En su aportación al mítico volumen ensayístico coordinado en 2002 por Viviane Alary Historietas, comics y tebeos españoles, Antonio Altarriba ya destacaba como cualidad esencial para entender la figura de Carlos Pacheco la de pionero, que le llevó a liderar junto a compañeros de camino como Pasqual Ferry y Rafa Fonteriz la irrupción española a principios de los noventa en el panorama internacional del comic book. Un momento decisivo, en el que la hegemonía del mercado (no solo) cultural mutaba en una globalización que, veinte años después, ha propiciado una expansión sin fronteras del talento.
De todos los artistas citados, Carlos es quien logra dar el paso más firme en la industria editorial de los superhéroes, pues ese espíritu pionero a que me refería se sustentaba y se sustenta en unas dotes extraordinarias como dibujante para la anatomía humana, la composición de cada página y el pulso narrativo, así como en un conocimiento profundo del medio — “sigo siendo ante todo un fan de los comic books”, le gusta decir— y una voluntad inquebrantable por ser el mejor en todo aquello que se propone.
Me parece importante subrayar esas características porque ser pionero, al menos en el caso de Carlos, no se cifró en una inercia, un golpe de suerte o un milagro, sino en un trabajo constante y un talento irrenunciable que, como consecuencia, le han permitido trascender la condición de flor de un día para devenir raíz firme sobre la que muchos compañeros y compañeras de lápiz se han apoyado e inspirado para contribuir a su vez en los últimos años a la bella, vibrante e inagotable ficción superheroica. Carlos siempre se ha definido como un obrero del lápiz y ha trabajado por la unión del gremio en busca de unas mejores condiciones para el desempeño de su profesión. Esta conciencia también puede ser calificada de pionera.
Por lo demás, con apenas veinte años Carlos ya estaba llamando a las puertas de la editorial Marvel mientras fanzineaba en su Cádiz local; una dualidad que no es tal para cualquiera que haya podido disfrutar en seminarios, convenciones y salones de su pasión omnívora por el cómic: “Soy aficionado a todo tipo de historietas”. Mucho antes de que existieran las redes sociales y la conveniencia de aparentar cercanía con los aficionados, Carlos había mostrado siempre que surgía la oportunidad su entusiasmo y compromiso con la historieta y con quienes, desde una posición u otra, son partícipes de su crecimiento.
En este sentido, me gustaría señalar otras dos vertientes en las que Carlos ha sido un precursor. La primera es la académica. Vivimos tiempos inéditos para la universidad española, en la que el cómic se está legitimando como objeto de estudio y, lo que es más importante, como sujeto de cátedras, grupos de investigación y publicaciones especializadas. Conviene recordar que Carlos ha estado implicado en la promoción del cómic en el ámbito universitario desde principios de siglo. Una labor que, como apunta la revista especializada Tebeosfera, mantuvo contra viento y marea a pesar de sus muchos compromisos adquiridos como artista.
La segunda nos devuelve al principio, a una filosofía del trabajo ligada a tendencias creativas y de mercado que hoy están normalizadas, pero que en otros momentos supuso correr ciertos riesgos: en 2003, Carlos Pacheco une fuerzas con un colaborador recurrente y amigo, el guionista Kurt Busiek, para alumbrar Arrowsmith, miniserie de seis números publicada por la editorial DC Comics a través del sello Wildstorm. Arrowsmith, espectacular ucronía que sus autores ambientan en una Primera Guerra Mundial marcada por la existencia de la magia, es uno de los ejemplos más inspirados del cómic blockbuster de la época y, por ende, una obra sobre la cual sus autores, Busiek y Pacheco, ostentan la propiedad plena de los derechos; algo que habían promovido los sellos Image y Vertigo a lo largo de los años noventa en la industria estadounidense, pero que no era nada habitual para un artista español.
La publicación este mismo 2022 de una secuela de Arrowsmith, Behind Enemy Lines, quizá uno de los últimos grandes títulos que nos legue Carlos, representa por tanto una oportunidad única para celebrar sus treinta años de trayectoria; su empeño infatigable por abrir sendas para el cómic que hemos recorrido todas y todos.