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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La sala de cine que nace del cadáver de un banco: “Parece el mundo al revés, pero no soy un kamikaze”

En el mundo al revés, una bola de demolición acaba con lo que queda de una sucursal bancaria para empezar a construir una sala de cine. Las butacas con olor a nuevo desfilan por donde antes había cajeros automáticos y la publicidad que anunciaba planes de pensiones y bonificaciones a las hipotecas se intercambia por carteles de películas de estreno.

En una ciudad donde cada vez mueren más cines históricos para albergar sucursales o locales de empresas de lujo, que una nueva sala nazca en el centro de Madrid parece una broma de buen gusto. Pero no lo es. En menos de dos meses, los Cines Embajadores abrirán sus puertas en plena glorieta de Santa María de la Cabeza.

Los obreros cargados de ladrillos cruzan una puerta encabezada por una pequeña lona morada que desvela pocos detalles del proyecto: número de salas, quién lo lleva y próxima apertura sin fecha. Sin embargo, es suficiente para llamar la atención de los vecinos y curiosos que se asoman un mediodía cualquiera entre semana. Coincide que el ideólogo se encuentra allí para supervisar las obras, atender a eldiario.es y, de paso, solventar las dudas de los viandantes.

“La respuesta está siendo alucinante sin haber empezado aún con la promoción”, desvela Miguel Ángel Pérez, dueño de los futuros cines, a eldiario.es. “Estoy acostumbrado a convocar a la gente y a la prensa por mi otro trabajo, y para este proyecto no me ha hecho falta”. Pérez está al frente una distribuidora de películas independientes llamada Surtsey Films y que inevitablemente va a estar asociada a los Cines Embajadores. Eso no significa que se vayan a proyectar de forma única ni prioritaria las cintas de su sello: “Todo lo contrario”, advierte el empresario.

Los Cines Embajadores serán únicamente en versión original, pero estarán abiertos a todo tipo de propuestas, “desde cine español, títulos de autor, protagonistas de los circuitos de festivales como Cannes o San Sebastián y documentales”, hasta ópera en streaming. Pérez deja claro que eso incluye también a Hollywood porque “allí hay mucha calidad y se premia en festivales, como Joker, que ganó en Venecia”. Las 55 semanas del año son muy largas para un cine con solo tres salas y 200 butacas, por lo que advierte que habrá hueco de sobra para todos: “Se adaptará la cartelera a lo que pida el público”.

Luis y Francisco se acercan tímidamente a la puerta, atraídos por el revuelo de las obras. “Yo soy de Lisboa y allí hay muchos cines así, con películas muy buenas, pero no muy comerciales”, dice el segundo. “Claro, en Portugal hablan bien idiomas porque ven la televisión y el cine en versión original, no como aquí. Así que nos parece genial”, concede su pareja. Lo mismo opina Paloma, que reconoce que se aficionó a verlo en su idioma patrio gracias a un amigo: “Nos teníamos que ir todas las semanas hasta el centro y esto para el barrio va a ser maravilloso”.

A pesar de ser una tendencia al alza, Madrid cuenta con muy pocos cines en versión original en comparación a otras capitales del mundo. Los Renoir, los Yelmo Ideal o los Verdi serán los únicos competidores de Embajadores, aunque Pérez reconoce que lo único que ha recibido por parte del resto de exhibidores han sido loas y mensajes de ánimo. “Además, yo voy a seguir colocando mis películas allí, ya que pocas salas apuestan por el cine de autor, así que me conviene que les siga yendo bien”, asegura.

En cuanto al futuro del proyecto, Pérez no tiene dudas. Tampoco las tuvieron en el banco que les avaló porque “no ha sido una inversión tremenda”. Se muestra reticente a dar el precio exacto del alquiler del local, pero señala un confesionario cercano –y más pequeño– asegurando que rondará los 7.000 euros al mes. Lo que sí confiesa es la hipoteca que ha conseguido para la reforma del espacio: 500.000 euros incluyendo las butacas, las pantallas, los suelos y los baños que dentro de poco tomarán forma sobre las ruinas.

Cuesta imaginárselo hasta que describe con pelos y señales una imagen nítida que lleva dos años rondándole: “Butacas grises, suelo negro, paredes marrones que estarán cruzadas por haces de luz led, pantallas de tres metros de alto y cinco de ancho y lámparas en forma de focos de cine”. Para el nombre reconoce que tuvieron más dudas. “Le dimos muchas vueltas. Queríamos que lo identificaran con el barrio y dijimos Delicias o Candilejas, pero este tiene glamour y remite a los ”embajadores“ del cine”, explica el dueño convencido.

Para él, la ubicación es una gran virtud porque está en el centro, pero en una parte habitable. “Al principio queríamos en Lavapiés, porque es una zona con muchísimos teatros alternativos y ninguna sala de cine, pero hay mucho piso turístico. En Embajadores la gente tiene ese espíritu de comunidad y a la vez un nivel intelectual y adquisitivo alto. Esto no es Carabanchel”, compara.

Justo en ese instante aparece Pilar, de 67 años, jubilada y afiliada a un cine fórum: “Tenemos un grupo y todas las semanas vemos una película y la comentamos. Nos gustan las independientes porque son las que más se pueden debatir y compartir”, comenta emocionada. Juan y Sofía, dos jubilados y vecinos de toda la vida, se sorprenden y alegran por la desaparición de la sucursal de La Caixa: “Esto es mucho más emocionante”. Pero Miguel Ángel Pérez lo ve como algo circunstancial y arriesgado en su justa medida. “Parece el mundo al revés, pero no me considero un kamikaze”, afirma.

Como veterano en la industria y distribuidor no comercial, Pérez tiene el riesgo integrado y el miedo al fracaso relativizado. “Por suerte en esto no dependo solo de mis películas porque si no, no abriría un cine”, bromea entre risas. Acostumbrado a pelear por la promoción de una cinta y que después no dure más de tres semanas en cartelera, los Cines Embajadores son un remanso de paz. A pesar de su optimismo, abrir una sala de cine hoy en día es un deporte de riesgo y no está exento de sus propias batallas.

Precio de entradas competitivo y “barquilla” en duda

El precio de las entradas es uno de los temas que más le interesa a la gente que ronda por fuera. A este respecto, Miguel Ángel lo tiene claro: “Voy a poner el mismo que el resto de los cines, ni más barato ni más caro. Son compañeros. Pero hoy en día hay muchas promociones. Están los miércoles al cine, los domingos, el ”vuelve al cine“ pagando menos con la entrada, el carnet de socio…todas esas ideas las voy a aplicar. No voy a reinventar nada”, asegura.

“Yo sigo diciendo que el cine es el ocio más barato que hay. Por un precio que ronda los 6 y 8 euros no puedes salir a cenar y no hablemos ya de ir al teatro”, defiende. Según él, la bajada del IVA cultural al cine ha sido de gran ayuda, pero comprende que hay ciertas reticencias cuando muchas –sobre todo las multisalas– no lo han revertido en el precio de cara al público. “Durante la burbuja, en la que a la gente no le importaba pagar de más, la vida subía un 2% al año mientras que los cines lo hacían un 10%. Por suerte eso se ha ido corrigiendo con la crisis, pero aún quedan algunos así”, reconoce.

El otro gran debate, sobre todo al tratarse de un cine orientado a las películas de culto y autor, es el de abrir una barra de bebidas y palomitas. Lo que el sector llama “barquilla” porque ahí se venden muchas veces también las entradas. “Me lo estoy pensando”, ríe con una mueca que manifiesta lo contrario. “Con tan poquito aforo, necesito todos los alicientes que existan. Pero si dependiese de mi perspectiva personal, preferiría no ponerla”, confiesa.

Pérez aprovecha para pedir al Gobierno más ayudas a nivel nacional: “Hay unas subvenciones de la Comunidad Económica Europea para los cines que ponen versión original o cine europeo, pero aquí no se da nada. No existen para los exhibidores y que nos echasen una mano en este aspecto nos vendría genial”. En la Comunidad, a cambio, los teatros y las salas de cine están exentos de pagar el IBI. Un pequeño incentivo que anima a los empresarios a invertir en un sector que aún no está muerto, aunque lo vayan liquidando poco a poco.

“A los españoles les gusta salir a la calle, quedar con amigos y compartir. La gente no se queda en casa por mucho que existan Netflix y HBO, y menos con el buen tiempo”, confía. Los datos le avalan. Según el Ministerio de Cultura, en dos años la cifra de espectadores ha crecido un 8%.

Quizá la actitud humilde del equipo que gestiona los Cines Embajadores sea uno de sus grandes valores; Miguel Ángel Pérez y los suyos son moderadamente ambiciosos y no pretenden robarle espectadores a otras salas, sino lo contrario. Ofrecen un punto más cercano a gente a la que le cuesta desplazarse e inyectan una dosis de entusiasmo y esperanza ahora que otros la quieren demoler a bolazos. No es el mundo al revés; es el mundo visto desde otra perspectiva.