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La comunidad internacional está lista para una posible evacuación del patrimonio de los museos de Afganistán

Al fondo, uno de los huecos que quedaron tras la voladura talibán en 2001 de los llamados Budas Gigantes de Bamiyán, en Afganistán.

Peio H. Riaño

17 de agosto de 2021 22:42 h

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La situación del patrimonio cultural afgano y los profesionales que se dedican a custodiarlo es “incierta”, según explica a elDiario.es el presidente del Consejo Internacional de Museos (ICOM), Alberto Garlandini. “Ahora mismo, en un clima tan inestable políticamente, existe un riesgo muy real para la seguridad personal de los expertos en patrimonio afgano. Hombres y mujeres que han dedicado su vida a preservar los tesoros de su nación. Además, en ausencia de una fuerza de seguridad funcional, los robos y saqueos son un peligro muy real. Esta ausencia de seguridad también coloca a los sitios arqueológicos (ya vulnerables debido a la limitada vigilancia) en un riesgo aún mayor”, indica el responsable del organismo que asesora a la UNESCO en cuestiones de patrimonio.

La prioridad en estos momentos, añade, es garantizar la seguridad del personal de los museos en Afganistán, junto con las colecciones de los museos. “Las colecciones deben almacenarse de forma segura y ser inventariadas. Si un objeto es robado y luego recuperado, una correcta documentación puede aumentar la probabilidad de ser devuelto a sus legítimos propietarios”, cuenta Garlandini. ¿Esto quiere decir que sería partidario de una evacuación de los bienes del museo como ocurrió en la guerra civil española? El presidente del ICOM reconoce que, aunque el patrimonio de Afganistán pertenece a Afganistán y debe mantenerse en custodia para todo su pueblo, “si la situación cambia, el ICOM estará dispuesto a apoyar y proteger el patrimonio de este gran país”.

Este domingo, el Museo Nacional reclamaba a la comunidad internacional ayuda y protección contra el saqueo de la institución, situada a las afueras de la ciudad. Desde ICOM inciden en el rigor que debe mantener la comunidad internacional para detener el tráfico ilícito de arte. Piden que se ratifique y aplique la Convención de la UNESCO de 1970 sobre las Medidas que Deben Adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícitas de Bienes Culturales y el Convenio de UNIDROIT de 1995 sobre los Bienes Culturales Robados o Exportados Ilícitamente. “De este modo se ayudaría a regular el movimiento mundial del patrimonio cultural”, cuenta el presidente del organismo internacional.

La triste realidad

Garlandini no se opone al movimiento global del patrimonio, ni al mercado del arte, porque es “intercambio de conocimientos e información”. Pero reclama un intercambio “regulado, legal, justo y transparente”. “Para las personas que se autoproclaman aficionados a la cultura, expertos o protectores, esto no debería ser demasiado pedir”, dice. “Es una triste realidad: todo el patrimonio está en peligro. No hay ningún bien específico que esté en peligro. Los vándalos y ladrones se aprovechan de la inestabilidad de Afganistán para robar o destruir el patrimonio cultural”, zanja. Los expertos de ICOM ya elaboraron en los primeros años del siglo XXI una Lista Roja de Antigüedades de Afganistán en Peligro. Las aduanas británicas identificaron 1.500 objetos (3,4 toneladas de peso) incluidos en la lista, que fueron devueltos al Museo Nacional de Kabul entre 2007 y 2009.

En los últimos meses y antes de descubrir si el nuevo Emirato talibán es como el de 2001, el personal del Museo Nacional de Kabul –con más de 80.000 artefactos– ha retirado objetos de la exhibición para dispersarlos y almacenarlos en varios lugares seguros, siguiendo el plan de evacuación y salvaguarda de la institución. Este periódico no ha podido confirmar con ICOM si una parte de estos objetos habrían llegado a Francia, para ser mostrados en una exposición programada en un museo de París.

El pasado febrero los talibanes emitieron un comunicado en el que prometían respetar el patrimonio que había sobrevivido a los talibanes. Los nuevos líderes fundamentalistas dictaron una orden bien distinta a la que hace dos décadas acabo con los dos colosales budas de Bamiyán y llamaron a sus seguidores a “proteger, monitorear y preservar enérgicamente” las reliquias, a detener las excavaciones ilegales y a salvaguardar “todos los sitios históricos”. Además añadieron que prohibirían la venta de los artefactos en el mercado del arte, sin aclarar si aquello era una nueva manera de propaganda internacional.

Veinte años de Bamiyán

Para la organización Alliance for the Restoration of Cultural Heritage, con sede en Washington, el comunicado era un paso positivo comparado con el que el mulá Omar dictó el 26 de febrero de 2001: destrucción sistemática de todas las estatuas del país para que nadie pudiera “adorarlas ni respetarlas en el futuro”. Incluidos los famosos budas. “Alá Todopoderoso es el único santuario real y todos los santuarios falsos deben ser destruidos. Por ello, el Líder Supremo del Emirato Islámico de Afganistán ha ordenado a todos los representantes del Ministerio de Promoción de la Virtud y Represión del Vicio y del Ministerio de Información y Cultura que se destruyan todas las estatuas”, decía el comunicado firmado por el líder de los talibanes. No querían dejar ni rastro de ninguna etnia ni marca cultural que no fuera la suya.

Hace veinte años los talibanes probaron con fuego de artillería para derribar los dos colosos de Bamiyán. Los tanques no pudieron hacer nada contra los gigantes de 55 y 38 metros de altura cada uno. Así que pasaron a la dinamita. Casi un mes de la primera explosión –la que grabaron y difundieron para darse a conocer al mundo–, a razón de tres explosiones diarias, el ejército fundamentalista acabó su trabajo. No dejaron rastro de las dos esculturas horadadas en los acantilados de Bamiyán. La UNESCO declaró que la destrucción deliberada “conmovió al mundo entero”. Fue un acto que colmó los deseos propagandísticos de los terroristas. Una vez lograron su objetivo, sacrificaron nueve vacas que llevaron para celebrar la destrucción de las dos esculturas de 1.500 años de antigüedad. La UNESCO incluyó el paisaje cultural y los restos arqueológicos en su deseada Lista de Patrimonio Mundial en julio de 2003, dos años después de ser dinamitadas. A la vez pasaba a formar parte de la Lista de Patrimonio Mundial en Peligro.

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