A pesar de haber vendido con 32 años más de cuatro millones de libros y de estar considerado por público y crítica como uno de los mejores autores en lengua francesa, el suizo Joël Dicker sostiene que él se siente como un joven autor al que los editores han rechazado más libros de los que le han publicado.
Dicker (1985) se encuentra en Madrid para presentar su nueva novela, “La desaparición de Stephanie Mayer” (Alfaguara), número uno de ventas en Francia desde su publicación el pasado mes de marzo y que sigue a sus exitosas “La verdad sobre el caso Harry Quebert” y “El libro de los Baltimore”.
“Aunque se ve la faceta de autor que ha vendido muchos libros, todavía me siento como un joven autor al que los editores le han rechazado más libros que los que le han publicado, un joven autor que está aprendiendo el oficio y todavía tiene que aprender mucho y hacer más de lo que ha hecho: Aunque afortunadamente, mi carrera va por delante de mí”, explica el autor en una entrevista con Efe.
Cerca de 650 páginas de “thriller” con una treintena de personajes componen su nueva novela en la que vuelve a demostrar que no le interesan los delincuentes profesionales o los criminales en serie o patológicos: “me interesa la gente normal que de repente derrapa, patina porque había alguna razón, y de pronto, sucede”.
“Cuando transgredimos una vez, se acabó. Cuando metemos un pie en el engranaje todo es posible. Si tienes un hijo que por accidente atropella y mata a alguien ¿le denuncias o le cubres para que no vaya a la cárcel?. Si decides protegerle, es probable que llegues hasta el final. Ahí está la transgresión”.
En su historia, Jesse Rosenberg y Derek Scott son dos policías de Nueva York que resuelven con éxito un caso de asesinato de toda una familia en un pueblo de los Hamptons. Veinte años después, la periodista Stephanie Mailer sostiene que se equivocaron de asesino y que posee información clave que lo demuestra. Días después, desaparece.
Dicker explica que cuando escribe no sabe lo que va a pasar y que la atención que despierta no es artificial ya que él mismo la vive de tal forma que cuando cierra un capítulo “con lo que se llama suspense” por saber qué habrá detrás de la puerta, él tampoco lo conoce.
“Y hago realmente una pausa en la escritura para imaginarme qué es lo que va a pasar. En los momentos de tensión de la trama, interrumpo mi trabajo. Y así tengo que volver a escribir para saber qué pasa en la historia. No lo hago pensando en el lector u obsesionado por el éxito sino porque yo tengo que disfrutar con lo que hago, quiero volver a mi libro: no podría escribir si no tuviera eso”, sostiene.
Sus personajes llegan de forma lineal a la historia y no sabe lo que pasará con cada uno de ellos, algo que compara con organizar una cena con gente que no se conoce entre sí.
Varios de sus personajes son periodistas, entre ellos la que da título al libro, porque -dice- los periódicos están desapareciendo de la vida cotidiana cuando son “un alimento indispensable para la sociedad y la democracia”.
“No nos damos cuenta de que la prensa en Europa es indispensable y que la calidad y la independencia de la prensa es garante de la democracia”, recalca. Por eso cree que su generación y la que le sigue deben responsabilizarse “y no olvidar que sin la prensa independiente la democracia está en peligro”.
El escritor también ha incidido en la necesidad de que se lea y ha apelado asimismo a la responsabilidad: “¿de qué hay que rellenar el mundo, de literatura de calidad o de vídeos de las Kardashian o de youtubers? Es responsabilidad de cada uno”, sostiene.
La corrupción política, en forma de comisiones, es otro de los argumentos de la novela de Dicker, que asegura que es bastante “ingenuo” y que le sigue sorprendiendo.