Makoki ha perdido ya a sus dos padres: muere el historietista Juanito Mediavilla
El dibujante y guionista de tebeos Juan José López Mediavilla, conocido como Juanito Mediavilla, creador junto a Miguel Gallardo del personaje Makoki, ha fallecido este viernes, según informa la agencia Europa Press por fuentes cercanas al creador. Había nacido en Burgos hacía 72 años y h ce un año tuvo que enfrentarse a una orden de desahucio de su casa en esta ciudad, donde vivía con su mujer, Isabel. Su compañero Miguel Gallardo falleció en febrero de este año.
El artista desarrolló su carrera en Barcelona, donde se trasladó a los 20 años. Allí participó de la fervorosa escena cultural de la Transición, y colaboró en revistas como El Papus, Star, Bésame Mucho o El Víbora.
Makoki fue un personaje delirante, huido de un frenopático en pleno electroshock, y que representó muy bien el espíritu del comix underground y de la Barcelona barrial de finales de los setenta. Felipe Borrallo creó el personaje para un relato en 1977 y Gallardo & Mediavilla lo convirtieron en viñetas en la revista contracultural Disco Express. El burgalés escribía el guion y Gallardo lo dibujaba, hasta que decidió matarlo en 1995. En 1982, ambos autores crearon una revista titulada, precisamente, Makoki, debido al éxito del personaje.
El especialista del medio Jesús Cuadrado lo definió como “narrador ingenioso”, “preciso y técnico dialoguista” y “atento observante de más de una tribu urbana y de su callejeo”.
En la década de los 80, creó las series El pase, Buitre Buitaker, Caza sin cuartel, OTAN sí, OTAN no, Érase una vez en el barrio, Yonquis del espacio (todas en El Víbora) y El mundo de Anita Rock (Fans) junto a Miguel Gallardo. Trabajó también con otros dibujantes, como en Paquito, el mangui (La Cúpula) dibujada por Simonides, Chuchita y Marilín (Makoki) con Murillo o Jack, el espía tonto y sordo (El Víbora) con Montana. A principios de los años 90 creó la serie Ángel como coguionista para la revista El Víbora.
La serie Juan Jaravaca la dibujó él con guion propio, y también se pudo leer en El Víbora. En el prólogo de la edición que apareció el año pasado, el crítico Rubén Lardín escribió que “sus páginas desgranan una picolísima serenata y van componiendo uno de los cómics más palabrosos que se conocen, y esto es así porque se trata de un tebeo de aventuras pero aventuras de proximidad, peripecias quietas, acrobacias mentales donde el pensamiento ha entrado en barrena para rizar un discurso en tirabuzón permanente y con recorrido de bumerán. Lo que se llama el runrún”. Habla también de “los brazos como mangueras de Juan Jaravaca y la gloria gráfica, la vanguardia emplasto y gracia del Mediavilla pintor (los originales enormes), que se luce en los paisajes de interior, en los detalles de atrezo, en la perspectiva desquiciada y en la alucinación arquitectónica”.
“Juan Jaravaca es un portento, un tebeo único, singular, imperfecto como las cosas mejores, un tesoro escondido y el non plus ultra del underground español”, escribe Lardín.
El propio Mediavilla se cuela en ese prólogo: “Siempre he pintado. Ahora he perdido mucha vista y ya no puedo hacer historieta, y estoy pintando y me he dicho, pues bueno, pues haremos lo que me permitan mis ojos, hasta donde lleguen, que pidan ellos la distancia, así que lo próximo que pinte será como si me hubiese atado el pincel al codo. Pero sí, siempre he pintado y eso se veía en las páginas de historieta, realmente me lo pasaba bien, sacando el concepto del dibujo... He visto muy pocos dibujantes de historietas que no sean buenos ilustradores, y aun te diré más, hasta buenos pintores, porque como diría Ingres, lo bien dibujado está bastante bien pintado”, decía el artista.
La casa de Burgos en la que vivía, y donde había pasado su infancia, era también su estudio de pintura, a lo que se había dedicado en los últimos años.
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