Entrevista

Wim Wenders: “Estoy harto y desesperado por el estado del mundo”

Javier Zurro

11 de enero de 2024 22:32 h

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Para Wim Wenders el cine es algo más que una profesión. Se ve a sí mismo como un artesano, como alguien que con sus manos construye algo con lo que intentar cambiar las cosas, aunque sea un poco. Hasta en sus películas más fallidas ―que por desgracia últimamente han sido varias― se nota ese cuidado a cada historia que decide contar. Siempre en Wenders hay esa pasión con la que deslumbró en el cine de autor gracias a obras maestras como El cielo sobre Berlín o, sobre todo, Paris, Texas. Hay en él, además, un cineasta que no se cansa de probar, jugar y descubrir. Ahí están sus documentales con un apabullante 3D donde, por ejemplo, nos dio una nueva perspectiva (tridimensional) a la danza de Pina Bausch.

Que Wim Wenders siga haciendo películas es una buena noticia para todos. El cine es un poco mejor con autores como él, comprometidos y humildes. Si además regresa a su mejor momento con una película como Perfect Days las buenas noticias son aun mejores. La película, que ganó el premio al Mejor actor en Cannes para Koji Yakusho, sigue a un limpiador de retretes públicos en Tokio que tiene claro que su trabajo mejora la vida de los demás. Un filme pausado, emocionante, que respira Ozu por todos sus poros y que se acompaña de una banda sonora llena de clásicos de Lou Reed, Nina Simone o Patti Smith.

¿De dónde nace la idea de contar esta historia sobre un limpiador de urinarios en Japón?

Me gusta la cultura japonesa desde que la descubrí por primera vez en los años 70. Cuando fui a Tokio me sentí extrañamente como en casa. Y todavía me pasa. Cuando no voy durante mucho tiempo siento nostalgia. Como si fuera mi país, aunque mi país sea realmente Alemania. Todo empezó cuando vi las películas de Yasujiro Ozu y sentí una afinidad tan profunda con ellas... Sentí que él representaba no solo a Japón, sino que realmente representaba a la humanidad más que cualquier otra película que hubiera visto.

Él plasmó a la familia en un sentido muy universal y yo me sentí como en casa dentro de su universo. Es muy peculiar la manera en la que los japoneses viven juntos. Tienen un sentido muy pronunciado del bien común y de la responsabilidad social. Todo sucede porque viven muy juntos en esta pequeña isla, así que han desarrollado una excelente forma de vivir juntos y lidiar con el espacio y con el hecho de estar muy cerca los unos de los otros. 

Estar en Tokio en hora punta no es una carga como lo sería en Berlín, donde lo evito porque es muy desagradable. En Tokio es hasta bonito. Me encanta tomar el metro en Tokio a esas horas. Los japoneses han aprendido cómo vivir en las grandes ciudades y cómo vivir juntos. Aceptaron las reglas de manera diferente que en nuestros países, donde el principal mantra es el ‘yo primero’. En Japón es al contrario, ‘todos nosotros juntos primero’ y luego ya va el ‘yo’. Y eso está representado en el personaje de Hirayama.

Un personaje que se dedica a limpiar los retretes públicos, haciendo un trabajo por la comunidad.

Está haciendo un trabajo para otras personas y le gusta hacerlo lo mejor posible. Eso es algo que también me gusta de Japón, esta idea de hacer las cosas lo mejor que puedas, incluso si no son para ti mismo. Me gusta la forma en la que en Japón se respeta a los artesanos. En nuestra cultura los artesanos se encuentran en la parte inferior de la escala social y en Japón ocurre todo lo contrario, son muy respetados y venerados. Algunos artesanos son casi monumentos nacionales por el hecho de hacer algo con sus manos. Me gusta el respeto al trabajo hecho por los demás y al trabajo bien hecho, e Hirayama representa esa idea.

¿Hay en esa reflexión sobre lo artesano también una reflexión sobre la creación cinematográfica?

Hacer cine es sin duda un oficio de artesanía. Hoy en día el cine se considera o un arte o una industria, y el cine tiene lugar en esta brecha que hay entre arte e industria. Hacer cine es en gran medida algo artesano. Aunque realmente no se hace con las manos, pero se hace con los ojos y junto a otras personas que sí son artesanos. Los cámaras, los sonidistas, la gente de vestuario… y con actores. Actuar es, definitivamente, algo artesano, así que me gusta la idea de la artesanía en las películas, y me gustan los cineastas que no se consideraban artistas y que no se consideraban artistas industriales, sino que se consideraban artesanos.

Uno de mis directores favoritos, que se consideraba estrictamente un artesano, fue Yasujiro Ozu. Mi gran maestro, de quien aprendí tanto. No en términos de cómo hacer películas sino en términos de cómo mirarte a ti mismo y cómo representar la vida de las personas a través de tu propio oficio. Con él aprendí mucho sobre la artesanía y el espíritu en el trabajo, porque muy a menudo en el cine se hacen películas sin espíritu. Están hechas con poco sentido de la artesanía y con poco espíritu. Y para mí, estas son las palabras claves del cine: el oficio y el espíritu.

Hace unos meses, cuando recogió el premio en el Barcelona Film Fest, dijo que no era optimista…

No era optimista sobre el estado de las cosas, ni sobre la política, ni sobre dónde estaba el mundo. Pero realmente soy un eterno optimista. A veces es bueno fingir que no eres optimista para poder contar una historia, pero realmente soy un optimista. Me gusta mi personaje porque empieza cada mañana con una sonrisa y porque piensa que si sigue haciendo las cosas lo mejor que sabe, puede aportar algo. Quizás no cambie el mundo, pero si hubiera más personas como Hirayama tendríamos un mundo diferente.

Entonces sí que es optimista.

Es que, tal y como están las cosas, si no eres optimista te pegas un tiro. Tengo 78 años y nunca había visto las cosas tan mal como ahora. Recuerdo cuando cayó el Muro de Berlín. Todos nos dimos cuenta de que a partir de ese momento el mundo iba a ir en una dirección diferente. Lo que no sabíamos era que iba a empeorar. Ahora mismo bien podría estar pasando lo mismo. Podría no encender más la televisión y no leer más los periódicos porque ya estoy harto. Estoy harto y cansado. Estoy desesperado por el estado del mundo y por ver que la gente toma decisiones equivocadas en todas partes y van en la dirección incorrecta. Eligen soluciones como el nacionalismo o la venganza. Eligen soluciones que, en la historia de nuestro planeta, siempre han demostrado ser las peores.

Tal y como están las cosas, si no eres optimista te pegas un tiro. Tengo 78 años y nunca había visto las cosas tan mal como ahora

El nacionalismo nunca ha sido un salvador ni ha ayudado en nada. Siempre ha empeorado las cosas. Las peores situaciones en nuestro continente surgieron del pensamiento nacionalista. Hubo cientos de guerras en Europa por eso. Así que hoy estaría totalmente devastado si no fuera optimista y no pensara que las cosas pueden cambiar y que la humanidad tiene potencial para el cambio. Ojalá la gente aprendiera lecciones de la historia. No hay mejor maestra que los errores de la historia. Así que sí, sigo siendo optimista y creo que Perfect Days es un acto de puro optimismo y que contrasta con la imagen que tenemos del mundo en estos momentos. Creo que las imágenes contrarias son productivas ahora mismo.

Usted ha sido presidente de la Academia de Cine Europeo. ¿Cómo ve al cine europeo en la actualidad? 

El cine europeo tiene aliados en todo el mundo. Hay un cine independiente en EEUU que es un verdadero aliado de nuestro cine europeo y que se considera a sí mismo más un oficio que una industria. El cine europeo tiene un papel enorme en el mundo y anima a la gente a contar sus propias historias. El cine europeo, por definición, proviene de diferentes culturas y cuenta historias de diferentes países que serían muy diferentes en otro lugar. Perfect Days es una historia específica que solo podría suceder en Tokio. No podría haber hecho la película en ningún otro lugar. Me gustan las historias específicas, y esa es la esencia del cine europeo.

El nacionalismo nunca ha sido un salvador ni ha ayudado en nada. Siempre ha empeorado las cosas. Las peores situaciones en nuestro continente surgieron del pensamiento nacionalista

Usted es un director alemán que va a representar a Japón en los Oscar, ¿cómo vivió la noticia?

Me sorprendió cuando me llamaron desde Japón y me dijeron que el comité había elegido nuestra película para representarles en los Oscar. Me asusté un poco, pero luego me di cuenta de por qué lo hicieron. Lo han hecho porque aman a Koji Yakusho, el actor protagonista. Es muy venerado y respetado allí. Yo soy el director de Koji Yakusho y es él quien representa a Japón en los Oscar. Yo soy su compañero.