El volcán de La Palma estalla en la Berlinale con ‘La hojarasca’, una historia de cuidados y mujeres olvidadas

Javier Zurro

Berlín —
17 de febrero de 2024 22:13 h

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El 19 de septiembre de 2021, el volcán de La Palma entraba en erupción. Las imágenes parecían sacadas de una historia de terror. Las colinas bajaban llenas de lava, arrasando todo lo que encontraban a su paso. Múltiples localidades tuvieron que evacuar a sus habitantes y, cómo no, los medios encontraron en aquel suceso material para llenar horas y horas de contenido. Aquella explosión imprevista pilló a la cineasta canaria Macu Machín en pleno rodaje de su debut en el largometraje, La hojarasca, una historia que colocaba a su propia familia en el centro de un relato donde el paisaje canario era un personaje más.

Se encontraba en Puntagorda, y las imágenes de aquel volcán vomitando humo y lava acabaron entrando de lleno en su película, que se ha presentado en la sección Fórum de la Berlinale. Aunque el volcán no estuviera tan presente en el guion, aquel suceso se convirtió en metáfora perfecta de la historia de su madre y sus tías. Tres hermanas en las que el silencio se instauró. Una forma de aceptar, de no hablar y de no solucionar las cosas con la palabra hasta que todo estalla… como el volcán. Carmen, Maura y Elsa, tres mujeres resilientes que pertenecen a una generación que nunca está en el centro de los relatos. Mujeres que, además, viven en lugares que tampoco salen en las historias que se cuentan.

Algo tan sencillo y tan universal como el reparto de una herencia es el motor que desencadena las imágenes hermosas y con un aura fantasmal que construye Macu Machín, que con esta película quiso “desenredar un nudo, un tema tabú” en su familia. Propuso a su familia “poner en escena” el conflicto. De alguna forma “jugar” a interpretarlo. “Más allá de que haya momentos más de ficción o más documentales, me parece que son todos momentos verdaderos, porque todas las escenas tienen cosas que son de ellas. Sus miradas, sus gestos, sus respuestas. A mí lo que me interesaba era verlas a ellas, que estuviese su energía, su intensidad, sus palabras, sus respuestas, sus gestos. Ver cómo están afectadas por el volcán, por las relaciones entre hermanas… y eso es verdadero”, dice la directora desde Berlín.

Cuando el primer día de rodaje apareció el equipo, reducido, de unas diez personas, aquellas hermanas “se pusieron medio a llorar antes de la primera toma”. “Decían, ‘qué hemos hecho para que haya más gente, además de nuestra sobrina o nuestra hija, que esté interesadas en nosotras’”, recuerda Machín sobre cómo se sintieron estas actrices improvisadas al descubrir que sus historias importaban. En ella siempre ha habido un “deseo de trabajar lo periférico”. “Soy de una isla, entonces la mirada periférica es natural. Pero viví en ciudades grandes durante mucho tiempo y tenía muchas ganas de regresar a las islas y contar cosas desde ahí. Mostrar que en este lugar tan pequeñito pueden suceder cosas universales, que nos toquen, y poder contar historias de mujeres de campo, que es lo que más conozco, las mujeres de mi familia”.

A través de esas mujeres, la directora va abriendo un abanico de temas entre los que encuentra el de los cuidados, y cómo estos recaen siempre en las mujeres de la familia. “Siempre están a cargo de las mujeres. Son mujeres que llevan las tierras, se encargan de la herencia y hablan sobre quién cuida a quién. Lo que están diciendo es que no están solas, que se podrían acompañar. Es un tema complejo que no quería abordar desde el juicio, sino acompañando con mi cámara a las mujeres de mi familia”, explica. 

Los cineastas canarios tenemos una sensibilidad y un deseo de descolonizar esa mirada sobre nosotros mismos y sobre el territorio

La herencia sirve como metáfora para hablar de aquello que heredamos, tanto físico como en forma de conflictos “enquistados que no entendemos y que surgen cuando ponemos en orden las cosas”. Lo que aquí se reparten es algo anecdótico, una huerta abandonada que no van a seguir cuidando, pero en ella hay una carga simbólica, “una resistencia”, una idea “de defender algo”. “Me gusta trabajar con palabras polisémicas, con conceptos polisémicos, como la idea de herencia o la idea de hojarasca”, aclara la realizadora. Entre esos conceptos polisémicos también está el de frontera, o dónde termina la linde. Un término ficticio que provoca tantos problemas en las familias y en las sociedades. “Es otro término abstracto. Es que depende de donde se pone una piedra y todo cambia. Quería poner en escena esa idea tan absurda de las lindes, de lugares que no tienen marcas, o que se han movido con el paso de los años, como si fuera un territorio móvil y vivo”, opina.

Ya en el guion estaba presente “la importancia de la naturaleza y que esta iba a aparecer y despertar cosas”. Una idea que había que construir para integrarla y que apareció sola en forma de volcán en erupción para convertir a la naturaleza en “la cuarta protagonista”. La hojarasca también deja claro que donde naces “marca muchísimo”. “El hecho de ser isleño marca, porque estas en un lugar aislado, como soñando con tener un horizonte de tierra, pero luego estás anhelando siempre el mar. A mí me ha pasado que cuando voy de viaje a algún sitio digo, ‘qué bonito, se parece a Lanzarote’, como si siempre, de alguna forma estuviéramos buscando nuestro lugar de origen, y eso es algo que creo que a los insulares nos pasa mucho”.

La hojarasca también rompe con la imagen turística y de postal que el cine suele dar de las Islas Canarias, y enseña el cine hecho por gente de allí, contando historias de allí. “Tenemos una sensibilidad y un deseo de de descolonizar esa mirada sobre nosotros mismos y sobre el territorio, porque muchas veces hay una mirada colonial de interpretar el papel que se nos ha dado desde la metrópoli. Esa idea de que vivimos en un paraíso, que es un paraíso inventado. Sí, es un lugar fantástico, pero no es solo un decorado. Si rascas hay tensiones entre los habitantes y en el territorio. Hay problemas ecológicos, medioambientales y sociales”, apunta Macu Machín que también aboga por una coexistencia entre los grandes rodajes que van a rodar a Canarias aprovechando los incentivos fiscales y la creación de un ecosistema sano para los realizadores de la zona.