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La siguiente oleada de dibujantes salta de los fanzines al museo “sin poderes ni privilegios”

La dibujante Roberta Vázquez fomra parte de la exposición 'Constel·lació gràfica'.

Gerardo Vilches

9 de diciembre de 2022 22:57 h

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La relación del cómic con los museos no es algo nuevo: desde los años 60, las instituciones artísticas por antonomasia han ido abriendo sus puertas, tímidamente, a un medio tradicionalmente denostado. En los últimos años esa relación se ha intensificado y, con ella, se ha abierto un debate acerca de cómo puede llevarse el cómic, un arte concebido para ser leído, a las salas de los museos. Constel·lació gràfica. Joves autores de còmic d’avantguarda propone una estrategia osada, innovadora e iconoclasta (en el CCCB de Barcelona y hasta el 14 de mayo de 2023).

Resulta curioso que la exposición coincida en Barcelona con otra ambiciosa muestra, Cómic. Sueños e historia, que puede visitarse hasta el 15 de enero en las instalaciones de CaixaForum. La presencia de ambas en la ciudad evidencia el interés de las instituciones por incorporar la historieta a sus programaciones, así como el buen momento que vive este medio. Pero también resulta significativo que las dos propuestas sean casi antagónicas: mientras que la descomunal propuesta de CaixaForum opta por un recorrido histórico del canon occidental de los tebeos, a través de la exposición de más de setecientas páginas originales –un recorrido de incalculable valor para los aficionados–, Constel·lació gràfica se centra en el trabajo de solo nueve artistas y plantea una relación con el espacio expositivo radicalmente distinta.

Bárbara Alca, Marta Cartu, Genie Espinosa, Ana Galvañ, Nadia Hafid, Conxita Herrero, María Medem, Miriampersand y Roberta Vázquez son las artistas presentes en la exposición, comisariada por la editora Montserrat Terrones. Cartu explica que todo empezó hace un año: “La comisaria se puso en contacto conmigo, hicimos una entrevista y a partir de ese momento entré en contacto con mis compañeras dibujantes así como con todo el equipo del CCCB”. Medem confirma que “ha sido un proceso intenso pero también ha tenido sus momentos divertidos, porque ha habido mucha comunicación entre nosotras”. 

El cómic de los márgenes

Se trata de nueve dibujantes que, cronológicamente, pertenecen a tres generaciones diferentes, pero que forman parte de una misma comunidad: aquella que se ha desarrollado artística y profesionalmente en el ámbito de los fanzines y la autoedición, desde la libertad creativa y la ruptura de las normas. Ana Galvañ, la más veterana de las participantes en la muestra, ha sido desde hace años una de las principales impulsoras de esa escena, con diversas iniciativas: “Aquí se demuestra el auténtico amor al medio, al cómic menos fácil, auténtico y generado desde la verdadera pulsión de crear; ya que en estos ámbitos de autoedición y microeditoriales no ha habido poderes ni privilegios, ni lucramientos. Solo ilusión. Lo colectivo es clave, está claro, como también lo es poner de manifiesto las peculiaridades de cada una de las autoras”. A ese circuito atiende el primer espacio que recibe a los visitantes en la muestra, donde puede encontrarse una cuidada selección de fanzines, y que además pone en valor el papel de la librería Fatbottom de Barcelona, de editoriales como Apa-Apa y de ferias de autoedición como Gutter Fest o Graf; una suerte de homenaje, en palabras de Miriampersand, a un ámbito “que hay que cuidar, porque hoy en día es muy complicada su supervivencia”, y que conforma, según María Medem, “todo este ecosistema” que les ha “permitido y animado” a muchas de ellas a ir “experimentando”.

Todas las autoras, en mayor o menor medida, han desarrollado su carrera al margen de una tradición que tampoco las habría aceptado, encorsetada por las reglas de lo comercial, centrada en lo masculino y poco receptiva a la experimentación radical

Todas las autoras, en mayor o menor medida, han desarrollado su carrera al margen de una tradición que tampoco las habría aceptado, encorsetada por las reglas de lo comercial, centrada en lo masculino y poco receptiva a la experimentación radical. Las nueve se acercan al cómic desde la interdisciplinariedad, mediante la creación de universos creativos que abarcan todo tipo de manifestaciones. Por ello, junto a los elementos que podrían esperarse en cualquier exposición sobre cómics –originales, reproducciones y ejemplos de los libros y fanzines tal y como han sido publicados–, podemos encontrar otros sorprendentes: las cerámicas de Marta Cartu o el tapiz basado en la obra de María Medem, por ejemplo. Miriampersand destaca las “páginas y viñetas de dos metros, acompañadas de la música que las inspira, y las cajas de luz para honrar las imágenes digitales”.

Pero la aportación más novedosa se encuentra al final de cada sección dedicada a una de las autoras, que han intervenido el espacio para proponer instalaciones que plantean diferentes formas de llevar el cómic al museo. Desde el tablero de juego que invita a la participación del visitante de Roberta Vázquez al espacio de meditación íntima inspirado por el flamenco que plantea Medem, pasando por la habitación que contiene su propia historieta de Conxita Herrero o la habitación acolchada que contiene una pesadilla de matchs de Tinder de Bárbara Alca, cada propuesta es única y se ha trabajado desde la individualidad, aunque el conjunto resulte coherente. Miriampersand valora la “transgresión del formato”, mientras que Medem destaca de su instalación, realizada con la colaboración de la productora Ylia en la música, que ha sido la parte en la que considera que ha trabajado “con más ilusión, por la posibilidad de poder trasladar el cómic a un espacio tridimensional, que es algo muy inusual”. Por su parte, Marta Cartu, quien plantea un cómic expandido en el que el observador tendrá que componer su propio recorrido, define su trabajo como “un proceso de creación orgánico”, en el que tuvo que adaptarse “a las necesidades del espacio así como a las restricciones técnicas y de accesibilidad”.

La precariedad del cómic

Constel·lació gràfica es una fiesta de creatividad y de colores –tan importantes en la obra de las nueve artistas–, pero que no olvida la crítica: la precariedad y la ansiedad social son elementos generacionales muy presentes en las obras de muchas de ellas, como puede observarse en Chacales de Nadia Hafid o Internet sublime de Miriampersand. El cómic y la ilustración, de hecho, son profesiones casi siempre abocadas al empleo precario, practicadas desde el freelancismo. En ese sentido, resulta un acierto incluir un espacio previo a las salas de las autoras que rinde cuentas del desencanto milenial y de los elementos que conforman su realidad cotidiana, que ha corrido a cargo de Eudald Espluga. Quizás sea esa misma precariedad la que hace que en este colectivo no haya tanta competitividad como en otros, y sí mucho compañerismo: para Miriampersand, que destaca haber podido trabajar con el resto de las autoras, una de las cosas más importantes ha sido la “creación de vínculos, que es tan importante en una profesión que puede llegar a ser bastante solitaria en ocasiones”. Ana Galvañ subraya: “Lo colectivo es clave, está claro, como también lo es poner de manifiesto las peculiaridades de cada una de las autoras”.

Sin duda, las personas aficionadas al cómic más alternativo visitarán Constel·lació gràfica con el convencimiento de que van a disfrutarla. Sin embargo, también supone una ocasión única para hacer llegar al público asiduo al CCCB un tipo de cómic que, tal vez, desconocían. María Medem va un poco más allá: “Espero también que ver la expo les dé ganas a los visitantes no solo de leer cómics y fanzines, sino de hacerlos”.

Pero esta exposición es también la abrumadora prueba de que, en el cómic actual, las autoras no solo están muy presentes, sino que son las que realizan algunas de las obras más interesantes e influyentes. El mantra de que “en el cómic no hay mujeres” tiene que ser permanentemente desterrado, y en esa dirección parece apuntar el artefacto que despide al público al final del recorrido: un vídeo que celebra una infinita constelación de autoras del pasado y del presente, que refuerza la sensación de comunidad y la importancia de la genealogía para las nueve autoras protagonistas, cuya obra es, en palabras de Ana Galvañ, “la punta del iceberg de una constelación incalculable que ya estaba ahí, pero que no se quería ver”.

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