La Dani: “Me encantaba ser monaguilla e ir a misa con mi abuela”
La Dani (Málaga, 1991) alterna su trabajo en una tienda de ropa de Malasaña (Madrid) y en la música, de la misma forma que usa indistintamente el pronombre masculino y femenino. No le gustan los parámetros estrictos de hombre, mujer o género no binario, y no le da muchas vueltas. Tampoco a sus canciones.
La Dani hace el reguetón que le gusta escuchar: lo mezcla con cumbia, con rumbas callejeras y hasta con R'n'B de los 2000, y habla de sus vivencias. Puede ser de las noches con sus amigas en la Feria de Málaga o de sus encuentros sexuales con hombres heteros. No lo define como reguetón activista o LGTBI, “es reguetón y punto”. “Para mí no es raro, y no tengo que estar justificándome frente al que crea que sí lo es”.
Sus conciertos son una fiesta, aunque empiecen con un audio de Abascal diciéndole a Pablo Motos que los homosexuales no deberían poder adoptar. Y no pretende evangelizar, quiere darse a conocer. Que no le callen. Gracias a Subterfuge Records, la discográfica que comparte con Samantha Hudson, este altavoz cada vez es mayor. Pero aún no lo suficiente para dejar de ser dependienta. “Si te crees la fantasía de que eres artista y en realidad eres una muerta de hambre, es tu problema”. Una muestra del humor y el descaro que mantuvo durante todo el encuentro.
Me han hecho 'bullying' en el colegio y nunca he sentido miedo. En 30 años de vida. Pero este verano ha sido chungo
Cantar reguetón o con autotune hoy en día es casi un deporte de riesgo. ¿Nota más prejuicios que en los 2000, cuando sonaba un reguetón parecido al que hace ahora?
Sigue habiendo prejuicios, claramente. Pero no creo que más que antes. El reguetón ya está en todos lados, suena en la radio, y estar en la radio es estar muy presente. Hay gente muy purista, pero luego pones Baila morena y todo el mundo te lo baila. ¿A quién no le gusta bailar o pasárselo bien?
¿Cuál es su relación con el autotune?
Estoy casada con el autotune. Me parecería una falta de respeto no cantar con autotune. Es divertido, me parece que suena bien, que suena bonito y que además puedes jugar con él. Todas las estrellas lo usan para afinar y que no se note. A mí me gusta que se note mucho porque soy muy honesta y esto es lo que hago: uso autotune, grabo en mi casa con un ordenador y poco más.
Hace unas semanas el pianista James Rhodes habló precisamente de esto. Decía que la música clásica es imperecedera y que no entendía qué veía la gente joven en el reguetón. ¿Qué le contestaría?
Le contestaría que se callase ya, que es muy pesada. Algunos le respondieron luego y dijeron cosas increíbles, como que hace falta criarse con gente de todos lados. En España hay gente de todos sitios y es tan bonito que la cultura se junte, se mezcle, que se hable en otros idiomas, que escuchemos reguetón y que hablemos de la música urbana, que le diría que se calle, que es muy pesada.
Antes del “yo era ateo, pero ahora creo” de C. Tangana, lanzó “yo no creo en Dios, pero me persigno cuando te veo”. También tiene varios tatuajes con motivos religiosos. ¿Cuál es su relación con la Iglesia?
Soy malagueña y mi familia, mi abuela, mi madre son creyentes. Me he criado con el folclore y con la iconografía religiosa, estoy lleno de vírgenes, y me encanta. Yo nací, me bautizaron, me metieron en un colegio de curas y no me planteaba nada. Ahora no creo en Dios. Pero forma parte tanto de mí, que la estética sí me gusta y no me parece incongruente.
La Iglesia puede ser un lugar donde yo no me sienta incluida, pero en realidad sí lo estoy. A mí me encantaba ir a misa con mi abuela, ser monaguilla y hacer la comunión. Cuando he creído en Dios no he necesitado ir a la Iglesia. Creo que si existiese Dios, estaría en todos lados. La Iglesia me da igual.
Su canción más escuchada es El proceso, donde canta sobre relaciones sexuales con hombres que se califican de heterosexuales. ¿De dónde surge? ¿Sigue la bisexualidad masculina en el armario?
Me apetecía hacer una canción un poco canalla y que hablase de cuando he estado con algún hombre que tenía una vida heterosexual, pero al que luego le encantaba estar conmigo. El proceso habla de confusión, de no aceptarse, del deseo, de la binariedad, de la dualidad de los chicos que se liaban conmigo en el cole y ahora tienen novia. Y eso es una realidad que pasa en el colectivo. Me agobiaba un poco que pareciese que estoy haciendo apología de liarse con chicos heterosexuales o de sacar a nadie del armario. Hablo de una vivencia, pero nos tenemos que liar las raras con las raras y que le den a los heteros. No hay que buscar esa masculinidad.
Hemos hablado de lo que le gusta del reguetón, pero no se pueden negar los estándares retrógrados y misóginos de muchas de sus canciones. ¿Es más difícil entrar con un discurso y una estética LGTBI a un género como el urbano?
Decir que un género es machista es un poco antiguo. Me parece muy 2017. Machista es la persona que escribe esas canciones y entonces ¿qué no es machista? El pop, la copla –¿La bien pagá no es machista?–. La sociedad es machista y por ende la música. Pero no creo que el reguetón lo sea más que otros géneros. Mis referentes son femeninos, como Ivy Queen o Miss Nina. Las mujeres me anteceden totalmente. No creo que ser marica o queer me haya complicado entrar en esos círculos, al contrario. Si tengo alguna gracia, es esta.
Es muy cansino tener que estar justificando por qué eres 'queer' o haces reguetón 'queer', siempre con la etiqueta por detrás
Algunos artistas han normalizando la diversidad en otros géneros, como El Niño de Elche en el flamenco o Rodrigo Cuevas en el folclore. ¿Pesa la etiqueta de ser un representante LGTB del reguetón, en lugar de un cantante más?
Si, total. De hecho, es muy cansino tener que estar todo el rato explicando y justificando por qué eres queer o haces reguetón queer, siempre con la etiqueta por detrás. Sí, pero no. No hago algo diferente a Bad Bunny o cualquier persona que exprese su sexualidad libremente en una letra muy explícita. Para mí no es raro. Raro es para otros frente a los que no me tengo que estar todo el rato justificando.
Me enorgullece y siempre voy a estar en un bar marica y en un cartel marica. Y ojalá pudiese trabajar solo con gente del colectivo. Pero efectivamente creo que deberíamos abrirnos. Y sí, me encantaría no tener que decir que hago reguetón marica: hago reguetón y punto.
En sus conciertos, antes de empezar a cantar, suena un audio con la entrevista de Abascal en El Hormiguero en la que dijo que una pareja homosexual no debería poder adoptar. ¿Por qué este prólogo?
Esto es más o menos reciente, de este verano. Justo íbamos a hacer un bolo y pasó lo de Samuel y todas las agresiones al colectivo. Yo estaba mal. Estaba y estoy. E igual que te he dicho antes que cuando hago algo me nace y no pienso mucho, aquí sí estaba pensando en hacernos notar, en que nuestro discurso se escuchase y en que se supiera estamos en contra. Que no nos van a pisar.
Y pusimos la entrevista a Abascal porque era un programa de prime time donde se ha aceptado ese mensaje de odio. Por muy suave que lo diga, es un puto mensaje de odio. Te está diciendo que los maricones no se casen, no adopten y que no tengan hijos. Si en el Congreso hay políticos con ese mensaje, habrá gente que se crea respaldada para salir a pegar y a odiar porque se siente impune.
¿Qué cambió este verano?
Obviamente me han hecho bullying en el colegio, y nunca he sentido miedo en mi vida. Nunca. Y mira que se han metido conmigo, pero sabía que el colegio era un proceso por el que tenía que pasar, que iba a ser adulto, que iba a ser maricón, que iba a tener novio, que me iba a besar por la calle y que no iba a tener ningún problema. Y así fue y así ha sido toda mi vida. Pero lo de este verano ha sido chungo. Es fuerte que en 30 años no haya tenido miedo y ahora sí. No se me olvidará. Dos días después de lo de Samuel vi a dos chicos besándose en Callao y me sentí rarísima. Pensé: ¿estáis locas? ¿cómo hacéis esto con la que está cayendo? Y así estuve un tiempo hasta que dije: mira, no puedo volver atrás.
La Dani salió públicamente a la superficie hace seis años, cuando llegó a Madrid. ¿Cómo era la vida antes y qué ofrece la capital para dar ese salto?
Has dicho seis años y se me ha encogido algo. Sigo siendo la misma persona, de hecho me sigo dedicando a lo mismo: soy dependienta. Supongo que en Madrid me ayudó a ser forastera en una ciudad que no es la mía y a ser yo misma. No porque mi entorno no me dejase, al contrario. Pero una se retrae más en su ciudad. Cuando hablo de Madrid, es del centro, porque fuera es como otra provincia cualquiera. Pero en el centro la gente suda de ti y eso me ayudó a liberarme y a vestirme como me apetecía. Cuando era niña llevaba el pelo verde y abrigos de pelo, pero estaba cansada de que me mirasen, de que me señalasen todo el tiempo. Madrid me ayudó a ser la que está aquí hoy sentada.
Y sin embargo, hace tres o cuatro años sacó el videoclip de Ciudad del vicio. ¿Encontró una escena musical o social más abierta al volver a Málaga que cuando se marchó?
No me lo había planteado, nunca lo había verbalizado. Pero al volver como La Dani me acogieron muy bien. De repente, en los bares a los que siempre había ido y notaba miradas, ahora todo lo contrario, me siento muy arropada. Para mí Málaga es el mejor sitio para tocar. No porque sea mi ciudad, pero es increíble cómo se vuelca al público con nosotras y es una chulería. Pero sí, no solo en Málaga, sino en todos lados, al ser artista parece que vestir así está más justificado, que no debería. Nadie tiene que justificar cómo se viste o lo que se pone. Pero al ver lo que hago la gente lo valora más.
Regresó a Madrid y siguió siendo dependienta. ¿Se cae el mito de la capital como ciudad de las oportunidades, al menos en la música?
En Madrid suceden más cosas. Vivo aquí, aparte de porque me encanta, todos mis amigos están aquí y la tortilla de patata está buenísima, por practicidad. Por eso estoy ahora mismo contigo. Pero, por ejemplo, es mucho más fácil grabar en Málaga o hacer un videoclip. Fácil no es la palabra que defina a Madrid en absoluto, ni creo que sea la panacea para ser artista. Creo que simplemente es más práctica.
Estamos acostumbrados a dar voz a gente que trabaja de la música y que está muy ligada a la industria. Pero es normal, por precariedad, que los cantantes alternen otros trabajos. ¿Cree que hay un pudor extraño hacia ello en el sector?
Totalmente, pero totalmente. No sé si aquí hago activismo, pero algo parecido. Ahora tengo Tinder y siempre digo que trabajo en una tienda. Lo de la música no lo digo nunca. Y a veces baja la líbido, baja el interés y no lo entiendo. Ser panadera, dependienta o limpiadora no te define. Me dicen: “No pasa nada, todos hemos tenido trabajos de mierda”. Bueno, bombón, en la mierda estarás tú. Yo gracias a mi curro puedo pagar el estudio, puedo pagar los vídeos o puedo pagar lo que sea. Si te crees la fantasía de que eres artista y en realidad eres una muerta de hambre, es tu problema. Yo soy dependienta y gracias a que me da dinero, puedo hacer esto otro.
Vídeos y edición, por Nando Ochando.
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