El dibujante barcelonés Marc Torices (1989) ha sido el ganador del Premio a Mejor Obra de Autoría Española en la reciente edición de Comic Barcelona, categoría en la que competía con obras tan notables como El cielo en la cabeza de Antonio Altarriba y Sergio García, El abismo del olvido de Paco Roca y Rodrigo Terrasa, Ronson de César Sebastián y Por culpa de una flor de María Medem. El jurado destacó sobre todos ellos La alegre vida del triste perro Cornelius (Apa-Apa Cómics, 2023), un impresionante libro de 400 páginas, fruto de varios años de trabajo, que supone el mayor esfuerzo creativo de Torices, un autor precoz, que se inició en los fanzines con solo 18 años.
También autor de Nuevos románticos (2014) y Cortázar (2017), con Jesús Marchamalo, Torices confiesa su sorpresa por el premio recibido en conversación con este medio. “No creía que tuviera posibilidades —explica—, porque creía que los demás libros eran más premiables, pero no porque uno fuera mejor que otro. Eso no se puede valorar tan fácilmente, no es una carrera de atletismo”. El dibujante encuentra Cornelius un poco excéntrico, por lo que le sorprende que ahora pueda formar parte de algún tipo de canon. “Tampoco sé muy bien qué significa eso, porque mi libro pretendía ir a la contra. Aunque da igual; tampoco tengo una guerra contra nada”, asegura.
Se da la circunstancia de que el autor también ha estado nominado en la categoría de Mejor Autor/Autora Revelación, —que finalmente ha ganado César Sebastián—, algo que sorprende teniendo en cuenta la larga trayectoria de Torices, aunque estrictamente cumpla con las bases. “Supongo que se debe a que, aunque tengo muchos fanzines, como libro solo tenía Cortázar, en el que tampoco soy autor completo”, aventura.
El desarrollo de la obra
Cornelius es un perro antropomorfo, cuyas historias emulan las de los clásicos funny animals a lo Disney, pero que hacen gala del humor negro y un calado psicológico adulto. Su origen se remonta a los comienzos de Marc Torices como autor en fanzines colectivos como Adobo o La cultura del duodeno. “Tenía muchos más personajes en esa época, pero el que se mantuvo fue Cornelius. De entonces recuerdo que había mucha energía y entusiasmo: había ganas de pasarlo bien haciendo cómics. Hoy en día también las hay, pero es muy distinto”, explica el dibujante. Durante años, las tiras del personaje fueron aparecieron aquí y allí, en una gran variedad de publicaciones, muchas veces de naturaleza efímera. Torices cambiaba de estilo constantemente, homenajeando a diferentes autores de la rica tradición de la tira de prensa, pero también variando el tono narrativo.
Y, poco a poco, aquel conjunto inconexo fue tomando forma, de manera que se planteó preparar un recopilatorio, que finalmente se publicará el año que viene, pero que fue, en 2018, la semilla del libro galardonado con el premio de Comic Barcelona. “Ha sido como ir armando un puzle —afirma—. Inicialmente, trataba de generar páginas autoconclusivas y que funcionasen individualmente. Al juntarse esas páginas una detrás de la otra, creaban un pequeño hilo conductor casual, que se debe a que yo tengo unos temas recurrentes que me sirven para detonar los chistes”. La idea del autor era dibujar nuevas páginas para enfatizar ese hilo conductor, pero creció de una forma imprevista: “Lo que en un principio iba a ser un 20% del libro ha acabado siendo el 90%”.
En ese momento también aparece el concepto de la falsa antología, que convierte el cómic en un artefacto metanarrativo, ya que se presenta como una selección de material aparecido durante varias décadas, dibujado por diferentes personas, y que incluso incluye un falso aparato crítico que llena de notas las páginas finales del volumen. Esto le permite a Torices continuar con su costumbre de cambiar constantemente de tono y estilo. “Surge de forma espontánea”, asegura. “Los años me han enseñado a usarlo como una herramienta narrativa, pero es algo con lo que me he criado como lector: en Dr. Slump, Akira Toriyama eso lo hacía constantemente, y se usaba de forma que sin eso no había chiste”.
La alegre vida del triste perro Cornelius es, así, una celebración de las posibilidades del dibujo y del cómic, del potencial que encierran sus recursos propios. Marc Torices pone un claro ejemplo: “Hay un momento en el libro en el que quiero trabajar con la idea de que el trabajo deshumaniza al individuo. En lugar de hacerlo mediante el texto, de forma un poco pedante, puedo mostrarlo gracias al dibujo, dibujando a Cornelius como un objeto inanimado. Es un lenguaje que tiene mil posibilidades”. Es por ello por lo que Torices asegura que ha intentado encontrar “una especie de tercera vía entre la novela gráfica de tema sesudo y trascendental y el cómic muy experimental y puramente formal. Yo quiero celebrar la historieta, mostrar que puede ser algo muy profundo y liviano a la vez”.
El punto de giro
Estas intenciones llevan al lector a través de un carrusel gráfico, que provoca sensaciones muy diversas. Las primeras páginas del libro se leen con más distancia, disfrutando los gags y riéndose del humor negro —“entiendo que no es para todo el mundo”, matiza Torices— de unas tiras en las que el tema recurrente es el acoso verbal al que Cornelius es sometido, muchas veces por sus propios amigos. Sin embargo, a partir de cierto momento, el autor introduce un giro argumental que traslada la narración a otro nivel, más cercano a la ficción dramática, de manera que los personajes adquieren mayor profundidad y aparecen las aristas morales. Cornelius se percibe como una víctima, que genera empatía, pero también es capaz de tener comportamientos deleznables, cuando intenta encubrir su implicación en un secuestro.
“El momento del secuestro y la aparición de la verdadera víctima resignifican muchos de los chistes anteriores”, explica Torices. “El lector los digiere de una manera y después de otra, porque ese personaje ya no es el mismo: has visto que está interponiéndose en una investigación, actuando de una manera muy mezquina y miserable. El contexto lo determina todo”. Para el catalán, el perro Cornelius representa “un individualismo muy exagerado, la otra cara de la moneda de lo que se veía en las primeras páginas. Es un egoísta, que solo quiere que no lo molesten”.
Marc Torices intentaba reflejar su propia visión de las cosas: “El mundo no es maniqueo, no hay buenos y malos. Es un juego de máscaras”. Pero también se basa en dos conceptos que vertebran el libro: simular y disimular. “Simular es pretender tener un contenido que no tienes, y disimular es pretender que no tienes un contenido que sí tienes. Cornelius disimula que es una víctima y acaba simulando que lo es”, explica. Pero el propio libro como objeto y artefacto narrativo refuerza esto: “Simula ser una antología y disimula una narración”.
Ciertamente, no hay personajes muy edificantes en Cornelius, lo que parece reflejar una visión pesimista de las cosas. “Es difícil tener un punto de vista optimista respecto a la sociedad; no espero un cambio social”, reconoce. Si bien, matiza: “Soy muy optimista con mi vida personal, me siento muy afortunado”.
Referentes e influencias
Pese a iniciarse muy joven en la profesión, Marc Torices siempre ha demostrado un gran conocimiento de la historia del medio, lo que se traduce en una serie de influencias y referentes muy bien asimilados en un estilo propio. “Tengo muy en cuenta ejemplos tempranos de arte secuencial: los aleluyas y los aucas, los grabados antiguos… Cosas poco sofisticadas, poco modernas, de épocas en las que la sintaxis del cómic todavía no estaba definida, y encuentras errores, que yo uso en mis propias historias”, desarrolla el dibujante. Respecto a las influencias más directas de autores contemporáneos, Torices nombra algunos de los nombres más relevantes de la actualidad. “De Olivier Schrauwen me influyó El hombre que se dejó crecer la barba. En todo lo que hago se nota que ese libro me afectó mucho. Para Cornelius en particular también me influyeron el Ice Haven de Daniel Clowes, y la forma que tiene Chris Ware de ver los cómics. A otro nivel, puede haber algo de Nick Drnaso en algunas escenas”, enumera el dibujante.
Pero Marc Torices reconoce también una gran deuda con sus compañeros de generación, aquellos autores que lo han acompañado en diferentes fanzines. “Toda la gente en torno a Fatbottom [librería de Barcelona especializada en fanzines] me ha influido mucho —reconoce—, y la gente de Adobo: Molg H., Nacho García, Néstor F., Alexis Nolla… Y, por otro lado, autores como Irkus M. Zeberio o Gabriel Corbera: la lectura de sus cómics me transmiten algo similar a lo que sientes cuando lees los diarios de Kafka, material que no está hecho para ser publicado. Dibujan como cuando eres un niño, porque te apetece, sin más interés, lo cual es muy raro en un medio como el cómic, que está siempre pensado como producto”, reflexiona. Torices menciona también el humor de lo trágico que encuentra en autores como Alberto Vázquez, así como la fuerte influencia de Ana Galvañ. Pero admite sentirse más impermeable ahora, aunque haya muchas cosas que le gustan. “Andrés Magán, Pepa Prieto Puy, las Cols o Iván McGill”, cita el dibujante como ejemplos de autores jóvenes que le interesan.
El éxito de Cornelius
Debido a los plazos que establecen las bases, el premio de Comic Barcelona le llega a este cómic cuando ha completado su primer año en el mercado. Aunque Torices confía en que gracias al galardón se acerquen nuevos lectores, se muestra satisfecho de lo logrado hasta ahora. El título está funcionando muy bien en su circuito, de forma que fue uno de los más vendidos durante la edición de GRAF —un festival de cómic independiente y autoedición celebrado en Barcelona— en la que se puso a la venta por primera vez.
“La primera edición se agotó en tres meses —revela Torices—, y la segunda está a punto de agotarse también, de modo que ya hay planes de lanzar una tercera”. Se trata de todo un éxito para una editorial pequeña, de lanzamientos escasos pero muy cuidados como Apa-Apa que, además, la logrado vender los derechos de la obra a varios países. “Pronto se va a publicar en Francia y en Polonia, pero también en Estados Unidos. Estoy muy contento con cómo le está yendo al libro”, concluye Torices.