Elegir lo mejor de cualquier medio siempre es complicado: ¿qué entedemos por “lo mejor”? ¿Qué criterios seguimos? Pueden ser muchos, pero en esta selección de cómics publicados durante 2024 escogemos el riesgo, la novedad y la originalidad por encima de todo.
'Imbécil’, de Camille Vannier (¡Caramba!)
La autora francesa afincada en Barcelona Camille Vannier es graciosísima. Tiene un talento innato para contar cualquier cosa desde el humor, y su trabajo, en fanzines y cómics, hace años que se ha convertido en un referente y un soplo de aire fresco. Imbécil recopila algunas historias aparecidas previamente en fanzines, más otras inéditas, y supone un catálogo de todas sus virtudes: un dibujo original y rompedor, tremendamente expresivo, un impecable dominio del ritmo humorístico y una falta absoluta de escrúpulos para exponerse a sí misma.
Vannier parece recurrir a la tradición del humor auto despreciativo, que en el cómic tantos frutos ha dado, desde Robert Crumb a Joe Matt, pero lo renueva con chispa y desparpajo, que aplica en todo tipo de temas, pero con especial atención a las relaciones y al sexo. El resultado es un libro divertidísimo, que provoca carcajadas y que evidencia su capacidad para reírse de sí misma, y de absolutamente todo lo demás.
‘Si bailáis, entenderéis mejor las letras’, de Lorenzo Montatore (ECC)
El polifacético Lorenzo Montatore se atreve con todo, desde una biografía medio apócrifa de Francisco Umbral hasta un relato sobre las adicciones. Su obra más reciente es una exploración en clave lúdica y personal de la música de Talking Heads, una banda muy especial para él, a cuyas claves se ajusta con su estilo ‘cartoon’ y una serie de decisiones gráficas que experimentan con el trazo para replicar el uso de ‘samples’ y el tono de los artífices de himnos como Once in a Lifetime o Burning Down the House.
Montatore, uno de los dibujantes de tebeos más expresivos y personales del panorama español, se mueve entre la memoria adolescente —y no tan adolescente—, los retazos documentales y la ficción para componer un acercamiento puramente emocional, que se aleja de la biografía convencional para establecer un diálogo con la música, que traduce a lo visual con su control del ritmo. Si bailáis, entenderéis mejor las letras, una frase que dijo, más o menos, el mismísimo David Byrne, es uno de los mejores y más originales libros de un autor que, en cada nueva obra, sube un peldaño más de su particular escalera.
‘¡Muera la inteligencia!’ de Jorge García y Gustavo Rico (Norma Editorial)
De entre todos los cómics que abordan la historia reciente de España, en 2024 ha destacado claramente este ¡Muera la inteligencia!, un trabajo preciso y documentadísimo sobre Millán Astray, fundador de la Legión y amigo personal de Francisco Franco. Los autores, el guionista Jorge García y el dibujante Gustavo Rico, sabedores de la controversia que acompaña al personaje y del activismo de sus fervientes seguidores, asumen una labor complicada: abordarlo desde el rigor, con una mirada fría que se ciñe a las fuentes y omite valoraciones personales explícitas, de forma que es el dibujo el que aporta lo subjetivo y lo crítico.
A García y Rico les interesa más la época y los procesos históricos que el anecdotario que rodea a Millán Astray; por ello, construyen un relato que tiene mucho de historiográfico, un ensayo visual que se beneficia de la excelente labor de Rico en el tratamiento de las imágenes, incluyendo fotografías, y de la capacidad de García para sintetizar información, basada en los estudios más recientes y equilibrados. Se trata de un excelente ejemplo de cómo el cómic puede abordar una temática como esta desde el rigor, pero también desde el riesgo y el compromiso con unas imágenes que son cualquier cosa menos inocuas.
‘El río’, de Julie Doucet (Fulgencio Pimentel, trad. Joana Carro)
Una de las mejores noticias del año en lo que respecta al cómic ha sido el regreso de una gran autora: la canadiense Julie Doucet. Clave en los 90 con su epifánico Dirty Plotte, y a pesar de haber obtenido el Gran Premio del Festival de Angoulême en 2022, Doucet llevaba años apartada del medio, en parte por las limitaciones artísticas que encontraba en su época, en parte por el machismo imperante en el sector, que la llevó a dedicarse a otras artes.
Su regreso al cómic no podía ser un mero ejercicio de nostalgia o una vuelta a lo ya hecho: muy al contrario, El río es una obra totalmente nueva, libre y experimental, un ejercicio despreocupado por su recepción entre el público, que parece, por momentos, puro dibujo automático, hecho directamente a tinta, sin lápiz. Dibujado a la inversa, de abajo a arriba, Doucet nos lleva a la deriva a través del relato de un amor de juventud sobre el que la mirada madura revela su toxicidad. Pero lo hace de una forma nueva, única y fascinante, sin reglas ni ataduras. La mejor piscina a la que tirarse.
‘Domingo flamenco’, de Olivier Schrauwen (Fulgencio Pimentel, trad. César Sánchez y Joana Carro)
Con permiso de Chris Ware, el belga Olivier Schrauwen es el gran renovador del lenguaje del cómic. Su mirada irónica, su mezcla de realidad y ficción y su manera única de abordar la representación de todo ello lo han convertido en un autor de referencia. Domingo flamenco recopila íntegramente la historia en la que lleva trabajando varios años: un domingo cualquiera en la vida de su primo, casi minuto a minuto, en los que Schrauwen le da la vuelta a la narrativa del yo y a la épica de lo cotidiano.
Porque Schrauwen se ríe de todo y nos engaña constantemente: ni este protagonista es exactamente igual que su primo, ni este es un domingo cualquiera. Más bien lo contrario: lo que parece un día más acaba siendo un día único y decisivo en la vida del protagonista. Por el camino, lo verdaderamente importante es la increíble capacidad del autor para explorar lo abstracto, el aburrimiento, la borrachera, la obsesión y, en suma, el pensamiento humano, en una de esas obras que se sabe desde la primera lectura que quedarán para la posteridad.
‘Melodía sentimental’, de Tadao Tsuge (Gallo Nero, trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés)
A finales de los años 50, un grupo de jóvenes autores de manga crearon un nuevo estilo, una nueva forma de abordar el medio a la que llamaron ‘gekiga’, ‘dibujo dramático’, una corriente de intención autoral, que fue pionera en abordar la realidad sin los filtros de los géneros narrativos convencionales. Tadao Tsuge, hermano del también dibujante Yoshiharu Tsuge, fue uno de sus máximos exponentes; Gallo Nero, poco a poco, va recuperando su trabajo, junto con el resto de sus compañeros de generación.
Melodía sentimental es una recopilación de piezas breves publicadas por el autor entre 1969 y 1972, su mejor época. Su visión descarnada de la sociedad se centra en la cotidianidad, no exenta de cierta poesía miserable, de los marginados, de todos aquellos que el milagro económico japonés dejó en los márgenes. Relatos como Basurero, que se acerca a un grupo de hombres que venden su sangre como única forma de subsistencia, profundizan en las miserias humanas de una forma directa, implícitamente crítica, pero que evita los moralismos innecesarios. Las páginas de Melodía sentimental rezuman autenticidad.
‘Sibylla’, de Max Baitinger (Fulgencio Pimentel, trad. César Sánchez y Núria Molines)
La incursión en la biografía de la enigmática y fallecida prematuramente Sibylla Schwarz, una poeta del barroco alemán, le sirve a Max Baitinger de punto de partida para una obra que es puro dibujo, un cómic que celebra el goce de trazar líneas sobre el papel. Apenas se sabe nada de Sibylla, por lo que, más que contar su vida, Baitinger imagina qué sucede en los vacíos que deja la poca información disponible, siempre desde lo visual, con una concepción de la página libre y muy atrevida.
Del mismo autor ya habíamos visto en España otro cómic notable, Röhner, pero es en Sibylla donde va un paso más allá, donde se suelta definitivamente y demuestra todo su potencial. En un momento en el que los cómics biográficos inundan las librerías, con desigual calidad, este libro deslumbra por su irreverencia hacia los cánones y fórmulas, y por su acercamiento original y creativo a una figura a reivindicar.
‘Parque ciudad’ de Carlos González Boy (Apa-Apa)
El mejor debut en la obra larga del año ha sido, probablemente, el de Carlos González Boy, un autor de larga trayectoria en la autoedición, dueño de un estilo indómito, alejado del academicismo y de trazo engañosamente tosco y descuidado. Su universo brilla con una nueva luz en este libro de cuidada edición, Parque ciudad, donde el autor plantea un mundo que es espejo deformado del nuestro, una especie de videojuego, tal vez, de mundo abierto, en el que los personajes que habitan un parque realizan diferentes funciones a cambio puntos.
De llamativos colores y originales formas, el dibujo de González Boy esconde más aristas de las que puede parecer; porque este mundo tan cuqui no es sino la representación más cruda del darwinismo social, la falta de empatía y, en suma, el orden neoliberal. El autor no lo subraya con discursos explícitos, pero lo muestra a través de los hechos y las imágenes de un libro único, inimitable, que demuestra que hay vida más allá de la literalidad que parece dominar la ficción contemporánea o el escapismo de fantasía.
‘Maleficio’, de George Wylesol (Libros Walden, trad. Manuel Moreno)
El hasta ahora desconocido en España George Wylesol irrumpe en nuestro mercado con esta colección de historias cortas publicadas por Libros Walden, una de las editoriales que más está arriesgando en los últimos años. Maleficio es un salto al vacío, una sucesión de piezas variadas, de tonos gráficos y narrativos muy distintos, que tienen en común huir del realismo y de lo cómodo.
De aspecto intencionadamente retro, el dibujo de Wylesol construye mundos extraños y alienígenas, a veces desde lo cotidiano, y asume puntos de vista que esquivan la empatía y la identificación. Más que contar historias, el autor define espacios y recrea atmósferas, de formas siempre sorprendentes, y con un humor retorcido que no se basa en el gag, pero que está presente en todas las piezas de un modo u otro. En un mercado tan dado a los referentes y a la imitación, encontrar una forma única de contar las cosas tiene un valor incalculable. Maleficio es un libro que no se olvida fácilmente.
‘Cartas a Vincent’ de Julio César Pérez (Libros del Zorro Rojo)
Si las biografías son un género en alza, las de artistas son las reinas de la fiesta. Y si hablamos de un artista con fama de torturado como Vincent van Gogh, mucho más. Julio César Pérez, quien ya sorprendió con el extraordinario El fin del gran arte hace tres años, entrega un libro que, aparentemente, se basa en las cartas que Theo van Gogh escribía a su hermano, en las que intenta expresar sus sentimientos hacia su hermano y ayudarle en su carrera artística. Pero, por supuesto, es todo mentira: el autor se inventa las misivas y la voz de Theo, a partir de las cartas conservadas de su hermano.
Julio César Pérez dibuja como si manejara una caligrafía furiosa y mutante, tachando y manchando, lo que implica subrayar la propia naturaleza del dibujo. En Cartas a Vincent, aunque aparecen los impresionistas y el París de la época, no hay una verdadera intención de recreación histórica; muy al contrario, el anacronismo se emplea con fines socarrones, porque hay mucho humor en este libro. También ternura y sensibilidad artística: suelen ir de la mano.