A Jeremie Moreau (París, 1987) se le puede atribuir sin ningún pudor la etiqueta de dibujante precoz. Y exitoso. A los ocho años empezó a participar en el prestigioso festival de Angouleme, a los 16 obtuvo el Premio Escolar y a los 26 fue galardonado con el Premio Jóvenes Talentos. Desde entonces su faceta como autor de cómics no ha parado de crecer con la publicación de El mono de Hartlepool y la serie del tenista que no conoce la derrota, Max Winson (todos ellos traducidos al español en Dibbuks), que guarda ciertas similitudes con su propia biografía y de la que acaba de salir el segundo tomo en España. La serie ha sido una de las más destacadas en la sección oficial de este famoso festival. Si buscan una nueva estrella del cómic, este es Moureau.
“¡No sabía que era una estrella del cómic!”, exclama el dibujante a eldiario.es cuando se le hace esta observación. Comenta que todo comenzó por su pasión por el dibujo. Cuando era aún un niño su padre le hacía las viñetas y él dibujaba las historias en el interior. A partir de ahí fue introduciéndose cada vez más en la escena del cómic hasta, como él mismo señala, convertirse en “un verdadero autor de cómic”, cuya única obsesión “es mejorar, tanto en las historias como en el dibujo. La presión de la calidad me la pongo yo solo, como hago desde pequeño”.
Historias sobre nacionalismos y racismo
Historias sobre nacionalismos y racismoLa atracción de la obra de Moreau radica en sus historias. Todas ellas abarcan temáticas morales y políticas como puede ser el racismo o la presión por obtener la victoria y ser el mejor en un mundo que no admite ser los últimos de la fila. “Una historia debe tener suficiente profundidad para motivarme durante un año entero. Quizá cambie y en algún momento me canse de historias tan intensas y quizá haga un cómic divertido y ligero”, confiesa sobre la elección de este tipo de temas.
Precisamente, El Mono de Hartlepool, su primer libro, publicado en 2013, marcó la senda para las sucesivas historias. Este cómic, cuyo guión es de Wilfrid Lupano (Alim el curtidor), narra la leyenda del pueblo inglés de Hartlepool donde en 1814 atracó un navío francés en el que sólo quedaba como superviviente un mono. Pese a ello, los británicos reaccionaron a la contra del enemigo francés mostrando la peor cara del nacionalismo. “Cuando leí la historia, grotesca y grave a la vez, me encantó. El relato es una metáfora perfecta del racismo: el proceso de exclusión del otro, del extranjero, del que es distinto, y todo eso por ignorancia y desconocimiento del otro”, apostilla Moreau sobre una leyenda que tristemente sigue estando de actualidad en la Europa de 2015.
El dolor de la victoria
El dolor de la victoriaPara la serie sobre el tenista, Max Winson partió de la figura de André Agassi “porque a ninguno de los dos les gusta mucho el tenis, pero les obligaron, tiranizados por sus padres y por la sociedad para convertirse en campeones”, admite el dibujante. Winson es prácticamente un crío, pero también un tenista superlativo. Nunca pierde, pero es que tampoco puede permitirse perder. Es más, nunca se había planteado la derrota hasta que una periodista le reprocha no dejar ganar a nadie con una pregunta que es como un dardo envenenado: ¿no se siente usted algo culpable?
“En el fondo, la victoria es una maldición. ¿Cómo estar contento cuando ganas siempre y es algo tan común? Max no conoce otra cosa que la victoria y le da curiosidad el fracaso. Hasta puede parecer que es seducido por su novedad”, sostiene el dibujante, quien no se planteó que este tenista pudiera asemejarse a otros números uno como Rafa Nadal. “Tengo la impresión de que con Nadal ha habido menos obligación. Hay más pasión y ganas”, admite.
Moreau reconoce que algo así ha vivido alguna vez con el cómic. Él, que comenzó a ganar premios desde muy joven, estaba casi obligado a ser el mejor. “Sí, lo he vivido con el dibujo, con el concurso para el premio de Angoulême, con el concurso para ingresar a la escuela de Gobelins, o con las ventas de mis cómics”, admite, aunque ahora se siente más relajado: “Hoy es conmigo mismo con quien estoy compitiendo. Quiero mejorar respeto a mis anteriores trabajos, no respecto a los demás. Cada uno tiene su recorrido, cada uno su evolución”, reflexiona.
Hacia el dibujo más tradicional
Hacia el dibujo más tradicionalMás allá de las historias, el trazo del dibujo de Moreau también tiene su singularidad. Es rápido, sin mucha floritura, a veces casi esquemático. “Prefiero concentrarme en la narración”, explica. Confiesa que ha ido cambiando la técnica desde los primeros cómics, en los que utilizaba principalmente herramientas digitales, para ir dejándose llevar por las técnicas más tradicionales. “Sí, Max Winson está dibujado con pincel y tinta china, y para el próximo estoy utilizando la acuarela”,
Entre cómic y cómic al dibujante todavía le queda tiempo para participar en cortos de animación, aunque prefiere la disciplina de la viñeta en papel, ya que le da mayor libertad. “Además, el cine es más caro y tardan en salir los proyectos”. Eso sí, se permite el lujo de opinar sobre la técnica de la más famosa empresa de animación del mundo: Pixar. “Gráficamente hablando, no me gusta todo. A menudo tiran hacia un estilo cartoon un poco anticuado y de mal gusto, por ejemplo con Del revés. Ahora bien, es la ”Pixar touch“ y prefiero una buena película con dibujos feos (Del revés) que una mala con una dirección de arte sobrecogedora (Brave)”, zanja.