Ha sido considerada como uno de los puntales de la ciencia ficción con perspectiva de género y un pilar del pensamiento crítico a través de la narrativa fantástica. Ursula K. Le Guin ganó siete premios Hugo y seis premios Nebula, los dos grandes galardones de estos ámbitos literarios. También fue nombrada miembro de la selecta Academia Americana de las Artes y las Letras. Y falleció en enero de 2018, entre honores constantes y charlas punzantes, convertida en un símbolo de excelencia artística y de compromiso intelectual en el históricamente muy masculinizado ámbito de la literatura fantástica.
El documental Los mundos de Ursula K. Le Guin, estrenado por la plataforma de vídeo online Filmin, es una tarjeta de presentación y a la vez una carta de amor a la autora de El eterno regreso a casa. Para los no iniciados, supone una vía de entrada al ideario y la obra de la escritora estadounidense, especialmente de sus primeros clásicos.
Cuentos de Terramar, Los desposeídos o La mano izquierda de la oscuridad fueron libros concebidos desde los Estados Unidos progresistas, cuando la contracultura y sus ramificaciones pop aún no habían sido barridas por la revolución neoliberal de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Aunque Le Guin era consciente de la dificultad en la construcción de utopías, plasmada en Los desposeídos, su enfoque estaba lejos de la posterior inflexión del fantástico hacia las atmósferas depresivas y los futuros de desigualdad extrema y tiranía corporativa propios del ciberpunk.
Quizá para los conocedores en profundidad de la obra de la escritora estadounidense, el filme de Arwen Curry no aporta muchos datos desconocidos o consideraciones sorprendentes. El resultado no dejará de resultar atractivo por el acercamiento relativamente íntimo a la autora y porque la carta de amor viene firmada por nombres ilustres. A lo largo del metraje, comparece un auténtico quién es quién de la literatura fantástica encabezado por Margaret Atwood (El año del diluvio) y el polifacético escritor Neil Gaiman (American Gods).
Fantasías con pensamiento crítico
Filmado durante años, Los mundos de Ursula K. Le Guin combina filmaciones recientes de la autora con intervenciones de archivo. También usa de manera constante una tercera pata: esos discursos de Gaiman, David Mitchell (El Atlas de las nubes) y compañía que suelen ir más allá de los comentarios generales para analizar aspectos de algunas obras.
El repaso cronológico de los primeros libros de la estadounidense se alterna con incisos sobre su vida familiar. Una vida familiar decisiva, al menos, en un aspecto: la familiarización con la antropología hizo que fuese muy consciente de las dinámicas etnocéntricas de la narrativa. Se tendía a imaginar realidades no tan diferente porque se creaban desde perspectivas muy limitadas, y se tendía también a condenar al diferente, al Otro.
Le Guin se propuso imaginar formas de vida y sociedades realmente diferentes. Lo hizo sin el pesimismo que mostraba Stanislaw Lem (Solaris), para quien el entendimiento entre dos especies suficientemente diferentes resultaría completamente imposible. Esa era la idea de fondo de obras como La voz del Amo o Fiasco. Le Guin, en cambio, optó por crear un universo más acogedor vertebrado parcialmente por Ekumen, una federación de mundos habitados por seres humanos.
Quizá el punto débil del documental es que, quizá a causa de su brevedad (apenas supera la hora de duración), no ilustra al espectador sobre los también fértiles años 90 y la primera década de este siglo. El relato salta de su absoluta consagración a sus años finales como referente intelectual feminista, cercano al anarquismo. Y destaca su posición adquirida como cultivadora de géneros populares que había cosechado honores más allá de ese círculo que, en ocasiones, podía tener algo de prisión.
En este aspecto, el de las posibles prisiones de las inercias, el montaje planteado por Curry nos ofrece algunas joyas. El pensamiento crítico de Le Guin influía en la concepción de su narrativa, pero también en la visión que tenía de sí misma, de su obra previa y de los caminos futuros a seguir. La autora, por ejemplo, revela que se puso a la defensiva cuando voces feministas criticaron sus primeros éxitos. Después, asumió que tenían razón: estaba siguiendo la convención de escoger héroes hombres o había usado el masculino como género por defecto al referirse a las personas andróginas (y de sexo cambiante en sus diversos periodos de celo) que habitan La mano izquierda de la oscuridad.
Si la historia de la literatura, o las secciones de opinión de nuestros periódicos y suplementos, están llenos de escritores que se acomodaron en posiciones ideológicas inamovibles o han ensayado tardíos giros reaccionarios, Le Guin siguió profundizando en su ideario y adoptando causas hasta el final. Su crítica del actual sistema capitalista, escasamente popular entre la opinión publicada estadounidense, le llevaba a destacar una obviedad que, ahogados como estamos en el no hay alternativa thatcherista, no parece tan evidente: “Podemos vivir de una manera diferente”, afirma en un momento de la película.
El documental también muestra fragmentos de su polémico discurso de aceptación de un premio honorífico en los National Book Awards de 2014: “Vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible, pero también lo parecía derecho divino de los reyes”, declaró Le Guin. Es una de las culminaciones de un modesto filme entregado a divulgar su obra y pensamiento de manera accesible a nuevos lectores. Sirve, además, de emotivo regalo para quienes la siguieron y admiraron.