Ferran Vidal, dibujante de cómics: “Los adictos necesitan que se les ofrezca esperanza, no que se les culpabilice”
La presencia de las drogas en los cómics ha sido una constante casi desde el nacimiento de los mismos, desde la advertencia severa de sus peligros en los títulos educativos norteamericanos a su reflejo lúdico y desprejuiciado por parte de los pioneros del underground. Lo que quizá no es tan frecuente es que el acercamiento al tema se haga con la sensibilidad que se merece. En 2023, el artista Lorenzo Montatore (Madrid, 1983) publicó Aquí hay avería (ECC Ediciones), una obra de carácter confesional en la que se cuestionan, con rigor, muchos falsos mitos en torno a las adicciones.
Desde su propia experiencia, con didactismo y sin paños calientes, el dibujante Ferran Vidal (1974, Caldes de Montbui) explica en Fuerza. Notas desde un centro de desintoxicación (Norma, 2024) cómo es el día a día en un dispositivo gratuito de rehabilitación, cuál es el escenario al que se enfrentan miles de drogodependientes en todo el Estado.
Y es que Vidal sabe bien de lo que habla, porque él mismo ha sido paciente de uno de esos centros. En esta entrevista concedida a elDiario.es, se explica: “La vida me llevó a un Centro de Atención y Seguimiento (CAS) y se da la circunstancia de que soy dibujante, así que una cosa llevó a la otra de manera natural. Me puse a dibujar lo que tenía a mi alrededor, sin más”. Y lo que tenía a su alrededor se encontraba en el CAS de “una ciudad cualquiera”, según indica en el libro: “ El CAS que retrato está en una ciudad de Barcelona, y pensaba que mi experiencia allí era extrapolable a otros sitios, aunque cada centro es un mundo y hay muchas diferencias entre ellos. Pero sí que creo que hay muchos puntos en común”.
Es cierto que entre este tipo de centros existen multitud de diferencias, desde la nomenclatura (por ejemplo, en la Comunidad de Madrid se denominan CAID, Centro de Atención Integral a Drogodependientes) a la financiación (los hay públicos y los hay concertados). En Fuerza, Vidal denuncia la carencia presupuestaria de su CAS. “En Catalunya se está desmantelando la sanidad pública. Va como el culo. Vivo en un pueblo y da pena, con solo dos ambulancias. Lo dijo el ministro Fernández Díaz en aquellas declaraciones: ‘Les hemos destrozado el sistema sanitario’. La falta de presupuesto la sufren los profesionales que trabajan en el centro todos los días. Son ellos mismos los que me han contado sus experiencias, el poco apoyo del que disponen”, explica el autor.
Aunque el proyecto nace como un diario personal, un registro artístico de sus días allí, Fuerza ha terminado por convertirse en un cómic publicado por una de las principales editoriales del panorama nacional. “La verdad es que no pretendía nada. Simplemente quería dibujar las caras fascinantes que me encontraba en el CAS. Me encanta dibujar gente. Fue Jordi Borrás, de la librería Cómic Hunter de Madrid, quien me animó a que hiciera un libro, cuando le hablé de lo que estaba haciendo y vio algunos dibujos. Le hice caso y aquí estamos”.
Un cómic híbrido y hasta cierto punto experimental para el que Vidal ha utilizado multitud de técnicas, del collage al juego matérico con las propias páginas: “He hecho lo que podido, pero creo que sí que le venía muy bien el cambio de registro, porque el tema es duro”. El propio autor aclara en el libro que en este caso, el humor queda fuera de la ecuación. “Mira, me hubiera gustado poder hacer algo más divertido, a mí me gusta el cómic de humor, pero creo que este trabajo necesitaba este tono, no me daba la gana ser más ligero”.
Poner cara a la droga
El trato con los pacientes no conllevó muchos problemas, aunque confiesa que “al principio pasas miedo, te imaginas que la gente va a estar allí con una pipa escondida. A ver, la mayoría de los que van allí tienen antecedentes penales. Ojo, yo mismo he tenido mis movidas, pero se te quita pronto. Tras un par de semanas ya haces relaciones, sales a desayunar, coincides con el resto en grupos, hay una conexión. Son personas de todo tipo que sufre la misma enfermedad. Es gente muy distinta pero que está en la misma situación, una situación que les une y los solidariza”.
Lo más difícil fue explicar cuál era su propósito al dibujarles: “Al principio no entendían nada. Tampoco es que hubiera por allí mucho aficionado a los tebeos ni nada parecido. Solo encontré uno al que sí que le gustaban, la verdad. Pero, con sinceridad, a la gente le daba igual. Sí que te contaban su historia, pero me pedían que les cambiara el nombre para que no se les reconociera”.
Sin embargo, sus testimonios vienen acompañados de multitud de retratos y de rostros, fruto de un empeño en personalizar, en poner cara a la droga. “Pero no fue un esfuerzo consciente, sencillamente retrataba a los pacientes y dibujaba todo lo que veía, tomaba apuntes del natural… Intentaba que no se escapara nada. Pero al final sí, es un trabajo que quiere enseñar, que se vean las cosas”. Aunque Vidal se ha cuidado mucho de no mostrar directamente los estragos físicos que produce la droga: “El motivo principal para esto es que la gente que está muy mal no posa. Pero sí, no era mi intención recrearme en algo así, no es mi estilo, la verdad, aunque sí que incido en los cambios en el cuerpo que producen las adicciones, porque esto es una realidad también”.
Tampoco se esconde la violencia implícita en el mundo de la drogadicción, no hay ni rastro de condescendencia con este tema: “No, porque habría sido faltar a la verdad, quitar una parte muy importante de todo esto. La violencia está ahí presente, día a día, con los profesionales, entre los pacientes, y, de alguna manera, por parte de la policía”.
Vidal apuesta en el libro por tomar en cuenta la despenalización: “Leí el trabajo de un periodista sobre el caso de Portugal, que es el que reflejo en el libro, y creo que sí podría ser el camino. Igual no despenalizar completamente, porque hay que actuar contra los camellos. Pero sí que creo que debería ser una inercia a seguir, menos perseguir y más cuidar y acompañar. Dar amor y esperar la respuesta. Es muy complicado, pero hay que ofrecer a los drogodependientes la oportunidad de ser felices”.
Vidal explica que esa felicidad es el objetivo que debe fijarse en un proceso de rehabilitación: en una imagen muy potente presentas a los pacientes con el agua al cuello, pero todavía respirando. La esperanza de salir de la esclavitud de la droga: “Es la única opción posible. Así es como se llega a estos centros, con el agua al cuello, pero a partir de eso, se vuelve a subir. No hay que culpabilizar, hay que dar apoyo, hay que crear redes, y sí, hay que ofrecer esperanza, hay que recordar que se puede salir de esto”.
En cuanto a la valoración personal de su trabajo, Vidal es concluyente: “No he querido aleccionar a nadie. Además, no soy nadie para juzgar ni nada por el estilo, así que no puedo condenar a los drogadictos. ¿Quieres experimentar con las drogas? Adelante. ¿Crees que las puedes controlar? Allá tú. Ahora, yo solo quiero acercarme a la verdad de todo esto, y la verdad de todo esto es que si te metes en las drogas, por estadística, lo más probable es que te pase lo que se ve en el libro. Y eso es ineludible, y quería contarlo de esta manera”.
1