Desde hace unos años, una palabra se ha colado en el diccionario de los cinéfilos: multiverso. El universo cinematográfico de Marvel ha llevado a la gran pantalla un término que ya era más que conocido entre los fans de los cómics, pero que todavía no se habían atrevido a llevar a sus películas. Realmente, el multiverso no es algo que posea en exclusividad Marvel, sino una teoría clásica que asegura que hay infinitos universos diferentes al nuestro. Ellos utilizaron esto para hacer convivir líneas narrativas diferentes de sus superhéroes sin que sus tramas se solaparan y colapsaran. También para juntarlos y explorar nuevas ideas. Es decir, hay diferentes Spider-Man, uno en cada universo, por lo que puede haber varios héroes independientes con historias propias.
En el cine, una vez superada la fase 3 de Marvel, había que buscar cómo avanzar hacia un nuevo sitio que sorprendiera a los fans y les diera la posibilidad de seguir pagando la entrada en un momento donde las salas agonizaban. El multiverso ha sido la solución. En la última entrega de Spider-Man, el multiverso se usaba para juntar a todos los hombres araña que había dado el cine en un momento nostálgico, que servía para unir a varias generaciones de seguidores. Una vez abierta esa compuerta, parece que seguirá aprovechándose: en Doctor Strange en el multiverso de la locura también se ha utilizado para juntar, por primera vez, a los X-Men con el Universo Cinemático de Marvel y hasta para presentar al líder de los nuevos Cuatro Fantásticos.
Al final, para lo que han utilizado este truco narrativo es para ampliar su posibilidad de historias y justificar la unión de héroes que de otra forma no podrían convivir ya que sus películas no ocurrían en la misma línea espacio-temporal. Ahora, todo puede solucionarse con un agujero hacia un nuevo universo. Es una lástima que con un truco que puede dar tanto juego, parezca que están desaprovechando una oportunidad única para ser originales y arriesgados.
Es curioso que hayan sido dos directores que rechazaron dirigir la primera temporada de Loki (la serie de Disney+)-, Daniel Kwan y Daniel Schinert (más conocidos como Los Daniels), los que hayan conseguido llevar el multiverso a otro nivel. Dijeron que no a Marvel porque ya estaban trabajando en su propia película sobre el multiverso. Los Daniels eran conocidos por haber dirigido esa bizarrada llamada Swiss Army Man en el que Daniel Raddclife, el niño de Harry Potter, interpretaba a un cadáver cuyas erecciones servían como brújula y sus flatulencias como forma de propulsión en el agua.
Pocos esperaban que la propuesta de multiverso de estos directores pudiera dejar en ridículo la de Marvel. Todo a la vez en todas partes —que se estrena este viernes en cines en España— es un filme único, loco, divertido, exagerado y muy original. Tiene la etiqueta de título de culto en la frente y, de hecho, se ha convertido en un éxito de masas en EEUU, donde va camino de superar los 60 millones de dólares y ser el filme más taquillero de A24, la empresa que actualmente lleva el cine de autor más radical. Se ha convertido en la película de la que todos hablan y desde hace semanas sigue llevando gente a las salas para ver de qué va eso del multiverso y por qué no es de Marvel.
Conviene llegar lo más virgen posible a esta película para disfrutarla en su plenitud. Bastaría con saber que la dueña de una tintorería, una imponente Michelle Yeoh, vive una vida gris intentando sobrevivir entre facturas y con una relación complicada con su hija. Viven, además, los prejuicios de una familia china en EEUU. Un día, mientras se enfrenta a una amenaza de desahucio si no paga, descubrirá que ella es la única esperanza para salvar el multiverso. Aprenderá las claves para viajar de uno a otro, conocer las habilidades de sus otras versiones y convertirse en una auténtica heroína.
Esto podría dar lugar a una película de acción más, pero en la mente de los Daniels se convierte en un derroche de imaginación desbordante, ideas locas llevadas a cabo con convicción y mucha energía. Los multiversos son descacharrantes. En uno las personas tienen perritos calientes en vez de dedos, mientras que otro es todo un homenaje al cine de Wong Kar-Wai. Han logrado crear un imaginario propio, que bebe de muchas influencias cinéfilas, pero que se siente personal y diferente. Todo con un ritmo frenético y con un reparto entregado a la causa surrealista (Jamie Lee Curtis como villana es un acierto). Las escenas de acción están coreografiadas de forma excelente, el humor viaja de lo visual hasta lo escatológico y cuando el ritmo decae siempre se las apañan para traer una idea nueva que funciona.
Es cierto que su duración es excesiva, que sus 140 minutos a veces se hacen algo cuesta arriba y que el delirio puede cansar, pero uno no puede más que rendirse a un filme tan divertido y libre en un momento en el que las salas de cine sóolo apuestan por remakes, secuelas y franquicias. Los Daniels han hecho el filme que les ha dado la gana. Uno que, además, esconde bajo su caparazón de película de acción y fantasía, un hermoso tratado sobre la importancia de la bondad en los tiempos que corren.