Alberto Núñez Feijóo, que descubrió la libertad de prensa a los 60 años, hace dos, cuando llegó a Madrid para liderar el PP desde su apacible rincón mediático de la Galicia que él presidía y regaba, acaba de hacer ahora otro descubrimiento político notable. En plena campaña de las elecciones europeas, ha descubierto que hay una ultraderecha buena y otra según y cómo. Una ultraderecha buena con la que se puede pactar en Europa, la de la italiana Giorgia Meloni, y una ultraderecha mala en Europa y buena aquí, en España, la de Vox de Santiago Abascal, con la que el PP gobierna varias comunidades autónomas y ayuntamientos.
Esto del PP con Vox recuerda mucho lo de Luis de Góngora en una de sus más célebres letrillas, la titulada Verdad, mentira. Dice una de las estrofas: “En Valencia muy preñada/ y muy doncella en Madrid,/ cebolla en Valladolid/ y en Toledo mermelada,/ puerta de Elvira en Granada/ y en Sevilla doña Elvira,/ ¡Mentira!”.
El PP y Vox no solo tienen entre sí un problema en la adjetivación (bueno, malo) y en las preposiciones (según) y los adverbios (cómo). Lo tienen también en los sustantivos y en lo sustantivo. ¿Socios y preñados en Valencia y muy doncellos mutuamente en Europa? ¡Mentira!
Hace poco más de dos años, cuando Pablo Casado lideraba el PP, Abascal se refirió al Partido Popular como “derechita cobarde”. Con diminutivo despreciativo incluido. El diminutivo vale en castellano para una cosa y para la contraria; como apreciativo unas veces (gato / gatito) y como despreciativo otras: “¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos y a tales horas?”, le dice Don Quijote al conductor del carro en que viajan de Orán a Madrid dos leones, macho y hembra, enormes y hambrientos.
Hace bastantes más años, cuando no existía Vox, en ámbitos periodísticos de izquierdas se empezó a llamar “la derechona” a la parte más rancia de la derecha política, económica y mediática. El aumentativo, ya veis, también es en español unas veces apreciativo (peliculón, cochazo) y otras depreciativo: barrigón, vinazo, derechona.
“Derechita cobarde”, le llamaba Abascal al PP de Casado, y los que escuchábamos entendíamos que, en contraposición, Vox se consideraba a sí misma la “derecha valiente”. Pero ni uno ni otro usan el término “derecha” para calificarse. En sus Estatutos, en el artículo 2, el PP se define a sí mismo “como una formación política de centro reformista”. En los suyos, Vox es más impreciso. Dedica un larguísimo artículo, el 3, a lo que llama “fines”, y en él se encuentran términos y expresiones que ayudan a ubicarlo en la escala ideológica: “indisoluble unidad de la Nación española”, “Patria común e indivisible de los españoles” -las mayúsculas son suyas-, “patriotismo”, “libertad individual”, y “defensa” de “la propiedad privada”, “del derecho a la vida y de la protección a la familia”. Rematan el artículo 3 hablando de “garantizar el derecho de usar y el deber de conocer el español en todo el territorio nacional, sin perjuicio del resto de lenguas cooficiales de España”.
“El PP abre la veda contra Vox para ‘absorberlos sin ridiculizarlos’”, dice este martes un titular de El Mundo. Ummmm. Por las encuestas y por los nervios que se le notan a Feijóo, no parece que el PP vaya a estar después del 9J en disposición de absorber a Vox. Los respectivos estatutos no parecen peligrar a corto plazo.
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