Un día después de que el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, anunciara por sorpresa en la azotea del Museo Nacional Reina Sofía que había tomado la decisión de adquirir el archivo personal del empresario lácteo José María Lafuente, el subdirector gerente de esa institución comunicaba por escrito a los vigilantes de sala que suspendía sus peticiones de vacaciones de verano. El pasado 17 de marzo Juan Francisco Melgar Jaquotot, subdirector gerente del museo, denegó “con carácter general las solicitudes de vacaciones presentadas por el personal” desde el 16 de junio al 15 de septiembre. Es la única manera que tiene la dirección del Reina Sofía de garantizar la apertura del museo durante los próximos meses de verano. “La cobertura de los puestos adscritos al área de seguridad está siendo extremadamente dificultosa, por no decir, casi nula”, avisó el subdirector gerente a sus trabajadores.
La situación es mucho más grave en los 16 museos estatales gestionados directamente por el Ministerio de Cultura: desde hace un año, hay cierres completos y parciales de salas, hay bajas que no se reemplazan y gerentes que bajan a taquilla para mantener abierta la institución y una lluvia de reclamaciones de los usuarios al Ministerio... Se necesita incorporar de urgencia al menos 80 personas para que los museos vuelvan a tener un acceso como manda la Constitución (en su artículo 44), aseguran a este periódico desde UGT. El salario medio de un vigilante de sala es de 18.000 euros brutos al año.
Desde UGT también indican que no se ha contratado a ningún vigilante de sala para estos museos estatales —en los que no se incluyen Prado, Reina Sofía o Thyssen— desde 2018 y que el problema es insostenible desde este verano. En julio los museos gestionados por el Ministerio de Cultura se quedaron sin personal para trabajar en taquilla y no fueron reemplazados. Fue un momento crítico: nadie podía cobrar el acceso. No se trata de bajas temporales. Jubilaciones y traslados han dejado los museos desasistidos. No hay personal para cubrir el servicio.
Sin taquilleros para cobrar
Entonces la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura ocultó la extrema situación con el anuncio de una campaña de fomento: museos gratuitos hasta el 30 de septiembre. En la comunicación de Cultura se dijo que era “para recuperar el hábito cultural de la visita pública” y promover “el disfrute del patrimonio histórico”.
“Lo de este verano era mentira: no había personal para cobrar la entrada y los abrieron”, cuenta Lucía, vigilante de sala en el Museo del Romanticismo. Cuando no está el portero mayor, los museos están obligados a cerrar o a que su lugar lo ocupe el propio director. Ha pasado en varias ocasiones. María, trabajadora en el Arqueológico, coincide: “No se podía cobrar, por eso fueron gratis los museos hasta finales de septiembre. El problema es que desde entonces no se ha solucionado la situación. Seguimos igual”.
El Museo del Romanticismo contaba en 2019 con 14 vigilantes por la mañana y 14 por la tarde. Ahora son siete en un turno y siete en el otro. Esta institución no se ha vuelto a abrir entero al público desde junio de 2020, al regreso del confinamiento. “A mí ahora me obligan a estar en taquilla, porque no quieren cerrar. No importa si solo enseñemos la mitad del museo. Solo mostramos 13 de 26 salas. Esto es un servicio público y debería estar en pleno funcionamiento. Las reclamaciones se han disparado, claro”, añade la trabajadora. Dice que cuando lee las noticias del aumento de presupuesto en cultura sabe que a los museos no les toca: “No hay dinero ni para uniformes”.
Paralizados por convenio
Sin embargo, en febrero el Ministerio de Cultura anunció el pago de 6,5 millones anuales a Carmen Cervera y Borja Thyssen por el alquiler de su colección de arte durante los próximos 15 años y para la compra del archivo Lafuente el Ministerio de Cultura ha reservado casi cuatro millones de euros solo para el primer año y habrá más pagos. ¿Es un problema de falta de inversión? Desde el Ministerio de Cultura aseguran que esta situación es “consecuencia de la entrada en vigor del IV Convenio Único del personal laboral de la Administración General del Estado”. Su ejecución, cuentan desde la cartera de Miquel Iceta, “ha generado una reducción de las plazas necesarias para poder ofrecer el servicio al público con normalidad”. Sin embargo prefieren referirse a la gravedad de los hechos como “cierres puntuales” de “algunos” museos estatales.
El Ministerio de Cultura explica a este periódico que en estos momentos “se trabaja activamente para buscar soluciones con el Ministerio de Función Pública y poner en marcha mecanismos que permitan paliar la situación y completar las plantillas de personal, de modo que podamos seguir garantizando la apertura ordinaria de los museos”. Sin embargo, esta situación surge en marzo de 2020, cuando se activa el convenio. Desde UGT acusan al equipo del Ministerio de Cultura porque son “incapaces” de encontrar una solución para volver a contratar a los trabajadores.
Con la puesta en práctica del IV Convenio no se contrata porque hay dos categorías laborales (celadores de prisiones y vigilantes de sala) que Función Pública no tiene unas titulaciones de Formación Profesional específicas a las que vincular. Hay una bolsa de 300 trabajadores que han aprobado las oposiciones, pero no pueden hacerlos trabajar porque el Estado no sabe en qué categoría incluirles. Y así llevan dos años. “Es un mero problema administrativo y burocrático y el Ministerio de Cultura es incapaz de proponer una fórmula a Función Pública para resolver un problema desde hace dos años”, explican desde UGT.
Vuelvan mañana
Una trabajadora del Arqueológico apunta en un calendario, día a día, todos los cierres de los museos de los últimos cinco meses. Entre los peores parados aparecen el Museo de América, el Museo Cerralbo, el Museo Nacional de Escultura, el del Romanticismo y el Museo Sorolla. En la web de este último evitan aclarar el motivo por el que la exposición temporal La edad dichosa permanece cerrada de 9:30 a 14:45. Apenas un lacónico “motivos de organización interna”. Lo que no explican es que en el turno de la mañana son siete personas y en el de la tarde once. Por eso se cierran las salas de la temporal y otras de la permanente. Una trabajadora del museo cuenta que tanto la administradora como el director han estado abriendo y cerrando el museo ante la ausencia de personal.
En el Museo Nacional de Cerámica (Valencia) se avisa de que “algunas salas de la exposición permanente y las exposiciones temporales podrían permanecer cerradas al público algunos días”. En este se cierran plantas enteras y varias veces al completo. “Como no hay personal se decidió cerrar plantas. Últimamente cerramos la primera planta o la segunda. Hay tres plantas. Se han jubilado ocho personas en los últimos tres años y no se ha cubierto ningún puesto. Las bajas tampoco se cubren. Somos nueve personas y antes, cuando el museo funcionaba bien, éramos más de veinte. Ha sido una degradación paulatina del museo desde antes de la pandemia”, cuenta una vigilante del museo valenciano sobre la situación de estos últimos tres años, que prefiere el anonimato.
La crisis laboral ha provocado que los protocolos de seguridad de los museos nacionales estén cuestionados y que el acceso a la cultura haya sido recortado. “Los cierres son sistemáticos y en todos los museos estatales”, asegura María, una vigilante de sala del MAN. Aunque la dirección del Arqueológico no avise a los visitantes de que de las seis áreas solo se mantienen cuatro abiertas, los cierres de Numismáticas, Medieval y Moderna sorprende a los ciudadanos desde el verano. Simplemente, no hay trabajadores suficientes para atender al público en la casa de la Dama de Elche. En estos momentos trabajan 32 personas y el plan de protección y emergencias del MAN está contemplado para 45 vigilantes. El testimonio de Dolores, otra trabajadora del Arqueológico, coincide con el del resto de trabajadoras y trabajadores consultados por este periódico: “Los cierres no son puntuales”.
La situación tercermundista de los museos estatales no es nueva. En 2014 sucedió la primera crisis con la inauguración del nuevo MAN: creció en miles de metros cuadrados, pero no en personal. Luego, en 2018, llegó la segunda crisis de puestos de vigilantes: sus condiciones laborales no son las mejores y casi medio centenar de trabajadores pidió el traslado de destino. Ahora... “No he visto nada igual en 18 años que trabajo como vigilante de sala de museo”, señala J. R., trabajador del Museo Sefardí en Toledo, tercer museo con más visitas.