Pocos titulares de prensa y pocos análisis he visto sobre una de las noticias en mi opinión más interesantes de las últimas semanas. En el Barómetro de mayo pasado, el CIS les preguntó a los encuestados qué sentimientos les provoca la política. El propio instituto público de estudios sociológicos les daba once opciones, once términos concretos, y les pedía que eligieran dos de ellas, solamente dos.
Eran once términos muy expresivos, poco o nada ambiguos. Cinco de ellos negativos (desconfianza, irritación, preocupación, asco, decepción), cuatro positivos (interés, compromiso, entusiasmo, confianza) y dos que podríamos calificar como neutros: aburrimiento e indiferencia.
¿Y qué contestaron los encuestados? Os resumo la tabla final, ordenada de mayor a menor y sumando los porcentajes de respuestas como primera o como segunda opción. Quedó así, atención: Desconfianza (55,3%), irritación (40,3%), interés (34,0%), aburrimiento (25,1%), compromiso (18,7%), indiferencia (13,2%), entusiasmo (4,8%), preocupación (1,0%), asco (0,9%), decepción (0,8%), confianza (0,4).
No hacía falta un estudio del CIS, bastaba un poco de perspicacia, para sospechar lo que los ciudadanos piensan de la política y de los políticos, en estos tiempos tan convulsos, polarizados y crispados de la vida pública; convulsos, polarizados y crispados en buena medida por la propia clase política. Pero los resultados con sus detalles y sus porcentajes deberían mover a los protagonistas de esa vida pública, especialmente a los políticos, a alguna reflexión que vaya más allá de echarse las manos a la cabeza con algunos resultados electorales recientes, en las europeas.
Si se siembran vientos, se recogen tempestades. Si se siembran tempestades, se acaban recogiendo huracanes de categoría 5, de esos que arrasan con todo lo que se encuentran a su paso.
8