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Arantxa Sánchez Vicario se convierte en una inesperada antagonista de los Oscar

Fotograma El método Williams

Mónica Zas Marcos

21 de marzo de 2022 20:06 h

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Todas las quinielas señalan a Will Smith como ganador del Oscar por su interpretación de Richard Williams en El método Williams. Aunque la película pretende lo contrario, la figura del padre de las tenistas Venus y Serena tendría rasgos de sobra para convertirse en el villano. Alterna escenas bucólicas de familia bien avenida y discursos enérgicos con una obsesión malsana por convertir a sus hijas en tenistas profesionales desde pequeñas y trazarles “un plan”. En medio de este último, sin embargo, se inmiscuye Arantxa Sánchez Vicario, que sale reflejada como la inesperada antagonista del filme, que parte con seis nominaciones a los premios de Hollywood.

La tenista catalana aparece en el cenit de El método Williams, cuando Venus se enfrenta a su primer partido profesional de la liga femenina en 1994. La norteamericana tenía 14 años y al otro lado de la red le tocó enfrentarse contra Sánchez Vicario, que le sacaba nueve años y según la película era la mejor jugadora del planeta. “Ni Alí contra Frazier. Si gana será la mayor sorpresa de la historia del deporte”, expresan en la cinta.

En el partido se ve cómo la pequeña le planta cara sin amedrentarse hasta que Arantxa (interpretada por la tenista mexicana Marcela Zacarías) pide un descanso para ir al baño que se alarga diez minutos. “Es una vieja artimaña para desconcentrarla, no podemos hacer nada”, explica el que fuera entrenador de Venus, Ricky Macci. Después de eso, Vicario gana el torneo de Oakland. Un duro –e injusto, según la película– golpe para Venus. Si bien la adolescente empezó a firmar contratos millonarios y a acumular victorias apenas unos meses después de aquello, es un momento de alta carga dramática en la película.

Es un truco cinematográfico efectivo, pero eso no fue lo que ocurrió en 1994. Ni Arantxa Sánchez Vicario era la número uno mundial (en ese momento todavía ostentaba el puesto la alemana Steffi Graff y ella lo conseguiría tres meses después) ni jugó sucio. Es cierto que Williams iba ganando en el primer set, pero la barcelonesa terminó encadenando once juegos que le procurarían la victoria y sin ninguna escapada al baño.

“Aún es pronto para decir si va a ganar torneos del Grand Slam, pero ya es una gran jugadora”, dijo Arantxa sobre Venus después de aquel partido. De hecho, hasta Richard Williams celebró el resultado: “Estoy satisfecho con su juego, pero también estoy feliz de que haya perdido. Nos da la oportunidad de ir a casa y dejarla tener 14 años el resto del año”. Cuatro años después, como señalan en Esquire, fue Venus Williams la que utilizó el truco del baño contra Lindsay Davenport en el US Open de 1998.

La virtud de El método Williams es haber recreado aquel partido de Oakland sin engaños de cámara: son dos tenistas reales que se baten en la pista, como hicieron Venus y Arantxa. Para el rodaje de esta escena, que apenas dura 15 minutos, necesitaron seis semanas. “Mis golpes son parecidos a los suyos, solo tuve que cambiar el saque”, dijo Zacarías, que se estudió cada movimiento de la barcelonesa para interpretarla en la gran pantalla. La extenista española, que se enfrenta a una querella criminal del banco de Luxemburgo, no se ha pronunciado sobre su aparición con muchas licencias en la nominada al Oscar.

Retrato amigable de Richard

Es cierto que la figura de Richard Williams ha sido continuamente juzgada por los medios de comunicación. Su fama de estricto, arrogante e impertinente le precede. Pero, como en todo, hay diferentes versiones sobre esto. Por un lado están los que creen que el personaje fue creado por un sector racista como era el tenis a finales de los 90 y principios de los 2000, y por el otro los que piensan que Will Smith lo ha mitificado de más.

“A la hora de confrontar esos prejuicios, la película El método Williams hace una sobrecorrección ávida y caprichosa. En su resistencia por no reflejar a Richard Williams como un narcisista codicioso, termina limando casi todas las asperezas de este hombre”, señalan en el New York Times. Por su parte, Esquire defiende que lo que han sufrido las hermanas Williams y su padre es una campaña de acoso y difamación: “La familia recibió ataques racistas, trato hostil por parte de otros jugadores, acusaciones infundadas de amaño de partidos y cobertura sesgada de los medios de comunicación”, escriben.

Se necesita un conocimiento superior del mundo del tenis y del deporte norteamericano, en particular, para emitir una opinión al respecto. Lo que está claro es que en su historia el racismo es central. Richard es consciente de que sus hijas van a ser tratadas de forma distinta por el color de su piel y se entromete hasta límites insospechados para evitar que les cuelguen una etiqueta. En un momento dado de la película, el entrenador corta una entrevista en directo acusando al periodista de poner a Venus, “una niña afroamericana”, contra la espada y la pared. Pero también tenía en alta estima el ejemplo que iban a brindar a otras niñas negras si triunfaban en ese deporte, tal y como él había predicho.

Richard Williams tenía un plan de 78 páginas sobre cómo Venus y Serena se iban a convertir en las mejores tenistas del mundo cuando aún estaba su mujer embarazada. Esa obsesión enfermiza se muestra en la película, pero siempre con una justificación moralmente superior. Si una vecina le critica que haga entrenar a las niñas de noche o bajo la lluvia, él responde que las está librando de acabar en una de las bandas criminales de su barrio, en Compton, California. Si pierde los nervios, es porque le preocupa el futuro de su familia. Que haya padres tiranos o con una mano mucho más dura a la hora de diseñar la carrera profesional de sus hijos, no significa que la actitud de Williams fuese normal –a pesar de que la película insiste en venderle como un hombre que consideraba a sus hijas demasiado pequeñas para lanzarlas a la competición profesional, pero no para exprimirlas al máximo en los entrenamientos–.

Lo cierto es que Venus y Serena siempre han tenido palabras de agradecimiento hacia su padre. “Nunca fue un villano”, han defendido. Las dos aparecen en los créditos de la película, así que ese reflejo no es casual. De hecho limpiar su imagen era la única intención de la película, según ha confesado Venus Williams. Pero también Ricky Macci, que fue su entrenador en los años en los que se sitúa la acción, ha salido en defensa del patriarca: “Si ellas no querían jugar y querían ir a la playa, se iban a la playa. Si querían ir al centro comercial, iban al centro comercial. Mi misión era el tenis y sabía que podíamos trascender en el deporte, pero yo respetaba a Richard aunque estuviera fuera de control o dijera cosas locas”.

Más allá de las consideraciones sobre el padre, El método Williams es un biopic que podría haber explotado los personajes verdaderamente interesantes de la historia: Venus y Serena. ¿Cómo vivieron esa infancia anómala? ¿Cómo intercalaron la competición con la realidad de una adolescente de 15 años? ¿Sintieron el racismo y, más tarde, el machismo? Si la película se hubiera atrevido al menos a mostrar a Richard con todas sus sombras, habría merecido la pena. Pero es solo el retrato descafeinado de un hombre que eclipsa a dos de las mejores deportistas de todos los tiempos.

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