El 7 de enero de 2015 había reunión de redacción en las oficinas de Charlie Hebdo de París. El semanario satírico, famoso por su humor negro y sus escasos límites, ya había sufrido amenazas por parte del yihadismo, por su representación crítica del Islam y por dibujar a Mahoma. Aquel día, los hermanos Kouachi irrumpieron en el edificio armados con fusiles de asalto, llegaron a la redacción y asesinaron a doce personas. Entre ellas, los colaboradores literarios Bernard Maris y Elsa Cayat y cinco dibujantes: Tignous, Charb, Cabu, Georges Wolinski y Honoré. Fue uno de los atentados más brutales a la libertad de expresión, y un golpe a la sociedad francesa, que reaccionó al ataque con multitudinarias manifestaciones de apoyo, incluyendo las de las instituciones políticas, a pesar de que la historia de Charlie Hebdo está llena de polémicas y luchas contra el poder.
Una historia de controversia
Charlie Hebdo tiene su origen en una revista mensual anterior, titulada Hara-Kiri, fundada en 1960 por Cavanna, Fred y Choron, en la que colaboraban ilustradores tan importantes como Topor, y en la que ya figuraban Wolinski y Cabu, asesinados en el ataque de 2015. Hara-Kiri hacía gala de un humor negro irreverente y muy agresivo para los estándares de la época, lo que le valió dos prohibiciones gubernamentales, en 1961 y 1966. El humor de Hara-Kiri crearía escuela: iconoclasta, feroz contra el poder, decididamente antirreligioso y claramente nihilista. Diez años más tarde, su influencia resultaría obvia en el boom de revistas satíricas en España, especialmente en lo que respecta a El Papus. En 1969, el mismo equipo pone en circulación una versión semanal de la publicación: Hara-Kiri Hebdo. En 1970, esta nueva revista satiriza la muerte de Charles de Gaulle y, en consecuencia, resulta prohibida. Para poder sortear esta nueva prohibición, se decide un cambio de nombre y una remuneración. Así nació Charlie Hebdo, que aguantó en el mercado hasta 1981, año en el que la falta de ventas motivó su cierre, aunque la edición mensual resiste hasta 1989.
En 1992, Charlie Hebdo iniciaba una nueva etapa, con continuidad hasta nuestros días, dirigida en un principio por Philippe Val. Los responsables originales lanzaron otras publicaciones para competir con la nueva Charlie, y Cavanna incluso llegó a ir a los tribunales por la propiedad del nombre. Esta nueva etapa está marcada por diversos episodios polémicos relacionados con la sátira del Islam. En 2006, la revista publicó las caricaturas de Mahoma aparecidas previamente en el diario danés Jyllands-Posten, obra de Kurt Westergaard. En 2011, una caricatura de Mahoma obra del dibujante Luz motivó un ataque con cóctel molotov a la redacción.
Las consecuencias del atentado
Los colaboradores de Charlie Hebdo ya sabían que estaban en el punto de mira de los terroristas. De hecho, Charb llevaba escolta habitualmente. Aquel 7 de enero, la primera persona con la que se cruzaron los dos integristas armados fue Corinne Rey, alias Coco, que fue obligada a punta de fusil a llevarlos hasta la oficina donde estaban todos sus compañeros, cuya masacre tuvo que presenciar. Lo cuenta en un libro de reciente publicación en el mercado español, Seguir dibujando (Bang Ediciones, 2022), que es tanto una crónica de los hechos como un alegato radical a favor de la libertad de expresión, además de un emotivo recuerdo a sus maestros y amigos. En este cómic también se ve la lucha de los supervivientes por sacar adelante el número posterior al atentado y estar a la altura del legado y el espíritu ácrata de la revista, en medio de una ola de solidaridad bajo el lema de Je suis Charlie, obra del grafista Joaquim Roncin. “Fue realmente difícil rehacer la revista después del ataque, por las razones que pueden imaginarse”, explica Coco. “Nuestros colegas y amigos habían sido masacrados en el ataque. Quedábamos pocos, muy traumatizados, con un equipo que, a pesar de todo, se sentía orgulloso de poder seguir manteniendo vivo Charlie Hebdo. Eso nos sostuvo. Fue una verdadera lucha para poder decir que los terroristas no habían ganado. Pero fue muy difícil durante los meses, incluso años siguientes”, dice.
Para mí [tras el atentado] los textos eran sosos y los dibujos, salvo los de Coco, ya no me hacían gracia. Los dibujantes que entraron, algunos de ellos muy jóvenes, aun no han alcanzado el nivel de los anteriores
Lógicamente, la revista tuvo que buscar nuevos colaboradores que suplieran no solo a los asesinados, sino también a otros que abandonaron la revista, como Luz o Catherine Meurisse, que plasmaron su experiencia y proceso de recuperación en sendas novelas gráficas: Catharsis (2015, inédito en castellano) y La levedad (Impedimenta, 2017). En opinión de la investigadora especialista Isabelle Touton, la revista perdió calidad: “Para mí, los textos eran sosos, menos densos, y los dibujos, salvo los de Coco, ya no me hacían gracia. Supongo que en parte es cierto que los dibujantes que entraron, algunos de ellos muy jóvenes, aun no han alcanzado el nivel de los anteriores. Pero, por otra parte, soy yo la que estaba tan acostumbrada a la retórica de los desaparecidos que no me adapto, porque crecí política e intelectualmente con esta gente, me reí con ellos como nunca leyendo la prensa, y me indigné, y esto el nuevo Charlie no me lo provoca hasta ahora”.
Preguntaba por la cuestión, Coco se muestra más positiva: “Tras el atentado, tuvimos que buscar muchos dibujantes nuevos. No era tarea fácil, porque la caricatura de prensa, y en particular Charlie, precisan de un estado de ánimo específico: hay que ser un poco cínico, tener humor negro, un humor de golpe en la boca, y para eso no vale todo el mundo. Pero hemos conseguido construir un equipo en el que se ha ido incorporando mucha gente joven, algunos que comenzaron a dibujar viñetas de prensa por solidaridad y por pasión después del atentado”. Así, llegaron a la cabecera nuevos dibujantes, entre ellos, muchas autoras: Alice, Laure Daussy o Natacha Devanda entre ellas.
'Je suis Charlie'
La reacción social inmediata tras el atentado fue de solidaridad con la revista y repulsa de la violencia. Millones de personas llenaron las calles en las manifestaciones del 11 de enero, y partidos políticos de todo signo hicieron suyo el eslogan de “Je suis Charlie”. El número siguiente al atentado, que llevaba en la portada una caricatura de Mahoma bajo la frase “Todo está perdonado”, tuvo una tirada de tres millones de ejemplares —la revista venía manejando una tirada media de 60.000—. Súbitamente, una publicación iconoclasta, con un amplio historial de conflictos con el poder político y religioso, se veía convertida en un símbolo. Pero con el paso del tiempo, las cosas cambiaron. La extrema derecha francesa intentó, desde entonces, instrumentalizar ese y otros atentados para agitar la islamofobia, mientras que muchos sectores de la izquierda puntualizaban que el apoyo se basaba en la defensa de la libertad de expresión, no de la línea editorial de Charlie Hebdo. De hecho, comentaristas de diversos países, pese a su condena del atentado, criticaron la posición de la revista y explicaron lo sucedido, en menor o mayor medida, por la situación de los países árabes con respecto a Occidente, o por la agresiva línea ideológica de Charlie, que, para muchas personas, traspasaba cualquier línea roja del buen gusto y podía calificarse como una revista racista e islamófoba.
Recordar lo que sucedió y seguir con el semanario es la mejor manera de mantener vivos a nuestros amigos
Sin embargo, para Touton, “las acusaciones de racismo no se sostienen en nada. Charlie siempre ha sido una publicación antirracista. Durante casi 15 años, Charlie cedía espacio gratuito a una asociación que luchaba contra las expulsiones de inmigrantes ilegales. Fueron los primeros en recordar y homenajear a los argelinos masacrados por el estado francés en París en 1961”. Para Coco, aquella primera oleada de solidaridad tenía que remitir, inevitablemente: “Hubo diversas razones para manifestarse, pero fue una reacción instintiva. Es normal que después se hundiera, porque después la vida vuelve a su curso. Nuestro trabajo es seguir haciendo perdurar la memoria. Recordar lo que sucedió y seguir con el semanario: es la mejor manera de mantener vivos a nuestros amigos”.
Nuevas polémicas
Desde el atentado y las manifestaciones de apoyo, Charlie Hebdo ha estado en el centro de múltiples polémicas, en parte porque aquellos acontecimientos pusieron el foco mediático sobre ella y mucha gente ajena a su humor negro llegó a sus publicaciones por primera vez. Pero también por la facilidad con la que puede descontextualizarse ese tipo de humor en redes sociales. “A veces hay reacciones bastante violentas a los dibujos”, comenta Coco, “pero no creo que debas sentirte intimidada por eso. Siempre estamos en nuestro derecho de reírnos de todo, tenemos derecho a criticarlo todo. Y eso es democracia. Y el que no está de acuerdo con un dibujo, o no lo mira, o lo ataca a través de la justicia, emprende acciones legales”.
Algunas de las polémicas más sonadas de Charlie Hebdo han tenido que ver, una vez más, con las acusaciones de islamofobia, racismo o machismo. Entre 2015 y 2016 publicó varias viñetas en las que utilizaba la imagen del niño sirio Aylan Kurdi, muerto en una playa de Turquía, para satirizar sobre la inmigración y la doble moral europea, algo que generó fuertes críticas por lo expeditivo de las viñetas: en una de ellas, se cuestionaba por el futuro del niño si hubiera vivido y llegado a Alemania, y se le representa como un adulto acosador sexual. En 2019, con motivo del mundial de fútbol femenino, representaron una vulva en la que el clítoris era un balón de fútbol, con la leyenda “Nos lo vamos a comer un mes”, lo que le valió a la revista varias acusaciones de machismo. En 2021, una portada en la que podía verse a varias mujeres con un burka celeste, con el dorsal del futbolista Leo Messi tras fichar por el PSG, club de capital qatarí, fue interpretado como una burla a las mujeres, a pesar de que la intención era, más bien, ironizar sobre la connivencia con el capital de Qatar del club parisino.
En opinión de Touton, Charlie Hebdo “es islamófoba en la misma medida que catolicófoba o judiófoba, es decir, que el gran enemigo son las religiones y sus imposiciones antilibertarias, machista, homófobas”. Se trata de una revista que se inserta en la tradición clásica satírica francesa, desde Rabelais a Voltaire, y que asume la provocación como una estrategia para agitar conciencias, a pesar de todo.
El futuro
El caso de Charlie Hebdo es bastante excepcional en el contexto europeo. En una época de crisis para la prensa en papel, son muy pocas las revistas satíricas que consiguen ser viables económicamente. En España se encuentra el ejemplo de El Jueves, en activo desde 1977, pero otras revistas de humor francesas no han sido tan resistentes como Charlie. En 2015, aunque fuera circunstancialmente, la cabecera se benefició de la solidaridad de la sociedad francesa. Pero el futuro es incierto, en opinión de Isabelle Touton, “sobrevivirá si se consigue la articulación entre la generación de los mayores y la de los jóvenes, si pueden retomar los reportajes para ir más allá de artículos de opinión y difusión de la información. En cuanto a los dibujos, el porvenir nos dirá si aún se puede practicar el humor negro, ácido e irreverente que practicaba Charlie y era tan catártico y festivo. Ojalá sea así, pero tengo mis dudas”.