Cumple los requisitos para ser un clásico: en su día fue un cómic renovador, modélico e influyente. A día de hoy lo sigue siendo. Philémon está considerado con toda justicia uno de los títulos fundamentales en el camino hacia la madurez del tebeo europeo.
Sin embargo, sus aventuras apenas fueron entrevistas en nuestro país en las páginas de la revista Gran Pulgarcito, durante los años 70, y con más frecuencia, en catalán, en las de Cavall Fort. Adscripciones propias de un tiempo en que los tebeos, subversivos o no, eran patrimonio exclusivo de la infancia.
Como fuera, la recuperación ahora de Philémon en una edición integral presentada por ECC Ediciones constata su vigencia y corrobora que su audacia, más de medio siglo después de su creación, permanece intacta.
La aventura cósmica
Philémon, un joven algo impasible que no busca aventuras pero las encuentra, es creación del parisino de orígenes griegos Fred, uno de los primeros espadas de la irrepetible revista Hara-Kiri, decana de la prensa satírica francesa que en sus páginas reunió a fieras como Reiser, Topor, Wolinski, Siné o Cabu. Como alguno de ellos, Fred fue un artista de los que luego los horteras llamarían multidisciplinares, ya que además de la historieta practicó la ilustración, el humor gráfico, escribió relatos, poemas, guiones de cine y hasta canciones.
Philémon vio la luz en el caldeado meridiano de los años 60. Lo hacía, después de haber sido rechazado por la revista belga Spirou, en el seno de la más arriesgada Pilote, que entonces dirigía el padre de Astérix René Goscinny.
El potencial fantástico del personaje entraría en erupción en una primera historieta larga titulada El naufragio de la “A”, en la que Fred nos revelaba que el mapa y el territorio pueden ser la misma cosa y que, de hecho, las letras que nominan mares y océanos en las cartografías son literales archipiélagos tipográficos. En ellas caerán sus personajes e irán viviendo percances disparatados basados en paradojas, metonimias y otros desplazamientos del sentido que funcionarán en el lector como auténticos excitantes de la imaginación.
La realidad fuera de juego
Pese a su aparente sencillez, Philémon es una filigrana arquitectónica llena de meandros donde todo es peripecia y lenguaje, un tebeo entonado de dulce alucinación donde Fred dinamita los límites del medio, se dedica a reinventarlo y se entrega a una imaginación asociativa y simbólica. Para ello toma la inverosimilitud como norma y le otorga la autoridad de ir generando sus propias leyes, lo que acaba por encauzar cada aventura hacia una fascinante nostalgia de lo desconocido, de lo que no puede ser.
Si la ficción es un pasamanos, una mentira piadosa y pactada para explicarnos, la fantasía sería una cámara antigravedad. Es ahí donde flota este personaje cuyas aventuras son más que ficción, maravillas que operan y se hacen efectivas en el subconsciente del lector.
Como bien apunta Jorge García en el excelente posfacio al primero de los tres libros que componen esta edición en la que se recogen los álbumes originales y las historietas cortas del personaje, la atmósfera fantástica creada por Fred culmina en la abolición de la realidad.
Tres años después de la muerte de Fred, que se fue octogenario en 2013, esta edición íntegra de su obra capital es motivo para volver a celebrar una voz singular y para ubicar donde se merece un legado de enorme valor. Cientos de páginas empeñadas en lo inesperado que el autor dibujaba de pie, con actitud de descubridor, el pensamiento raptado y, según sus propias palabras, jugándose el pellejo en cada viñeta.
Philémon es, si se quiere, un tebeo para niños, pero lo que queremos decir con ello es que sigue siendo una lectura flamante, desbordada de ilusión y naciente todo el rato.