Toni Servillo: “La cultura siempre es la Cenicienta para los políticos, da igual de qué partido sean”
Hay actores que quedan unidos para siempre a un personaje. Al menos, para el público. Para los espectadores, el rostro de Toni Servillo les transporta, de forma directa, a la Roma de Paolo Sorrentino en La gran belleza. Servillo será para siempre Jep Gambardella, aquel escritor al que conocíamos a ritmo de Raffaella Carrà y “Mueve la colita, mamita rica”, en una de las presentaciones de personaje más brillantes del cine reciente. Sin embargo, en el caso de Servillo sería reducir una de las carreras más brillantes y redondas del cine europeo reciente a una única película. El italiano lleva protagonizando las mejores obras de su país desde hace tiempo, y además es uno de los actores más respetados del teatro.
Una carrera en la que ha sido Giulio Andreotti, en Il Divo; el Papa Pablo VI, en Exterior Noche y hasta Silvio Berlusconi, en Silvio (y los otros). Muchas veces a las órdenes de su amigo Sorrentino, pero también con los mejores directores italianos como Marco Bellocchio. A través de sus personajes se puede hacer un repaso a la historia de Italia, y en esa labor de memoria histórica ahora suma su encarnación como Luigi Pirandello, el Nobel de Literatura y revolucionario del teatro al que da vida en La inspiración. El gran Pirandello.
La película de Roberto Andò no es un biopic al uso, sino que cuenta el momento en el que el escritor acude al entierro de su nodriza, atascado ante la escritura de su obra maestra Seis personajes en busca de autor, y cómo el contacto con una compañía teatral de pueblo, de comedietas populares, le ayuda a encontrar la inspiración. Dar vida a Pirandello para él es un reto. Servillo sigue comprometido con las tablas, y nunca las ha abandonado por el cine a pesar de haber formado parte de los mayores éxitos del cine italiano reciente.
La propuesta de hacer de Pirandello le llegó directamente del director, con quien ya había trabajado en dos películas y con quien “comparte la pasión por el teatro”. “Ambos somos dos personas que nunca hemos considerado el teatro como una antesala para llegar al éxito cinematográfico. Practicamos el cine y el teatro constantemente, sin nunca abandonar ni uno ni otro o el uno por el otro”, cuenta desde su casa en Italia. La propuesta le produjo “curiosidad y fascinación por poder interpretar a este pilar de la cultura italiana”, pero sobre todo por hacerlo alejándose del cine acartonado y poniendo el foco “en el momento en el que crea su mayor obra y con un mecanismo muy interesante”. El título original, La stranezza, que se podría traducir como “La extrañeza”, hace referencia a un concepto que define las creaciones del autor, que eran “rarezas que sabía que nunca se habían visto antes”. “Yo soy un hombre de teatro, y Pirandello para mí es una de las referencias de mi formación”, añade para explicar por qué dijo sí al reto.
Pirandello recupera la inspiración cuando vuelve a entrar en contacto con el pueblo. Cuando baja del pedestal y toca la calle, confirmando eso de que cuando un artista deja de coger el transporte público pierde su conexión con la realidad, algo con lo que Servillo está de acuerdo. “En el momento en que un artista deja de tener relación con la vida verdadera, con la vida cotidiana, con la imprevisibilidad de la existencia, con las miserias, con las pequeñas cosas de la existencia, ya no tiene sentido lo que hace”.
En el momento en que un artista deja de tener relación con la vida verdadera, con la vida cotidiana, con las miserias... ya no tiene sentido lo que hace
Servillo recuerda que la frase del transporte público no es solo un refrán sin más, sino que la dijo el filósofo búlgaro Elias Canetti en una entrevista en los últimos años de su vida: “Él decía que una de las cosas que más le fascinaba en la vida era observar la fuerza de la mirada de las personas cuando cogía el tranvía en Viena. La obra de Pirandello, por ejemplo, es de una enorme sofisticación teatral, pero sigue muy vinculada a la vida, y saca lo cómico de lo trágico y al revés, lo trágico de lo cómico. Pero es verdad, es imposible hacer eso si nos apartamos de la vida diaria de la gente”.
A pesar de la experiencia, a Servillo también le pasa como a Pirandello con sus Seis personajes en busca de autor, y también se bloquea y no sabe cómo afrontar escenas o papeles. Confiesa que le pasa “a menudo, y mucho más a menudo en el teatro”. “En ese primer encuentro entre un actor y un personaje lo que hay que hacer es tomar distancia y mirar al personaje como a alguien más complejo que tú, alguien que tiene una vida más importante que la tuya y que tiene una complejidad humana e intelectual mayor que la que tú puedas tener o que hayas tenido en tu vida. Aproximarse al personaje significa también acercarse a alguien que es el resultado de una creación y en este caso, por ejemplo, volviendo a Pirandello, estaba también esa sensación de querer humanizar a una persona que es un personaje increíble para la cultura italiana, y para la no italiana, así que quisimos bajarlo un poco del pedestal en el que estaba encaramado”, apunta sobre el truco para afrontar cada papel.
La llegada de la extrema derecha al poder preocupa al mundo de la cultura y al del cine en concreto, ya que Italia siempre ha defendido la industria desde el sector público. Servillo confirma el sentimiento, y entiende que ahora la política esté pensando más en que “la gente llegue a final de mes, en la subida de la energía, preocupada por la posibilidad de que haya una tercera guerra mundial, por el cambio climático… y que eso haga que la cultura parezca una preocupación menos evidente”, pero considera que en Italia, directamente, nunca ha habido un buen cuidado y una sensibilidad hacia ella. “Creo que también pasa en España, no solo en Italia. Yo tengo esa sensación de que la cultura es la Cenicienta para la política, y da igual de qué color político sea o quién esté en el poder en ese momento. Sin embargo, se ha demostrado durante los trágicos días de la pandemia que la única cosa que realmente creaba una cohesión social y que acercó a las personas fue, precisamente, la cultura”, dice con contundencia.
“Esto es algo que deberían de tener en cuenta todos los políticos, sean de izquierda o de derecha, porque la cultura es lo que nos hace humanos y cohesionados. Así que sí, efectivamente estamos un poco más preocupados ahora, también porque no habíamos visto, desde hace muchos años, a la derecha gestionar directamente la política cultural en nuestro país. Por lo tanto es una preocupación más grande, aunque la preocupación la hemos tenido siempre, porque como he dicho, la cultura siempre ha sido considerada como la Cenicienta, la menor de las preocupaciones de todos los Gobiernos”. Palabra de Jep Gambardella.
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