José A. Pérez Ledo: “La delincuencia no tiene nada que ver con los menores migrantes, cualquiera puede ser delincuente”

Gerardo Vilches

12 de septiembre de 2024 21:49 h

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“Durante la pandemia, en Bilbao se dio un fenómeno que, hasta donde sabemos, no se produjo en ninguna otra ciudad: el Ayuntamiento puso a disposición de una asociación que se dedica a ayudar a personas en riesgo de exclusión todos los polideportivos, para que se pudiera acoger a esa gente y darles algo parecido a un hogar durante el confinamiento”, relata el prolífico guionista y escritor José Antonio Pérez Ledo.

“Hace unos años, mi chica visitó un centro de formación profesional en Bilbao y me habló de una realidad que yo desconocía: había chicos migrantes muy jóvenes que estudian de día y duermen en la calle por la noche”, explica Pérez Ledo. “Lo que los medios y mucha gente llamaría MENAS [menores extranjeros no acompañados] son chicos que tienen que dejar los centros de acogida cuando cumplen 18 años, pero han empezado un proceso educativo que intentan continuar a pesar de quedarse en la calle”, continúa.

El guionista dejó esta idea “en reserva” hasta que irrumpió la crisis del coronavirus en 2020, y ambas historias, que le habían llamado la atención, confluyeron en la trama de lo que sería el cómic El invasor (Astiberri, 2024), donde ha repetido colaboración con Álex Orbe, como en sus novelas gráficas anteriores.

José A. Pérez Ledo (Bilbao, 1979) colabora para televisión, radio y medios como elDiario.es, además de escribir varias novelas, la última de ellas, Cementerio de secretos (Plaza & Janés, 2023). Creador de programas como Órbita Laika o de ficciones sonoras como El gran apagón, Pérez Ledo también ha abordado el cómic, en compañía siempre de Álex Orbe (Barakaldo, 1973), ilustrador y dibujante que ha publicado en el mercado francés títulos como La nouvelle guerre des Boutons (Jungle, 2011), además de participar en cómics colectivos como Fito y por supuesto la luna (Bao, 2023) o El Gran Wyoming (Bao, 2024).

Vidas solitarias

Juntos publicaron Los enciclopedistas (Astiberri, 2018), un relato sobre los ilustrados franceses del siglo XVIII. Ahora, seis años después, vuelven a las librerías con un significativo cambio de registro. El invasor transcurre durante la pandemia de la COVID-19, y es la historia de Omar, un chico migrante que, al cumplir 18 años, debe dejar su piso de acogida en Bilbao, y de Carol, una chica solitaria que trabaja viajando por todo el mundo alojándose en hoteles de lujo para valorarlos en internet. Unas excepcionales circunstancias los llevan a un encuentro improbable que permite abordar la realidad de los jóvenes migrantes, pero también de la soledad y la necesidad de apoyos.

Para contar la historia de Omar, el dibujante tenía claro que debía introducir variaciones a su habitual estilo de influencia francobelga. “Yo creo que mi dibujo es demasiado humorístico para una historia dura como esta, que necesita que se transmita de una forma menos colorida, que no parezca Los pitufos contando unos hechos dramáticos —explica—. Por eso pensamos en un bitono en principio, pero cuando hice pruebas no me convencía nada, me parecía que quedaba mucho mejor solo con grises y, al final, decidimos dejarlo así”.

El cómic juega desde el principio a contrastar las vidas de Omar y Carol, radicalmente diferentes, aunque tengan en común su soledad y el hecho de no tener un verdadero hogar. En las primeras páginas, seguimos a Carol en su trabajo como mistery guest en un hotel de lujo en el que prueba todos los servicios para poder valorarlos. Pérez Ledo nos habla de la función que cumple este personaje en la historia: “Quería que Carol tuviera un trabajo muy solitario y, al mismo tiempo, con un cierto glamour. La inspiración me vino de Nuria Alberquilla, una amiga que trabajaba en un hotel de superlujo, y que me habló de este fenómeno de los mistery guests”.

“Me gustó mucho esa idea de alguien de clase media, que tiene un piso en Bilbao, pero que, sin embargo, está siempre fuera de él, por tanto, está siempre sola, en un entorno mucho más elevado económicamente que el suyo —desarrolla el guionista—. Pero cuando llega la pandemia se tiene que encerrar en su piso y regresa a la realidad y a su estatus. Eso lo queríamos confrontar con la realidad de Omar, una persona que también está sola pero por otro motivo. Ha llegado desde su país, no tiene a nadie, y encima lo echan de su piso de acogida. Dos soledades confrontadas”. A lo que el dibujante Álex Orbe añade: “De hecho, hay una tercera soledad, la del padre de Carol, Vicente, que sí tiene un hogar, pero está solo. Además, intentamos que la casa de Carol no pareciera un verdadero hogar, por eso no tiene los elementos que hacen uno: plantas, fotos o recuerdos”.

La pandemia olvidada

El invasor resulta una obra incómoda, al evocar la cotidianidad de lconfinamiento de 2020. “Son cosas que hemos olvidado un poco, pero al mismo tiempo tenemos la distancia justa como para poder recordarlas si hacemos memoria”, explica Orbe. Pérez Ledo subraya la dificultad de recordar ciertos detalles: “Ha habido mucho trabajo conjunto, porque aunque yo escribía el guion, luego Álex se iba acordando de cosas que hacíamos en la pandemia, y luego yo de otras… ‘Oye, la cola del supermercado no puede ser así, ¿no te acuerdas de que teníamos que estar todos separados y que la gente llevaba hasta fulares para taparse?’. Toda esa parte tuvo muchos cambios y hubo que redibujar varias cosas por este motivo”, confiesa el escritor.

En la representación de la pandemia, destaca una secuencia de cuatro páginas en las que el número de viñetas se va multiplicando, hasta alcanzar el número de 64 pequeños cuadros sin palabras que llenan la página de detalles cotidianos que componen un auténtico collage de la pandemia, que incluye el logo de Netflix, una mascarilla, un rollo de papel higiénico o unas madalenas. “”Queríamos mostrar cómo la rutina se nos va echando encima, y nos va aplastando“, relata Orbe.

Hiperrealismo policial

En El invasor se revisitan, así, las situaciones más duras vividas durante la pandemia, especialmente aquellas que tienen que ver con la hospitalización y fallecimiento de personas que no pudieron recibir la visita de sus familiares ni tener un entierro convencional. Pero los autores del cómic han puesto también su mirada en la actuación policial: no solo vemos a los agentes parando a personas que caminan por la calle durante el confinamiento, sino que también se expone el racismo de algunos de ellos que sufrieron personas como Omar.

En cierto momento, lo paran por la calle gritándole “¡Moreno! ¿Qué, dando un paseíto?”. “Esa frase la escuché tal cual y la tengo grabada a fuego —revela Pérez Ledo—. El trato de la policía que reflejamos es hiperrealista. Hasta el sitio donde lo dibuja Álex es tal cual el sitio donde sucedió. Yo lo vi”. Orbe añade: “He estado hace poco en esa misma esquina y he visto cómo le registraban las mochilas a tres marroquíes, a las cinco de la tarde. No sé si había algún indicio de delito, pero la policía aquí funciona así”.

La descripción de la situación de Omar responde a un firme posicionamiento de los autores. “Lo que los medios reducen a las siglas MENA no dejan de ser menores que han llegado a un país extranjero sin padres ni madres. Luego está el fenómeno de la delincuencia, que es otra cosa, y que no tiene nada que ver, porque cualquiera puede ser delincuente. Pero a la ultraderecha le está funcionando esa asociación en términos populares, yo diría que en todo el mundo”, comenta el guionista de El invasor.

Frente a la deshumanización que suele caracterizar el tratamiento informativo de este fenómeno, Pérez Ledo afirma que querían contar “lo que hay por debajo de eso”. Su historia está sólidamente documentada por parte de los autores. “Tuvimos bastantes reuniones con gente de asociaciones que se dedica a ello, que están con estos chicos todos los días —relata el guionista—. Todos los sitios que salen en el cómic son reales, estuvimos allí y tuvimos muchas conversaciones para que nos corrigieran cualquier error. Un chico marroquí con el que hablamos, cuando le contamos la historia, nos llegó a decir que su vida había sido igual que la de Omar, que había pasado por todo eso”.

En su paso por el polideportivo donde alojan a las personas sin hogar durante los meses de confinamiento, Omar es utilizado como correo para que uno de los capos del lugar consiga algo de droga, tras lo cual decide abandonar el sitio y acaba viviendo temporalmente con Vicente, el padre de Carol. “Si contamos la historia completa de lo que pasaba en los polideportivos, no acabaríamos nunca, tenemos para una serie completa con las cosas que nos contaban que sucedían allí: parecía Prison Break”, confiesa Pérez Ledo.

El encuentro entre Omar y Carol, que se produce en el mismo contexto pandémico, desembocará en un viaje a pie semiclandestino —por las restricciones de movimiento—. Para Alex Orbe, la secuencia de ese viaje es clave, porque representa la verdadera integración. “No podemos integrarnos si no nos conocemos. Ese viaje permite que los dos se conozcan y generen una relación real; hasta entonces solo habían compartido un par de momentos”.

Pérez Ledo enfatiza, además, el paralelismo entre la situación de Omar y la que vivieron muchos españoles no hace tanto tiempo. “Ese viaje los lleva al pueblo de origen del padre de ella. Él también es inmigrante. Es una realidad que parece que a la gente se le ha olvidado, pero España está conformada por la inmigración. En Euskadi tuvo que venir mucha gente para trabajar en la industria: yo mismo soy hijo de gallegos. Da la sensación de que, ahora que estamos viviendo el mismo fenómeno, a lo mejor porque tienen la piel distinta ya no nos gusta”, concluye el guionista.

Las escenas más impactantes de El invasor tienen en común un uso muy medido de las palabras, o incluso la total ausencia de ellas. Esto se debe al proceso de trabajo que siguen guionista y dibujante, tal y como explica el primero. “Yo tiendo a escribir un guion demasiado detallado al principio. También indico el número de viñetas, incluso alguna sugerencia de composición. Sobre eso, Alex me pasa una propuesta, donde respeta unas cosas y cambia otras”. En ese proceso, se elimina todo lo superfluo. “Soy muy proclive a quitar diálogos; es algo que aprendí con Los enciclopedistas. Es mejor dejar que las cosas se entiendan siempre que sea posible a través de la narrativa gráfica. Así que cuando Alex me devuelve su propuesta, quito todos los textos que pueda y ya él lo dibuja”, explica.

Es una realidad que parece que a la gente se le ha olvidado, pero España está conformada por la inmigración. En Euskadi tuvo que venir mucha gente para trabajar en la industria: yo mismo soy hijo de gallegos. Da la sensación de que, ahora que estamos viviendo el mismo fenómeno, a lo mejor porque tienen la piel distinta ya no nos gusta

El cómic es un medio que interesa mucho a Pérez Ledo, por sus diferencias con respecto a los medios audiovisuales. “Cuando trabajo en una serie, hay mucha más pasta que en el cómic, porque es una industria real, y te pagan en consecuencia”, reconoce el escritor. “Pero hay mucha gente que tiene que opinar e introducir cambios en tu texto. Para mí, escribir cómics es el paraíso, solo se puede comparar a escribir ficción sonora. En una serie muchas veces no has podido hacer exactamente lo que tú querías o tenías en mente”, desarrolla. Es por ello por lo que, tal y como apunta Orbe, si El invasor hubiera sido una serie televisiva, “tendría otra estructura. No puedes dejar que un personaje protagonista no aparezca hasta el minuto 50, por ejemplo”. Por eso José Antonio Pérez Ledo concluye: “En estas cosas el cómic te da total libertad. Es lo maravilloso de este medio”.