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'Trapicheos en la Segunda Avenida', cuando el tráfico de drogas luchaba contra el sida

Portada de 'Trapicheos en la Segunda Avenida' de Joyce Brabner y Mark Zingarelli

Francesc Miró

Sobre el papel, el encargo no era demasiado difícil. Lo único que tenía que hacer Raymond -un enfermero de Cleveland- era llevar una furgoneta vacía hasta Brooklyn. Sin embargo, en el mismo instante en el que aparcó delante de una funeraria del Upper East Side supo que aquello se podía complicar.

“¿Sabías que todos los billetes de EEUU pesan exactamente un gramo?”, le dijo medio en broma un tío mientras cargaba, en bolsas de cartón, medio millón de dólares en la parte trasera del vehículo. Ahora resultaba que Ray tenía que llevar aquello a Red Hook, hasta la puerta de una pizzería diminuta llamada Italian Heroes dónde alguien le vaciaría el cargamento para llenar el maletero de unas pesadas cajas cuyo contenido era mejor no saber. Y acto seguido tenía que acudir rápidamente a una tienda de ropa del Soho, dónde alguien se quedaría las llaves del vehículo. Si sobrevivía o no daba con sus huesos en la cárcel sería un milagro.

Pero más le valía no hacerlo porque su misión no tenía nada que ver con aquello. Se trataba de hacerle un favor a un médico que traficaba con el cártel colombiano porque era la única persona que conocía que le podía importar Ribavirina, un fármaco que en los ochenta se pensaba que combatía los efectos del VIH. Raymond era gay y llevaba demasiado tiempo viendo como sus amigos morían día sí día también. Así que si tenía que trabajar para un cártel para ayudarles, lo haría sin pestañear.

Podría sonar a escena de película de serie b de los setenta, incluso narrada con cierto nervio podría tratarse de una historia digna de un thriller urbano contemporáneo. Sin embargo, esta aventura forma parte de la historia de Trapicheos en la segunda avenida, un cómic escrito por Joyce Brabner e ilustrado por Mark Zingarelli que narra cómo a principios de los ochenta mafiosos, camellos y activistas conspiraron contra lo que llamaban 'la plaga'. Conmovedor drama convertido en novela gráfica que acaba de llegar a nuestro país de la mano de la editorial Dos Bigotes, y que rescata una de esas historias de compromiso social que la Norteamérica reciente parece haber olvidado.

Una lucha olvidada

Ronald Reagan sucedió a Jimmy Carter en 1981, el mismo año en el que el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida empezó a cobrarse sus primeras víctimas en Los Ángeles. Sin embargo, el presidente tardó seis años en reconocer su existencia y pronunciar públicamente la palabra sida en un medio de comunicación.

Y cuando lo hizo fue para secundar la teoría del 'paciente cero' según la cual un asistente de vuelo canadiense fue el culpable de introducir el VIH en la comunidad homosexual neoyorquina. Teoría desmentida en múltiples ocasiones, pues como recordaba la revista Nature en 2016, aunque el epicentro de la pandemia se dio en Nueva York, en 1976 ya había llegado a California y dispersado por todo el continente.

Aquellos años Norteamérica se enfrentó a una crisis sanitaria gravísima con un Gobierno que le daba la espalda a todo aquello que tenía que ver con la enfermedad: asistencia, curas, investigación, medicamentos… todo. Seis años de una venda en los ojos de la política y de colectivos LGTBIQ en lucha directamente con la muerte.

Una etapa negra de la historia reciente de EEUU que el cine y la televisión han tratado en numerosas ocasiones. Desde el drama médico de principios de los noventa En el filo de la duda, hasta extrañas miniseries de toque religioso como Ángeles en América -con Al Pacino y Meryl Streep-, pasando por relatos cinematográficos contemporáneos como Dallas Buyers Club de Jean-Marc Vallée o The Normal Heart que narraba la historia real del activista gay Larry Kramer.

Muy pocas veces, sin embargo, hemos tenido la oportunidad de descubrirla en forma de novela gráfica. La encargada de la hazaña es Joyce Brabner, conocida por ser cocreadora del cómic American Splendor, la serie más famosa de Harvey Pekar cuya historia llegó al cine. Sin embargo, es también una de las autoras de novela gráfica de corte político más importantes del panorama contemporáneo gracias a títulos como Real War Stories o Our Cancer Year.

Su prosa de carácter periodístico se ajusta como anillo al dedo a la crónica del activismo LGBTIQ que resulta ser Trapicheos en la Segunda Avenida. Relato que no reniega de su emotividad, pues tiene como protagonista a un íntimo amigo de la autora, y transita firmemente por el humor ácido, la sátira política, la aventura desenfrenada y el drama intimista. De hecho, la obra le ha valido el Lambda Literary Award.

Su partenaire en la ilustración, Mark Zingarelli, se permite escasas florituras. Pliega su estilo deudor de Robert Crumb a la narrativa de Brabner. También lo deja al servicio de una arquitectura de la página con poquísimos experimentos que favorece la lectura de Trapicheos en la Segunda Avenida cómo una tranquila charla entre amigos y recuerdos. Si acaso resultan imposible no destacar los deliciosos bodegones con los que el dibujante retrata minuciosamente la psicología y la vida de un personaje en una sola imagen.

Una reivindicación de la memoria activista

“Entonces, ¿cómo terminamos?”, le pregunta Brabner a Raymond en el cómic, “es decir, ¿esto termina alguna vez? Todos los días vivimos con el recuerdo de gente a la que hemos perdido…”, reflexiona la autora. “Sintiéndonos viejos y tristes, no”, contesta Raymond con una sonrisa apesadumbrada.

Trapicheos en la segunda avenida es, más que un eficiente drama, un canto al activismo y a la acción social militante contra la injusticia evidente. Raymond traficó con marihuana para poder comprar medicamentos que el sistema de salud público estadonunidense se negaba a ofrecerle. Y aún así tuvo que enterrar a muchos de sus amigos, compañeros y amantes. Aquello casi acaba con él, que nunca tuvo sida pero sí sufrió estrés post traumático y depresión.

Según el último Informe de ONUSIDA, se estima que actualmente hay en todo el mundo 33,3 millones de personas con VIH. Aunque el porcentaje mundial de personas afectadas se ha estabilizado desde el año 2000, aún hoy tenemos al menos 10 millones de personas que necesitan un tratamiento al que no tienen acceso. De hecho, una de cada cuatro defunciones relacionadas con el sida se produce a causa de la tuberculosis, una enfermedad prevenible y curable.

Joyce Brabner empodera desde las páginas de su novela gráfica, sobre el recuerdo de quienes hicieron lo posible por ayudar en una causa en la que creían. Sabiendo que todo lo que hacían era abiertamente ilegal: desde médicos que recetaban en contra de las directrices sanitarias gubernamentales de los ochenta, hasta actores y actrices que se disfrazaban y falsificaban documentación para pasar medicamentos de un lado a otro de la frontera con México. Todos ellos supieron ver que si la legislación vigente no estaba de su parte, había que desobedecer. Trapicheos en la Segunda Avenida nos lo recuerda en cada viñeta.

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