonar todas nuestras costumbres, los sabores, el idioma, incluso los olores a los que estamos acostumbrados desde pequeños. Dejamos nuestra zona de confort para enfrentarnos a un ambiente nuevo al que cada cual tendrá que adaptarse a su manera, en más o menos tiempo (…) Las situaciones a las que se tienen que enfrentar los emigrantes van a poner a prueba su equilibrio emocional, tendrán que empezar un proceso de adaptación que conlleva varias etapas: excitación, miedo, tristeza y resiliencia.”
Esas son las palabras con las que comienza el tráiler del documental “Entre Dos Tierras”, que narra las consecuencias emocionales inherentes al proceso migratorio. Es lo que se conoce como duelo migratorio. A diferencia del dolor por la pérdida de un ser querido, el duelo migratorio es un proceso humano que conlleva interiorizar y aceptar una serie de pérdidas que son comunes a cualquier persona que emigra. No es la pérdida de alguien que ya no existe lo que aflige, sino el dolor por la separación con respecto al país de origen, que sigue ahí, por si los emigrados deciden volver.
Es la primera vez que se tiene un documento audiovisual que relate este fenómeno, que no es nuevo, pero que, en este caso, se aplica a un movimiento migratorio muy específico. El duelo migratorio es inherente a cualquier tipo de migración, pero el equipo del documental tenía claro que quería mostrar un perfil muy concreto.
“Queríamos basarnos en una migración contemporánea” explica Javier Moreno, su director. “En toda esa gente que ha venido a Reino Unido entre el 2010 y 2015, incluso más. ¿Por qué? Porque esta migración tiene unas características muy particulares de las que no se habla en ningún sitio (…). Descubrimos que no había ningún documento audiovisual que hablara del proceso migratorio contemporáneo de los millennials que, por diferentes motivos, ya no tiene que ser incluso la crisis económica, hemos decidido abandonar nuestro país, y todavía nos encontramos fuera”, explica Moreno.
La idea del documental empezó a forjarse a principios del 2017, después de que su director leyese un artículo escrito por la psicóloga Celia Arroyo, especializada en duelo migratorio
“Hablaba de valorar cosas de nuestra cultura que antes no valorábamos. En mi caso, el flamenco también. Pero yo di un paso más allá y me apunté a un curso de bailes de flamenco. Necesitaba reconectar con mi cultura, y algo que en España posiblemente yo nunca habría hecho, pues yo aquí tuve la necesidad”, señala Moreno. “Ese artículo fue clave, algo toco en mí, para decidir meterme en esta aventura del documental y reflejarlo todo al 100%”.
El duelo migratorio
¿Por qué es tan diferente el duelo migratorio de otro tipo de duelos? Joseba Achotegui, Psiquiatra del Servicio de Atención Psicopatológica y Psicosocial a Inmigrantes y Refugiados (SAPPIR) y profesor de la Universidad de Barcelona, explica que el duelo migratorio tiene tres características principales: es un duelo parcial porque, a diferencia del duelo por la pérdida de alguien, el objeto de pérdida, en este caso, el país de nacimiento, no ha desaparecido. Cabe la posibilidad de volver a entrar en contacto con el país y de volver algún día.
También es un duelo recurrente, porque vuelve a nuestra memoria cada vez que nuestros sentidos captan algo que conecta con nuestro país: escuchar una canción de flamenco, ir a un restaurante español, hablar con tu madre o ver a toda la familia reunida celebrando un cumpleaños. Por último, es un duelo múltiple, porque afecta a siete áreas diferentes: los amigos y la familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el contacto con el grupo étnico y los riesgos para la integridad física.
Rocío Bello, que es odontóloga y lleva residiendo en Reino Unido durante siete años, relata, durante una sesión grupal que se realizó para la grabación, que “siempre vives con un sentimiento de culpa, como que los he dejado allí. Yo perdí a mi madre con diecisiete años. Entonces están mi padre y mi hermana, los dos allí solos. Mi hermana todavía vive en casa porque es más joven, pero ella en algún momento se tendrá que ir. Entonces es como que yo he dejado esa responsabilidad. Si le pasa algo a mi padre, mi hermana es la primera que está allí. Ellos también optan por si pasa algo, tampoco me lo dicen para no preocuparme”. Este testimonio es un ejemplo de la manifestación del duelo migratorio por la familia.
Sin embargo, Bello no es la única que sufre por su familia. “Estar sin la familia y sin los amigos es muy difícil. Es muy difícil porque quieres compartir no solo los momentos malos sino también los buenos. A mí me da mucha pena cada vez que voy a España a ver a mi familia, sobre todo a mis padres que se hacen más mayores. Y me da miedo que un día me llamen por teléfono y me digan que no están ahí”, reconoce durante su testimonio Ana Belén Fajardo, otra de las participantes.
Otros, más jóvenes, reconocen que han perdido esa noción que diferencia su país de origen y su país de acogida. Ya no sienten que su hogar sea España, pero tampoco asocian el país en el que están como su hogar. “Cuando llegué a casa de mi madre fue un ‘ya no me siento como en casa, ya estoy incómodo’. Siento que mi casa es Londres. Para mí el ‘me tengo que volver a casa’ es me tengo que volver a otro país’”, admite José Royo, que, en el momento de la grabación, llevaba siete años viviendo en Londres. “Entonces, venía aquí, después de esas primeras veces, y era como ‘tampoco estoy cómodo aquí, no es mi casa tampoco’(…) ¿De dónde soy? Si cuando estoy allí no estoy cómodo, y cuando vengo aquí tampoco estoy cómodo. Es un sentimiento un poco raro de no tener casa, de sentirte fuera de casa, estés donde estés...”.
Cuando vives en otro país, las cosas más simples se magnifican. Eres incapaz de comprarte un sofá por miedo a que signifique que te estás estableciendo en un país, en el que, en realidad, no quieres quedarte. Como el propio Moreno reconoce, “no he tenido tele hasta hace un par de años porque yo seguía pensando que para qué, porque como me iba a volver”. O el relato de Adriana Páramo, productora del documental que también cuenta lo aliviada que se sintió cuando su relación con alguien de Bélgica terminó. “Los dos queríamos volver a nuestros respectivos países y esa conversación era un poco tabú. Y sí que es cierto que cuando mi relación acabó, en ese sentido, me sentí super aliviada. Porque me sentí libre de decir ‘puedo volver a España cuando yo quiera’. Yo sabía que si tenía una pareja que no era española el volver ya es muy difícil” reflexiona Adriana.
Como Moreno apunta, el documental no es solo una forma de dar a conocer este proceso de duelo a los emigrados sino también a amigos y familiares que, quizá, no entienden todas las implicaciones de emigrar a otro país. “La gente que se queda, familiares, amigos, tienen que entender que nosotros a veces necesitamos de un tiempo y de un entendimiento que no tenemos. Nos falta un poco de empatía, sobre todo de la gente que se ha quedado en el país”, resalta.